Razones laborales -seguramente resumen de otras de tipo social y económico- me obligan a comer solo muchos días de diario. No es elección personal, pero les saco a estos ratitos mi producto y mi satisfacción.
Es para mí, muchas veces, la hora en la que siento, imaginativamente, a mi lado, a algún cantautor o a algún poeta para que me haga compañía durante un rato y para que compartamos algo de sensibilidad e intercambiemos ideas. Y vienen creadores de todo tipo: Machado, Ángel González, Serrat, Sabina, el Romancero disfrazado de incógnito, Góngora, Quevedo, Cervantes…
Hoy le ha tocado el turno a don Antonio Machado. Para mí es don Antonio, uno de esos santos laicos que tiene don en su etiqueta. Y me lo trajo Serrat. Mientras daba buena cuenta de unos espaguetis (cocinados por mí y muy ricos con un poco de licor), sus versos iban desgranándose delante de mi mesa en los sones y en las notas del cantautor catalán.
Ya he confesado muchas veces mi devoción por estas personas que tanto han hecho por “vulgarizar” la poesía y por hacerla llegar a tantos oídos.
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…” Y en esa biografía recorría la del poeta y, con su permiso, un poco la mía, que ya va larga y llena de elementos. “Guitarra del mesón, que hoy suenas jota, / mañana petenera…”. Y hacía recuento de algunas sesiones y de algunas emociones provocadas al amparo de este instrumento, de la cultura que ha generado y de las pasiones que ha despertado. “Vosotras, las familiares, / inevitables golosas, / vosotras, moscas vulgares, / me evocáis todas las cosas…” Y me sumía en todo lo que de filosofía de vida encierra este aparente juego lingüístico del que, debo reconocer, cada vez extraigo algún elemento nuevo que me invita a pensar. “Ese hombre del casino provinciano…” Y me demoraba en la imagen tan cercana de nuestro Casino Obrero, refugio de tanto hombre y mujer que pierde acaso demasiado tiempo en el entorno de una mesa dibujando naipes y tentando a la suerte del paso del tiempo en actitud pasiva. “Al fin, una pulmonía / mató a don Guido, y están / las campanas todo el día / doblando por él: ¡din-dan!...” Y, a partir de este compás y de este verso, siempre imagino la imagen del buen bejaraui o del exagerado paisano al que se le va la fuerza en la hipérbole del terruño más superficial, y cobran para mí el poema y la canción un aire de vals en el que el muerto se balancea mientras lo llevan al entierro, como despidiéndose lujosamente de su entorno. “!Oh, la saeta, el cantar / al Cristo de los gitanos, / siempre con sangre en las manos, / siempre por desenclavar…” Y acuden a mí los ecos de la Semana Santa, este año tan tardía, y se me llena la cabeza de procesionantes y de azahares, y me imagino la religión del sacrificio, de la prohibición y de la culpa, y sigo sin entender que una religión que aspira a algo eterno se pueda basar en la culpa y no en el perdón, en la gracia y en la alegría. “Al olmo seco, hendido por el rayo / y en su mitad podrido, / con las lluvias de abril y el sol de mayo, / algunas hojas verdes le han salido…” Y se me va la imaginación a mi Buen Pastor, en donde sufren y agotan sus edades últimas casi ochenta ancianos, para los que la primavera natural también llega pero para los que la primavera emocional y física se esconde un poquito más cada día, por más que yo también querría para ellos “otro milagro de la primavera”. “Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza…” Y se resumen en un momento tantos y tantos días y telediarios de esta España actual. “Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar…” Y miro al campo a través de los cristales de mi terraza y se me va la mente ya con los proverbios y cantares del poeta que me hunden en diversos pensamientos…
Y en esas me dan los postres en tono de sensibilidad y de emoción. Y comparto los postres y me digo que no he comido solo y que la comida estaba aderezada con especias sabrosas y excitantes. Luego ya fue leer durante un rato, hasta que el sueño me ganó para su causa durante unos buenos minutos. No confesaré hoy mis sueños.
jueves, 31 de marzo de 2011
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