jueves, 31 de marzo de 2011

DE CINCO TENEDORES

Razones laborales -seguramente resumen de otras de tipo social y económico- me obligan a comer solo muchos días de diario. No es elección personal, pero les saco a estos ratitos mi producto y mi satisfacción.

Es para mí, muchas veces, la hora en la que siento, imaginativamente, a mi lado, a algún cantautor o a algún poeta para que me haga compañía durante un rato y para que compartamos algo de sensibilidad e intercambiemos ideas. Y vienen creadores de todo tipo: Machado, Ángel González, Serrat, Sabina, el Romancero disfrazado de incógnito, Góngora, Quevedo, Cervantes…

Hoy le ha tocado el turno a don Antonio Machado. Para mí es don Antonio, uno de esos santos laicos que tiene don en su etiqueta. Y me lo trajo Serrat. Mientras daba buena cuenta de unos espaguetis (cocinados por mí y muy ricos con un poco de licor), sus versos iban desgranándose delante de mi mesa en los sones y en las notas del cantautor catalán.

Ya he confesado muchas veces mi devoción por estas personas que tanto han hecho por “vulgarizar” la poesía y por hacerla llegar a tantos oídos.

“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…” Y en esa biografía recorría la del poeta y, con su permiso, un poco la mía, que ya va larga y llena de elementos. “Guitarra del mesón, que hoy suenas jota, / mañana petenera…”. Y hacía recuento de algunas sesiones y de algunas emociones provocadas al amparo de este instrumento, de la cultura que ha generado y de las pasiones que ha despertado. “Vosotras, las familiares, / inevitables golosas, / vosotras, moscas vulgares, / me evocáis todas las cosas…” Y me sumía en todo lo que de filosofía de vida encierra este aparente juego lingüístico del que, debo reconocer, cada vez extraigo algún elemento nuevo que me invita a pensar. “Ese hombre del casino provinciano…” Y me demoraba en la imagen tan cercana de nuestro Casino Obrero, refugio de tanto hombre y mujer que pierde acaso demasiado tiempo en el entorno de una mesa dibujando naipes y tentando a la suerte del paso del tiempo en actitud pasiva. “Al fin, una pulmonía / mató a don Guido, y están / las campanas todo el día / doblando por él: ¡din-dan!...” Y, a partir de este compás y de este verso, siempre imagino la imagen del buen bejaraui o del exagerado paisano al que se le va la fuerza en la hipérbole del terruño más superficial, y cobran para mí el poema y la canción un aire de vals en el que el muerto se balancea mientras lo llevan al entierro, como despidiéndose lujosamente de su entorno. “!Oh, la saeta, el cantar / al Cristo de los gitanos, / siempre con sangre en las manos, / siempre por desenclavar…” Y acuden a mí los ecos de la Semana Santa, este año tan tardía, y se me llena la cabeza de procesionantes y de azahares, y me imagino la religión del sacrificio, de la prohibición y de la culpa, y sigo sin entender que una religión que aspira a algo eterno se pueda basar en la culpa y no en el perdón, en la gracia y en la alegría. “Al olmo seco, hendido por el rayo / y en su mitad podrido, / con las lluvias de abril y el sol de mayo, / algunas hojas verdes le han salido…” Y se me va la imaginación a mi Buen Pastor, en donde sufren y agotan sus edades últimas casi ochenta ancianos, para los que la primavera natural también llega pero para los que la primavera emocional y física se esconde un poquito más cada día, por más que yo también querría para ellos “otro milagro de la primavera”. “Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza…” Y se resumen en un momento tantos y tantos días y telediarios de esta España actual. “Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar…” Y miro al campo a través de los cristales de mi terraza y se me va la mente ya con los proverbios y cantares del poeta que me hunden en diversos pensamientos…

Y en esas me dan los postres en tono de sensibilidad y de emoción. Y comparto los postres y me digo que no he comido solo y que la comida estaba aderezada con especias sabrosas y excitantes. Luego ya fue leer durante un rato, hasta que el sueño me ganó para su causa durante unos buenos minutos. No confesaré hoy mis sueños.

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