miércoles, 11 de agosto de 2010

A ORILLAS DEL DUERO

Estuve ayer a orillas del Duero, a los pies de la amurallada Zamora, viendo pasar el agua con calma y sosegada, mientras miraba hacia las torres de la catedral y rastreaba las imágenes de los héroes medievales disputando en la Historia.

Fue con mi Miguel Ángel, con mi Sara, con Merce, con su familia y con Nena. Ellos pasan allí unos días de descanso y nosotros no podíamos resistir ya tantas fechas sin la imagen de Sara y de mis hijos. Sara sigue a su aire, a su aire moreno y felicísimo, con el agua y el sol, que la broncean tanto, y con el aire y la inmensidad de la llanura donde el sol aprieta con fuerza y sin rival.

A la misma orilla del Duero comimos y a la vera del Duero vimos pasar Castilla hacia la mar, con restos de Machado y estrofas de Gerardo Diego, con el Cid bravo y hasta insolente asomándose a las murallas, con Unamuno y con el luminoso Claudio Rodríguez, con el reducto inagotable de Agustín García Calvo, con…

Porque Zamora es tierra de estrofas de agua y de llanuras inmensas de ilusión, es cauce de todas las Castillas, es sendero de todo el padre Duero y es vértebra de Iberia, es secarral durísimo, “polvo, sudor y hierro…”, ara gigante mirando al cielo que se desploma tórrido. Pero es también oasis, reverberación de luz, vena de vida, eternidad de rezos, misterio mantenido, añoranza del tiempo.

El sol y el calor se amansaban a la orilla del río, a la sombra de los chopos que daban un contraste formidable frente a las piedras lisas de las murallas y de los edificios de la ciudad, al otro lado del río.

Solo el ocaso trajo un poco más de fresco y un empujón sabroso a disfrutar la brisa y el paseo. Y la noche sedujo nuestros pasos, cerró la luz del cielo para olvidar el día.
Castilla es muy diversa. Tan solo un día antes había estado hollando las crestas de nuestro Calvitero, y las hondonadas formidables de Hoyamoros. Montaña y río, llanura y valle, secarral y humedales, historia y novedad, frescura y sensación de ahogo…

Siguen siendo mis hijos mis primeros referentes, las espadañas que primero asoman en la línea del horizonte, los asientos en los que quiero descansar y en los que quiero dejar, antes que en ningún otro lugar, cualquier poso de imagen o de reflexión acerca de este camino que va hacia la mar sin remisión.

“Río Duero, río Duero, / nadie a acompañarte baja; / nadie se detiene a oír / tu eterna estrofa de agua… (…) Río Duero, río Duero, / nadie a estar contigo baja, / ya nadie quiere atender / tu eterna estrofa olvidada…”

No hay comentarios: