Una cuchara, un clavo, la falta de un diente, un lapicero perdido en la oreja, un dedo meñique más corto… Cualquier indicio es bueno para dar con la identidad de aquellos restos…
He vuelto a la semana de cine en esta ciudad estrecha. Es una de las actividades que más me gustan de todas las que se programan. En ella reivindico el valor del cine español, de algún cine español, compruebo que la respuesta no es mala si se tiene en cuenta la escasa promoción que de él se hace y, ante todo, reivindico la posibilidad de acertar o de equivocarse de los cineastas españoles tratando de analizar la realidad que les rodea y no aquella que les imponen desde el centro del dinero, al otro lado del charco y con una escala de valores absolutamente degradante y deshumanizada.
No me hago ninguna ilusión pero estos días me ilusiono un poco porque se abre un pequeño foro en el que describir y comentar algunas de las cosas que suceden por ahí, a nuestro lado, aunque no sean tan importantes como la caída de una teja en San Francisco para los medios.
Se abrió la semana con la proyección del corto “Champagne Supernova”, de Fernando Jover, y del largometraje “Los caminos de la memoria”, de José Luis Peñafuerte.
Enseguida se me abren para la reflexión un montón de caminos. Unos tienen que ver con el cine en general y otros con estas películas en particular. Solo voy a anotar algún apunte del largometraje.
Los Caminos de la Memoria analiza, en forma de documental, el asunto tan de moda de la memoria histórica y de los efectos de la guerra. El formato de documental le permite utilizar constantemente los contextos, hasta el punto de que creo que alguno le sobra por conocido y por obvio. Sin embargo, tiene la ventaja, como sucede con las argumentaciones, de que, de ese modo, apuntala mejor el mensaje. Me hubiera gustado también, no por equidistancia -algo a lo que temo más que a la peste- sino por diversidad, que hubiera utilizado algún elemento justificativo “de la otra parte”, aunque no debe resultar nada sencillo encontrar alguno.
A mí no creo que me añada nada nuevo pero sí me refuerza en lo que sé y en lo que pienso de este disparate histórico de la guerra incivil y sobre todo de las penosísimas consecuencias que han tenido que sufrir todos los damnificados, herederos de los represaliados. Y la sorpresa y rechazo que me producen la incomprensión y la negación hasta de la compasión por parte de los que quieren negar el análisis de esa memoria histórica, bajo el paraguas de no remover el pasado. Por supuesto, porque pueden quedar salpicados.
Sigo admirándome de cómo los que piden la recuperación de sus seres queridos jamás se desatan en exigir castigos para los asesinos. Nunca les he oído levantar la voz si no es para suplicar la posibilidad de recoger los restos de sus seres queridos para poder honrarlos. No quiero escribir, por dura, la calificación que me merecen los negacionistas.
Todas las creaciones que se presentan con el formato de documental corren el peligro de concentrar la atención en los aspectos de contenido y de que los receptores olviden los aspectos formales. Al fin y al cabo, era y es una película. Ya he dicho al principio que a mí me hubiera gustado una mayor concentración de la acción, de los planos y del contenido.
Pero hay imágenes bellísimas: los alumnos atentísimos ante las explicaciones directas, los primeros planos del señor del pueblo que asistía en directo a la identificación de los restos de su padre, aquellas ancianas despidiendo a sus nietos camino de otros países y comiéndoselos a besos, los campos, arrasados unas veces y cubiertos de amapolas al final (rojos de sangre que surge de la tierra pero esperanzadas en el futuro)…
Me quedo con una reflexión de Jorge Semprún en el desarrollo de la película. Era esta: Seguramente aquella idea del primer socialismo teórico de crear un hombre nuevo no sea posible y haya que prescindir de ella, pero sigue viva la posibilidad de trabajar para crear otras condiciones más favorables en las que el ser humano se pueda mover con más facilidad, con un poquito más de justicia, libertad y solidaridad. Ahí el campo está todavía yermo y hay mucho que arar en él.
Es este un asunto de discusión que sirve para la película de ayer y para las de toda la semana. En esta misma ventana ya se ha hablado alguna vez de esto. Veremos.
martes, 3 de agosto de 2010
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