Hoy he comunicado a mis alumnos de las clases de la mañana que este será mi último año en activo. No había dicho ni una palabra hasta ahora porque me parecía -y me parece- que el desarrollo del curso no tenía que ser interrumpido por nada. Me guardaré para mí las imágenes que he visto de frente. Y me quedo, sin duda, con las caras de los alumnos más jóvenes, con las de aquellos que sé muy bien que son más esponja y mejor musgo en el que dejar caer la fina lluvia que empapa y crea humedad, a veces hasta física.
Lo cierto es que para mí mismo tampoco he querido forzar los pensamientos ni las imágenes y he procurado hurtarme todo aquello que me recordara que el tiempo se acaba. Pero ya no hay más tiempos ni más veces: todo se va despidiendo.
Y vuelven a mi mente -y casi a mis ojos- las palabras de Sancho para con su señor, don Quijote en el lecho de muerte: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben sino las de la melancolía.”
No quiero hacer hipérbole, porque no hay aquí muerte física, pero sí de la otra, del desprenderse un poco de ese quehacer diario de tantos años, de esa escala de valores en la que yo me encontraba, y me encuentro, tan bien y que considera la profesión educadora como una de las más nobles a las que puede dedicarse el ser humano. Y, entonces, reconozco dentro de mí una cierta caída en la melancolía, un afloramiento de algo que me acerca en alguna manera al fin de una vida dentro de la otra vida, un acabamiento dentro de otro acabamiento.
Tal vez porque, en el fondo, cualquier actividad humana no sea otra cosa que una lucha perdida de antemano contra la muerte, contra esa meta cada día aplazada que nos aguarda en cualquier recodo del camino.
Tendré que abrirme paso en otras formas de lucha por la vida. Porque he de jubilarme de las clases, de los horarios fijos, de los papeles tontos, de las notas idiotas, de la administración omnipotente, de algunas caras oscas, de palabras más tontas, de reacciones raras, de… Pero no de la vida, no del deseo de plantar cara a la sorpresa, a encontrarme con fuerzas cada día para meterle mano a las cosas. No querría caer en el desánimo del no hay más remedio ni del qué le vamos a hacer. Me gustaría formar escuadra con gente como Unamuno para proponer torneo y batalla contra la muerte: “!Oh, heroico Sancho, y cuán pocos advierten que ganaste la cumbre de la locura cuando tu amo se despeñaba en el abismo de la sensatez, y que sobre su lecho de muerte irradiaba tu fe; tu fe, Sancho; la fe de ti, que ni has muerto ni morirás! Don Quijote perdió su fe y muriose; tú la cobraste y vives; era preciso que él muriera en desengaño para que en engaño vivificante vivas tú.”
Seguramente fracasaré en todos mis empeños; eso no será lo más importante: lo esencial será tener empeños y derretirse en ellos. Ya veremos a ver cuáles pueden ser. Porque habrá que bajar a la prosa diaria, al menudeo de lo insignificante, a la intrahistoria. Veremos en qué para la cosa.
lunes, 24 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Gracias por su labor de docente. No soy de Béjar ni he sido alumna suya, pero me consta por algún amigo bejarano que sí lo fue, que su trabajo como profesor ha sido satisfactorio.
Saludos Lali O. de Urbina.
Me envía Ana, por correo, este breve comentario que no acierta a colgar en la red. A ver si a mí me sale. Ana ha sido compañera mía y ella sabe que la estimo mucho. En esto de internet parece que tanto ella como yo somos un poco manazas.
Gracias Ana y un beso ampo.
"Fuimos compañeros de trabajo "solo" durante diecinueve años. Desde que me fui de Béjar he seguido imaginándote disfrutando de tus clases y diciendo aquello de que realmente es un privilegio poder hablar de lo que te apasiona ante un público que te escucha.
También protestando de las burocracias, demagogias y demás -acias y -gogias, que en realidad nunca sirven a los intereses del alumno. Y, por supuesto, siempre te veo retirado con un libro entre las manos en el rinconcito del balcón de la sala. Era reconfortante... entre tanto ruido.
Un abrazo, Ana"
Otro muy grande para ti, Antonio.
Melancolia de cubrir etapas...pues sí,es muy humano despedirse de un tiempo que no volverá...pero se abren nuevas perspectivas con otros espacios temporales distintos que hay que saber aprovechar, y tienes muchos recursos en tus manos...¡a disfrutarlos!
Publicar un comentario