Hoy me he levantado con la fe del tonto que sabe que el frío sigue apretando y que la primavera sigue tarda, he mirado por la ventana y la sierra se me ha ofrecido con la niebla pegada a su lomo, lo que por aquí se llama “la vaca en la sierra”, incluso el sol es tenue entre las nubes. Me aguarda una jornada diferente, sobre todo en la segunda parte, pues comienzo oficialmente las horas de voluntariado, que ya serán cotidianas.
Pero algo me ha ayudado a dar la vuelta a mi vista cansina. Leo en cualquier panfleto que el Papa, en la segunda parte de su Catecismo, exonera al pueblo judío de la muerte de Jesús. Después he leído líneas en las que intenta dar cuenta del porqué de este perdón. Supongo que todos los judíos del mundo descansarán hoy aliviados del peso que sobre sus cabezas pesaba desde hace dos mil años.
¿Por qué hay tanto intérprete que retuerce las explicaciones hasta caer sin remedio en la mayor sima donde se cuecen lentamente todos los ridículos? Ojo, que este señor pasa por ser un intelectual de los de mayor rango entre los últimos Papas. Cómo serían los otros. Yo no soy judío, pero también descanso después de esta concesión del perdón y de la absolución. Como que he mirado al cielo y ahora lo veo más luminoso. Qué sensación de paz y de sosiego. Ya decía yo que esta angustia vital tenía que tener alguna raíz oscura y pecaminosa. Pero bueno, todo sea por la causa.
De modo que se absuelve al pueblo judío de la muerte del Cristo. Por lo que se deja decir el susodicho, solo fueron unos cuantos, los del círculo del templo y los amigotes del tal Barrabás. Que digo yo que también tendrán sus descendientes y a esos no los salva de la culpa ni el que la fundó. Habrá que investigar no siendo que nos quede por ahí alguna brizna de sangre barrabaseña o de los entresijos de Caifás. Otra vez la angustia vital.
¿Por qué maltratan a la religión de esa manera? ¿Es porque no hay por donde cogerla en cuanto se desmenuza un poco? ¿Es porque sus escudriñadores y sátrapas no llegan más allá del nivel elemental tirando a nulo? ¿Es por las dos cosas a la vez? Esto sí que es angustia vital.
Ahora, por lo visto, se reconoce que algunas frases evangélicas “no expresan hechos históricos”. Acabáramos, pollo. Ya nos vamos bajando del tejado. Interpretamos cuando y como nos parece y nos conviene. “No podía estar todo el pueblo presente” para la condena. Qué descubrimiento matemático tan espectacular. Creo que además se podría haber añadido que no eran asamblearios: la afirmación habría quedado más social.
¿Cuándo podremos dar con una religión algo más clara y menos ridícula, que no nos obligue a sonreírnos por lo bajini cada vez que alguien se atreve a la interpretación de lo que acaso no la tiene y es mejor no tocarlo para que no se extienda el olor?
Algo vamos ganando. Primero fue Galileo, ahora el pueblo judío. Vamos impartiendo bendiciones y perdones como si nos halláramos en la silla del juicio final. ¿Por qué tanta ridiculez? ¿No tengo yo derecho a expresar mi sorpresa ante argumentaciones tan grotescas y sin ninguna solidez? ¿Es esto perseguir a la Iglesia y a los cristianos? ¿No me persiguen ellos (quiero decir parte de ellos) a mí con su falta de sentido común?
La religión y el templo, la monarquía y el reino, la aridez vertical de la razón… Mejor no meneallo. Lo peor es que la bola ha engordado tanto, que se parece al monstruo formidable de la administración; y así no hay quien lo enfrente. Y mucho menos con ridiculeces tan groseras.
Ya me lo decía mi padre: Los judíos son muy malos, que mataron a Nuestro Señor. No llegó a saber nunca, pobrecito, que solo fueron unos pocos. Vaya por Dios. Y por la suma inteligencia del sumo pontífice. ¿Quién me le devuelve ahora esa pequeña espina que se llevó clavada para siempre?
jueves, 3 de marzo de 2011
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