miércoles, 23 de marzo de 2011

COMO EN BUSCA DEL SUSPIRO QUE DEBE LLORAR EL VIENTO

Como muestra de la pobreza de la palabra, como ejemplo de que indagar en la exactitud de las cosas a través de la palabra es tarea apasionante y abocada al fracaso relativo siempre (acaso en ello consista su principal atractivo), como homenaje a aquel anhelo imposible de Juan Ramón Jiménez (“Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas”), como óbolo a la armonía siempre buscada y nunca hallada del todo, como reconocimiento de la tensión entre la realidad lingüística y la realidad exterior, como prueba de que la palabra es siempre fámula de la voluntad que la concibe y que la empuja, como simple muestreo de que es el pálpito el que al final siempre queda, como…, recojo esta soleá que lo dice mejor que nadie:

“Dijo a la lengua el suspiro:
échate a buscar palabras
que digan lo que yo digo.”

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