viernes, 11 de marzo de 2011

CUALQUIER TEXTO

En los últimos días están pasando por mis manos y por mis ojos dos novelas con ganas de ser publicadas y un buen número de poemas que aspiran a alzarse con algún premio literario. Pocas veces me habían confiado, a la vez, tantas páginas para que emitiera opinión acerca de ellas.

Me cuesta cada día más dejar afirmaciones tajantes en cualquier sentido pues encuentro siempre elementos que me agradan y otros que me parecen manifiestamente mejorables. Pero algo hay seguro: solo la intención de crear merece el aplauso y la consideración hacia el autor.

Es verdad que los textos son casi siempre muy diversos y que muestran agilidad o torpeza según los casos, que unos están más en su punto que otros y que la sensación que dejan es bien diferente.

En el fondo, cada texto deja la impronta del creador y viene a ser un retrato, real o fingido, de quien lo ha concebido. Es momento para recordar que, en tan solo unas páginas, un autor se confiesa mucho más y mejor que cuando aquello de las confesiones en las iglesias. Aparece el carácter, aparecen las obsesiones, se despiertan los monstruos que estaban dormidos y salen en procesión los pruritos individuales.

Aun en los casos en los que se cumple lo del perfecto fingidor, al autor anda escondido, o menos escondido, en cada una de las palabras que va enhebrando y en cada una de las ideas que va desarrollando. Y, si va a cara descubierta, entonces todo se desploma en torrentera hasta dejar secas las venas y la piel puesta a tomar el sol.

El acto de la creación es individual e irrepetible; el autor es siempre un dios menor que crea y ordena lo que andaba disperso y en el subsuelo de la tierra, durmiendo en la oscuridad más profunda o en la nada.

Por todo ello, todos y cada uno merecen mi consideración y mi respeto. Aunque no todos mi complicidad, y menos mi admiración sin cortapisas.

Voy a ver si doy fin a uno que anda con Habanas y con reyes o aspirantes a reyes.

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