lunes, 29 de septiembre de 2008

TENGO QUE HACERLE UN HUECO



Sé que la luz se encierra cada noche detrás del horizonte, que juega al escondite con nosotros, que, cuando llega el alba, está de nuevo a punto donde cada mañana. ¿Sabrá el sol de mis penas?, ¿vendrá a decirme vamos, que espera un nuevo día?, ¿se asomará riendo cuando yo me levanto y miro en mi terraza el lomo de la sierra?

Siempre me da de frente cuando nace, como si me retara a plantar cara, a ponerme a su altura, a decirle que es hora de salir a la vida, que quiero acompañarlo en su camino por los azules arcos de los cielos. Yo siempre lo defraudo porque pronto lo olvido, porque voy a mi bola y me adentro a menudo en sitios bien oscuros, porque lo he recibido como quien da la mano a un buen amigo de los de cada día, como quien hace cosas sin notar que no tienen mucho sentido.

Tengo que hacerle un hueco en mi apretada agenda, tengo que saludarlo sin mostrar reticencias, tengo que acompañarlo como un colega sano, tengo que compartir con él los días, tengo también que darle gracias por haberme ofrecido las horas de estos meses para pasear mi plaza con mi carro y las grises protestas de mi madre, tengo que recordar que me ha regalado sus rayos cada tarde en los que diluir los gestos y palabras sin sentido. Tengo que darle gracias, tengo que darle gracias.

Y se me van las tardes de septiembre, tan largas y tan cortas a la vez, con ese andar al quite a cada instante, con ese andar sin tregua por si acaso. Es tan largo y tan corto todo lo que ha pasado… Voy a seguir en ello al amparo del sol que, ya en octubre, se vestirá de gris y a veces sentirá frío en sus carnes, se notará desnudo y sentirá pudor de haber salido. Ahí seguiremos listos, por supuesto.

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