domingo, 28 de septiembre de 2008

¿QUIÉN GUARDARÁ ALGÚN RATO MI MEMORIA?



¿Quién guardará algún rato mi memoria? ¿Cuáles serán los límites de mi presencia? ¿Cómo se vive en los parajes donde nada se sabe de mi existencia? Son todos, casi todos, infinitos e ignotos, desagradecidos, lejanos, parte de no se sabe qué misterio. Y así los de los otros, los de todos los otros, los de las infinitas partes del todo, que se ignoran y viven de espaldas y a escondidas.

¿Y la memoria que yo guardo de las demás cosas? Es tan reducida y tan débil, cuelo tanto su luz y su presencia… Hoy agoto las horas sin saber si en la calle hace frío o calor (solo sé que hace aire y que me impide sacar a mi madre a pasear por la plaza), si la gente es feliz o sufre en sus personas, si hay vecinos que se juntan para recordar a los héroes de la libertad, si se llenan las calles de cansinos paseantes, si la semana entrante me hará abrigar el cuerpo, si mañana iré al trabajo con escaso entusiasmo, si mi madre me va a dejar dormir lo suficiente o me hará verborreicas las horas de la noche hasta desear con fuerzas el silencio, si mi hermano se habrá recuperado de sus preocupaciones par mi madre al marcharse de casa esta mañana, si el vecino de enfrente vive o deja vivir, si…

No sé nada de nada. ¿Qué sé yo de los campos, de las piedras, del sol que nos alumbra y de sus arcos, de la vida que bulle en cada esquina, de la gente que siente y que trabaja cada día conmigo? Ni siquiera conozco mis muchas deficiencias, mis ilusiones varias, mis apetencias y mis desventuras, lo que me aguarda para dentro de un minuto. No sé nada de nada. ¿Cómo voy a guardar yo mi memoria? ¿Cómo voy a pedir a los otros que se acuerden de mí un solo momento?

Me serviré con calma un bebedizo que absorberé solemne para que me conduzca sin remedio al mundo sin retorno del olvido.

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