Si yo supiera caminar con pie seguro por el camino de la educación… Entonces sería un dios menor y me haría un santuario en el que recibir a quien quisiera recibir los sacramentos de la bondad y de la sabiduría. Tengo claro que la mayor parte del camino hay que andarla con los pies de la confianza y de la comprensión, de la proximidad y hasta de la amistad. Pero no tengo claro si todo el camino tiene la misma anchura. De hecho, suelo comenzar con una actitud totalmente diferente a la que acabo de adjetivar. Con frecuencia hasta me paso en la actitud de distancia y de falsa autoridad. Y lo hago con certeza de lo que estoy realizando. A veces hasta me reconozco borde entre mis alumnos los primeros días de clase. Y es que prefiero empezar en ese lugar para ir bajando el listón y aproximándome al contexto de los alumnos. Es fácil entender que lo hago así por causa de aquellos que pueden distorsionar el desarrollo normal de las clases. Si no existieran tales, no tendría ningún sentido esta actitud. A pesar de todo, siempre tengo dudas y apresuro el día en el que empiezo a “condescender” en la actitud y en el trato con todos ellos. Creo que ellos –no importa cuál sea la edad- saben muy pronto “con quién se juegan los garbanzos”, y a mí me interesa que lo descubran muy pronto, el primer día mismo.
Y no me importa perder fechas en el desarrollo de los programas con tal de crear un clima que a mí me parezca favorable para el desarrollo del curso. Creo que todo va después mucho más deprisa y mejor. De modo que mis alumnos deben quedar asustados el primer día y se deben llevar una impresión no demasiado amable para casa. Lo importante es que a la semana siguiente, o al mes siguiente, tengan certeza de cuál tiene que ser su comportamiento y su ritmo de trabajo en mis clases. La forma, en buena medida, termina siendo el contenido mismo de la educación. Porque se enseña para algo, y ese algo es la formación de las personas, y en la formación de las personas se incluyen escalas de valores, y en los valores cristalizan los comportamientos. Luego van diciendo por ahí que no se quiere ideología. Yo sí, naturalmente. Con dos cojones bien puestos. Lo que yo enseño tiene que servir para algo o, si no, lo dejo por inútil. Algo muy distinto es que yo imponga soluciones y no que enseñe a buscarlas. Eso exactamente eso, es lo que hacen todos lo que dicen oponerse públicamente a la ideología, imponer como única buena su solución esotérica e irracional. Y ahí están la iglesia, la derecha, los llamados liberales, y hasta el sursum corda vestido de lagarterana.
Así que menos lobos y vamos a situar el invento para que nadie se confunda de lugar. Después, todos a andar. Y quien no quiera que se despida solito y que se vaya a otro lugar, que hay muchos y muy acogedores. Venga.
martes, 16 de septiembre de 2008
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