viernes, 6 de agosto de 2010

VIVIR DE PIE

“…Esta es la historia de una ilusión y una grieta.” Con esta presentación comenzaba ayer la proyección de “Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera”, cuarto largometraje de la semana de cine en Béjar. Antes se había proyectado el corto “Art. 18”, de Alicia van Assche, que a mí no me dijo nada nuevo. El título evoca aquel “mejor morir de pie que vivir de rodillas”.

Fueron un par de horas en las que se describió la trayectoria vital de este líder del anarquismo en España durante los tres primeros cuartos del siglo veinte. En él se puede resumir con claridad toda la esencia y el recorrido de este movimiento social e ideológico que concita un interés extraordinario a cualquiera que se atreva a acercarse a él y que durante tanto tiempo ha estado proscrito y asimilado al desorden y al caos. Y todo ello en el país en el que seguramente con mayor amplitud se ha experimentado.

En esta sociedad obligada durante tantos años al criterio único, las connotaciones de anarquía, hermosísima palabra, siempre han llevado al desorden y al caos. Los poderes de todo tipo, también los educativos, se encargaron de consolidar estas connotaciones, hurtando los valores etimológicos y la realidad histórica que tras ella se escondía.

Muchos de las personas que integraron este movimiento tienen origen y extracción popular y llegan al convencimiento y a la defensa de sus ideas desde la formación personal y desde la experiencia diaria en el trabajo y en la realidad social mísera. Es el caso también de Cipriano Mera, analfabeto hasta los veintitantos años y conductor de masas y de batallones durante muchos años.

La vida y los altibajos del personaje están resumidos en internet y a esos medios me remito. Verlo todo compuesto y conformado en una película es algo diferente y mucho más emocional.

Por encima de la persona y hasta del personaje -en estos casos la diferencia suele ser mínima-, se desatan enseguida las consideraciones acerca de la verdad o mentira de las teorías y prácticas anarquistas, su confrontación con otras ideas y el atractivo que puedan mostrar a quien las quiera considerar.

De hecho, su principal enfrentamiento se produjo con los comunistas y socialistas, grupos que se entiende que buscan el mismo fin pero por caminos diferentes. Por supuesto, los grupos de derecha quedan al margen de cualquier comparación. La discusión sigue viva. ¿Es más productiva la organización jerárquica que la organización horizontal del anarquismo? Un hecho parece jugar a favor de los otros partidos frente al anarquismo: durante la guerra incivil, buena parte de los anarquistas cedieron a favor de la organización jerárquica del ejército como algo prioritario para ganar la guerra; la revolución tenía que convivir en esos primeros tiempos con la victoria militar. El propio Cipriano Mera fue jefe de algún cuerpo de ejército.

Después, ellos mismos se dividieron según el grado de radicalidad en esa revolución y hasta por los deseos personales de dirigir la organización: de nuevo la división y la jerarquización.

Y además, o acaso sobre todo, está la práctica. Grandes regiones españolas vivieron durante un breve período de tiempo la ilusión de la revolución desde abajo. Aragón, Levante y Andalucía son buenos testigos de ello. Tanta y tan grande fue la ilusión que todo el movimiento despertó… Mayo del 68 tiene mucho que vivir en paralelo con estas formas de ver el mundo.

La Historia se desarrolló como las armas quisieron y como las potencias occidentales dejaron que se desarrollara. Hoy queda el ejemplo para describirlo, para analizarlo y para decidir personalmente. No parecen los mejores tiempos para este tipo de movimientos, pero ahí están las organizaciones sindicales anarquistas, que parecen perdidas pero que concentran unas fuerzas de ilusión personal importantísimas.

Hay para mí un elemento casi insalvable. El atractivo de sus ideas me resulta casi irresistible, la práctica para conseguir ese mundo me provoca dudas morales, la duda sobre su duración en el tiempo también me sobresalta. No me cabe en estas líneas el desarrollo de estas tres partes pero en ellas se agrupa todo un mundo de ilusión que tiene como límite la convicción con la palabra y solo con la palabra. Bien sé que, visto desde la otra parte, si no existe igualdad de condiciones todo es mentira; pero también en los males hay graduación. Y no podemos justificar la fuerza por la fuerza, pues, entonces, siempre nos ganarán los más poderosos.

Cipriano Mera, como tantos otros, fue y es un ejemplo de honradez y de lucha por unos ideales, que acaso se resumen simplemente en que, como dijo el maestro Machado, ninguna dignidad en el ser humano puede ser mayor que el hecho de ser humano.

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