A vueltas anduvimos anoche con el teatro a través del cine. “Cómicos”, de Ana Pérez y Marta Arribas se proyectó en la semana de cine en Béjar. El documental presentaba la vida y el agotamiento de una compañía estable pero ambulante de teatro, la Compañía de Teatro Benavente, último representante de esa forma de llevar teatro a las ciudades y pueblos de España.
Y otra vez a la consideración de la supervivencia del teatro, y mucho más de este tipo de teatro, de los rivales poderosos con los que tiene que competir, de los cambios culturales que explican su decadencia, de la ilusión de sus practicantes y de la supervivencia entre la cruda realidad, de la bondad o maldad de la sociedad que permite todo esto…
No estoy seguro de que la película se rodara con la mejor calidad, pero los documentales concentran la atención enseguida en el contenido y mucho menos en las formas.
El asunto es ya casi eterno. El teatro como expresión no tiene visos de morir, pues el ser humano tiene necesidad de dar a conocer ideas y de darse a conocer a los demás a través de la palabra y de los elementos gestuales. Algo bien distinto es la forma de presentar esa palabra y esos actos gestuales. En ese sentido, el teatro tradicional no lo tiene precisamente fácil. Por mil razones evidentes: cambios sociales y culturales, renovaciones técnicas, competidores más poderosos y sencillos para el espectador…
El receptor del teatro no es el mismo que el de hace medio siglo, no está en las mismas condiciones ni sociales, ni económicas ni culturales. No es necesario que sean estas condiciones ni mejores ni peores, sencillamente es que son muy diferentes. ¿Cómo se puede comparar el nivel de información en este momento y en 1950, por ejemplo? ¿Son las mismas las relaciones sociales? Parece evidente que no. ¿Y las costumbres, horarios y ocupaciones? Seguramente no.
El contenido general de este tipo de teatro es de nivel popular y descriptivo, sin aspiraciones culturales ni ansias de despertar conciencias…; sencillamente aspira a hacer pasar un rato agradable a un espectador cansado y con pocas ganas de plantearse dudas mentales. Es un teatro pasado de moda. Aunque solo en cierto sentido pues se puede comprobar que una buena parte de la población responde de manera inmediata y positiva a esos impulsos y situaciones cómicas que suele presentar. Algo parecido ocurre en el cine. Es este un fenómeno que no debería ser rechazado a las primeras de cambio pues se hunde en raíces culturales muy hondas. Pero es que esta misma banalidad se la ofrece al espectador todo lo que, en otros formatos, se le mete en casa sin necesidad de salir a buscarlo.
Los competidores como el cine y la internet, con sus técnicas y con su potencia y los influjos culturales impuestos a base de publicidad y de promociones, han creado una nueva escala de valores estéticos y culturales en los que este tipo de teatro no encuentra fácil acomodo. Alguien expresaba en el coloquio ayer mismo la necesidad de darle a la semana de cine “más glamour” para conseguir que la gente se acercara a la sala. En buena medida venía a resumir lo que le está sucediendo al teatro, sobre todo a este tipo de teatro. Enseguida me acordé de todo lo de Hollyvood.
En cuanto vea algo que se le parezca a eso huyo del cine con la mano puesta en la nariz.
Para eso del glamour ya tenemos la visita de Michelle Obama a Marbella. Leo que todo el mundo pierde el trasero por conseguir audiencia y foto con la susodicha, se analizan las posibles ganancias que se van a conseguir por publicidad, se anota que muchas personas han cambiado a última hora su destino de vacaciones para venirse a la Costa del Sol, hay periodistas en busca de una foto por todas las esquinas, se gastan en seguridad todos mis impuestos… y todo el mundo anda como en visión beatífica del Espíritu Santo en forma de paloma negra.
De todo lo malo, que es todo, lo peor es sin duda que seguramente todo lo que se dice es verdad, o sea, que existen millones varios y engordados de subnormales profundos que se divierten y encauzan muchos ratos de sus vidas en estos valores y en estas imbecilidades. La madre que los trajo al mundo, a mí que me olviden, yo no quiero pertenecer a esa sociedad, que me devuelvan mis impuestos, que me dejen solo en mi cueva. Papanatas, imbéciles, tontos, lelos, abúlicos, impersonales, degradados, meapilas, alguacilillos, traseros lubricados, bobos…
Resulta que se nos ha aparecido la virgen negra y tenemos que hacerle un altar para llevarle flores y cantarle una novena. Pues, hala: Venid y vamos todos, con flores para Obama, con flores para Obama, que madre nuestra es. Chim pum. Será la nueva versión de aquella canción recordada: Americanos, os recibimos con alegría… Pero aquello tenía otro son y otra melodía. ¡Por luego!
jueves, 5 de agosto de 2010
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