viernes, 5 de septiembre de 2008

¿QUÉ ME QUEDA QUE HACER EN MI DEFENSA?

Parece que hay periodos en los que el futuro arranca los jirones del presente y se los lleva hacia su terreno. O acaso lo que hace es darnos pistas de lo que nos espera. Porque el futuro anuncia el territorio de lo desconocido, pero va adelantando los mojones, va poniendo los hitos, señala los rumores y, a veces, hasta adelanta los ecos.

Es en esos momentos cuando uno se siente menos uno, tal vez agota menos los zumos de lo que tiene delante y se amilana pensando en otros territorios, que son inevitables pero que todavía al menos no son. Si los rumores apuntan negativo, el caso es más pesado. Pero sirve el esquema también para el futuro más gozoso. Todavía no es que es lo importante. Recuerdo las palabras del filósofo: “Lo que es siempre será y lo que no es no será nunca”, que me sitúan en otras dimensiones. Tendría que darles crédito y adaptar mis acciones y mis sentimientos a lo que representan. Entonces, si lo que es será siempre, ya está siendo en el presente también lo del futuro.

¿Qué me queda que hacer en mi defensa? Acaso modular esa presencia, dar esquinazo a tiempo, llenarme de presente y de otras luces, saber que en ese caso también lo del presente y del futuro se instala en el pasado porque pertenece al siempre, y serenar el pálpito, y entender cotidiana cualquier cosa, y ser feliz a medias como todos, y engolfarme en la paz de un niño grande, y saber que, a pesar de los pesares, la vida es siempre un gozo y quiere que la viole a cada instante con sus pequeñas cosas, esas en las que me refugio como único credo razonable, y volver a mirar en mi terraza los rayos mortecinos de este otoño incipiente, y pensar que esas fiestas de ahí abajo son un poco mis fiestas, aunque no participe de sus actos, y, en fin, pulir los días, fundírmelos del todo, que noten mi presencia por exceso, que les dé la tabarra a cada instante y que sepa reírme con lo que va de humilde y envejece como si todo fuera inevitable.

Estamos en septiembre. Es el día cinco. Hay nubes en el cielo y el aire se menea en el espacio como si quisiera dar fe de su presencia. La gente menudea por las calles, sin rumbo prefijado. Como yo, como todos. Hay lo que hay, amigo.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Ese es el tono en el que hay que estar. Chapeau.