viernes, 27 de agosto de 2010

UN EJERCICIO DE NIVEL PRIMARIO

A ver si hago un ejercicio didáctico para mí mismo y para cualquiera que esté dispuesto a ayudarme y me lo explique.

A última hora de esta mañana he vuelto hacia casa por la calle Mayor de Béjar. He contado los establecimientos comerciales que están ubicados en esta calle, que pasa por ser la más comercial en esta ciudad estrecha. Sin incluir bares y bancos, he contado alguno más de cien. Podemos dejarlo en cien, para redondear a la baja. Hasta aquí los datos. Supongo que en esto no habrá mucho que discutir pues es el resultado de ir añadiendo uno a otro: uno, dos, tres… No quiero dar cuenta del número de establecimientos que aparecen cerrados pues este es otro triste capítulo aunque de la misma historia.

El número de personas que trabaja en cada establecimiento no es muy alto pues son establecimientos pequeños, pero podemos calcular un número, siempre a la baja, de un par de ellos. Así, saldrían unos doscientos empleos directos; súmense los miembros familiares y otros concernidos aunque sea indirectamente. El tipo de establecimiento, según los productos que se ofertan, es muy variado.

Buena parte de esos establecimientos está casi siempre vacía. En su interior se almacena género como para vestir, calzar y dar perfumes y de comer a toda la comarca. Y estamos hablando solo de una calle.

¿Alguien ha realizado un sencillo estudio para conocer con cuántas personas nos arreglaríamos para realizar este trabajo? No hace falta ser economista para concluir que con un número muy reducido estaríamos al cabo de la calle y muy bien servidos. Es simplemente mirar y deducir desde el sentido común. Qué hacen allí, entonces, tantas personas? Gastar inútilmente el tiempo. ¿Nos podemos permitir esos lujos como comunidad? Rotundamente, no. Necesitamos todos esos esfuerzos dedicados a otros menesteres necesarios para la comunidad. ¿Ellos pueden vivir de este modo contentos y animados, con proyectos que no sean los de esperar impacientes la jubilación? Podrían contestar ellos pero no es descabellado asegurar que no para muchos casos. ¿Podemos pensar razonablemente que su situación de obligados brazos caídos puede producir en sus ánimos malestar, enfado y hasta angustia y sensación de inutilidad? Decididamente, sí.

¿Tienen, como solución, alguna salida digna que no sea la de permanecer lánguidamente en esta situación? No parece a primera vista. ¿Este sistema social en el que vivimos inmersos les ofrece alguna solución alternativa que no sea la lucha individual por la supervivencia? Claro que no. ¿No sería más razonable que se buscara alguna otra estructura comercial más racional y productiva? Por supuesto. ¿Qué hacer con todas esta personas, dignas como las demás y con derecho a una vida desahogada como sus vecinos? Si alguien tiene alguna solución en esta estructura individual y egoísta, en este esquema social y político de enfrentamiento y de lucha por hacerse con los clientes, por favor, que lo diga. Yo no la conozco.

¿Se puede pensar entonces que acaso el sistema no es el mejor de los posibles sin que se rasgue el personal las vestiduras? Debería poderse. ¿Y qué debería aportar ese nuevo sistema? Pues más socialización y visión comunitaria de las actividades. Y menos egoísmo, que solo tiene como meta el éxito individual sin pensar que por el camino queda siempre un número infinito de perdedores y de fracasados, cuyas vidas vienen a ser, en diversos grados, expresión de enfado y de necesidad de hacer perder al de enfrente para quedarse con la clientela.

¿Es que acaso andamos en dificultades de producción? De ninguna manera. Se producen más elementos comestibles y de todo tipo que aseguran la supervivencia que nunca. La dificultad, pues, no está en la producción sino en la distribución y en la racionalización de esa producción. Y la producción la realizan los seres humanos. Y el consumo también. ¿En igualdad de condiciones? Quia. ¿Pues no habíamos quedado en que, por el hecho de ser personas, todos teníamos los mismos derechos y las mismas obligaciones? Habíamos quedado en la teoría, pero claro, teniendo en cuenta que… bla, bla, bla… O sea, aquello de la igualdad teórica y la igualdad real…

Pues a pensar, coño, a pensar. Y a no bajar el cogote ante todo. Y mucho menos los que ya lo tienen bajo porque las cargas diarias les pesan como losas. Y que cada cual concluya y actúe. La realidad está ahí mismo, en la calle Mayor de esta ciudad de Béjar. O en cualquier otra calle de cualquier otra ciudad.

Tal vez no sea necesario ser demasiado sabio ni en economía ni en teorías económicas y filosóficas. Un poquito de sentido común. Y de mirada amplia…

Supongo que la Cámara de Comercio tendrá mucho que decir. Incluso que ya habrá dicho. Me gustaría saber qué es lo que ha estudiado y lo que ha concluido. Supongo que no será solo petición de subvenciones. Quién sabe.