Unos ratos de ayer tarde y otros de esta misma mañana me han servido para dar cuenta de la relectura de “Madrid. El advenimiento de la República”, Josep Pla. Josep Pla es un escritor muy fino que ve las cosas con claridad y sin demasiado sectarismo, aunque hay que situarlo claramente en una visión de las denominadas de derechas.
Me resulta un buen álbum de fotos verbales el que retrata los meses primeros de la República y de lo que apuntaba desde los primeros esfuerzos. A pesar de su condición de conservador, no destila ningún rencor ni odio -no duda en señalar incluso reconocimiento- para quienes prestaron entusiasmo y algo más en los esfuerzos de aquellos cortos años.
En la última parte de su libro-diario recoge una consideración que me resulta reveladora. Es esta en forma extractada:
“La primera cuestión que el nuevo régimen tiene planteada es la de la reforma agraria en Andalucía y Extremadura, y quizá en gran parte de Castilla… El problema es inmenso, impresionante”.
“La segunda gran cuestión es la de la Iglesia”.
“El señor Manuel Azaña ha sido el encargado de resolver la cuestión militar”. (Tercera cuestión).
Por diversas razones que glosa en escasas páginas, Pla no ve bien encaminada ninguna de las tres. Él era testigo directo y privilegiado. No importa demasiado que intuyera lo real o lo incierto, lo fundamental era que las preocupaciones fundamentales con las que se encontraba el Gobierno republicano eran exactamente esas y no otras.
Han transcurrido ochenta años desde entonces. Sospecho que, mutatis mutandis, no estamos muy lejos de las mismas ocupaciones. Las reformas agrarias andan disfrazadas de multinacionales, de intermediarios y de grandes superficies; los asuntos religiosos no se disfrazan de nada porque su naturaleza ya nos los da siempre disfrazados; y los asuntos militares parece que han cambiado pero sus estructuras y las de los otros cuerpos similares del orden tienden siempre al ordeno y mando y al todo por la patria, cuando ese concepto de patria lo ponen ellos y a veces lo confunden con todo por la pasta.
En sus consideraciones, Pla observa que estos trabajos se encomendaron a personas que tal vez no eran las más indicadas ni las más entusiastas. No sé si ahora mismo no sucede algo parecido.
Me gustaría mucho confundirme y que fueran clichés enquistados los que operaran en mí en estas consideraciones. Desgraciadamente, sospecho que tengo bastante razón.
jueves, 26 de agosto de 2010
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