lunes, 21 de marzo de 2011

ES OTRO FANATISMO

Suenan tambores de guerra en una anchísima franja del norte de África y en una larga zona de Asia. Son siempre los peores sones que se pueden escuchar porque siempre importa más la tragedia que los ganadores o los perdedores.

Hoy no interesa ahondar en legalidades, y menos en legalismos, que se puedan aplicar a estos conflictos. Desde luego, un poquito mejor se lava la cara que el asunto de Irak, pero eso en poco consuela: hay tragedia humana y eso es más importante.

Comentaba con mi familia, durante el fin de semana, algunos aspectos de estos enfrentamientos y especialmente me preocupaba de anotar lo que de fanatismo hay en ellos. Porque, una vez más, lo que importa debe ser encontrar las razones que han desencadenado estas situaciones bélicas; por si se pueden tener en cuenta en el futuro o por si explican también otros conflictos anteriores.

Los fanatismos son muy diversos y tal vez todos practiquemos alguna forma de ellos. Sería bueno indagar para encontrar su mejor definición y saber de qué estamos hablando. Mis líneas diarias no dan para mucho, pero, a riesgo de simplificaciones, aseguro que lo esencial en todo fanatismo es que se pierde la razón a favor de los impulsos. De este modo, el ser se deshumaniza en su parte más noble y se somete dócilmente a energías que, casi siempre le vienen de fuera, por vía de educación y costumbre sobre todo.

De este modo, se puede hablar de fanatismo político, de fanatismo deportivo, de fanatismo social…, y de fanatismo religioso.

Me parece que, por desgracia, es el fanatismo religioso el que con más fuerza actúa en todos estos países. El sustento religioso ha mantenido a estas comunidades sometidas a dictaduras, que se han servido de esa superestructura para mantener el poder y estructurar a su antojo a las comunidades. La religión y el poder han sido aliados durante toda la historia y creo que este no es más que un ejemplo notabilísimo de ello. Solo basta escuchar -sin fanatismos- las proclamas de unos y de otros, las invocaciones que se formulan y los apoyos que se buscan. Realmente dan pena y el oyente piensa que saliendo de un fango se corre el peligro de caer en otro enlodado.

Ahora son países árabes los que nos escandalizan con sus conflictos y sus desvaríos: no son ni más ni menos que los que tenían hace tan solo unos meses y unos años. ¿Qué ocurre si extendemos la vista y acercamos el objetivo? No quiero ni imaginarlo. ¿Qué ha sido nuestra historia? ¿A qué quieren sujetarla muchas personas? ¿A cuántos fanatismos obedecemos cada día? ¿Acaso alguno merece que nos sometamos a él y que perdamos nuestra condición de seres racionales y tolerantes? Ufffffffffffffff.

Y, sin embargo… Claro que hay que ilusionarse con cosas, perder el equilibrio a cada paso, lanzarse a la conquista de lo imposible. Pero, si puede ser, en positivo, sin molestar al otro, sabiendo que gastamos el camino con el engaño propio y no con la patraña de lo impuesto.

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