sábado, 13 de septiembre de 2008

UN DÍA DE CONTRASTES




Aunque espaciadamente, los días me dan tregua para seguir saliendo a respirar naturaleza. Alguien me empuja un poco también para dejar estrés y adrenalina por esos caminos eternos. Hoy me fui con Manolo hasta el pantano de Navamuño y la Dehesa de Candelario, para dar vuelta por Puente Nueva hasta el punto de partida. Era día, además, de dar estreno a mi nueva Nikon Coolpix P80. Tengo que empezar a explorarla y a sacarle rendimiento. No soy precisamente un manitas ni un interesado en los artilugios técnicos, pero este pequeño aparato tiene muchas aplicaciones y debería aprovecharme de ellas. Se trata de un regalo familiar que agradezco mucho y que me llena de alegría. Aunque, como en otras ocasiones, no llegue a usarlo tanto como podría y debería.

El campo y el cielo siguen luminosos en este declive del verano bejarano, casi anunciando ya el otoño. He encontrado a nuestro pantano muy bajo (iba a decir casi exhausto) del bajón que ha pegado en pocas semanas. Seguramente las turbinas tendrán mucho que decir al respecto porque el verano no ha sido precisamente demasiado caluroso como para agotar las existencia de agua en estas sierras y en estas comarcas. Tal vez como efecto de la última tormenta, los prados ya reverdecen y se ponen otra vez limpios y hermosos. Y hasta los árboles se han lavado y también recuperan parte de la luminosidad de sus verdes. Nosotros hemos dado pasos por caminos y senderos y hemos entregado la mañana a la charla y al contraste con los ruidos de la ciudad en los días de semana. Un bocadillo reparador (bueno, un bocadillo y otras cosas) en el centro de interpretación de la naturaleza, en la dehesa de Candelario, nos ha reconciliado de nuevo con el silencio y con los elementos naturales. Qué restaurante al aire libre, con el regato sonando rumoroso y algún sonido perdido de los pájaros. Como para levantar tiendas y quedarse allí.

La tarde cambió todo lo que había sido silencio por el hablar sin tregua de mi madre, que se cansa y se agota cuando se pone nerviosa y verborreica. Mi escasa paciencia me ha jugado una mala pasada y hasta ella lo ha notado y me lo ha recordado a su manera. Debo pedir perdón una vez más y así lo hago. Ahora ya es territorio de la noche. Un día más al limbo. Con sus más, con sus menos, con nada al fin y al cabo. Mañana será otro día.

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