Que todos los caminos llevan a Roma termina siendo verdad o mentira según la definición y las variables que incluyamos en el concepto de Roma. Como casi siempre pasa con todos los conceptos.
El caso es que ayer volví a hollar y a padecer las llanuras del Sangusín. Y sentí al comenzar la caminata que aquello me podía con el frío y el viento. Menos mal que estuvo al quite Manolo y me endosó un chaleco que se erigió en un muro contra el aire. Otra pieza de tela me resguardó parte de mi cabeza y me prestó condiciones para seguir el paso. Pero sentí frío, mucho frío. Creo que ayer no volaba el grajo alto ni bajo; ese era el mejor indicador de la temperatura que sufríamos.
Pero allá que nos fuimos con Jesús, mirando el horizonte, admirando de qué manera las nubes se iban apoderando de la sierra hasta dejarla gris y poco agraciada para tomar alguna foto. El viento había congelado todas las charcas y en algunas había creado pequeñas olas de hielo sobre la superficie. Los árboles desnudos soportaban impávidos en medio de la llanura todas las inclemencias y los pájaros aguanieves se habían juntado, en una gran bandada, en medio de un prado muy amplio. ¿Qué pensarán las vacas, si es que piensan, toda la noche al raso?
Cuando, a media mañana, reponíamos fuerzas, refugiados al pie de una pared y junto al río, apareció un peregrino. Vestía pantalón corto pero se abrigaba las piernas con unas medias térmicas. Solo, en invierno, con el frío espantoso y camino del norte. Muy pronto descubrí su lejanía: sus pintas lo delataban.
“Hola”, espetó enseguida. “Hola”, le respondimos. Y ahí se acabó todo. Su castellano era muy escaso. Y entonces entré al quite:” Where are you from?” y otras cuantas preguntas bien cortitas. “I´ m Germany”, me dijo, y otras tantas respuestas bien sencillas, que uno no anda para demasiados excesos. Le ofrecimos un té caliente y aromático, de los de Manolo de toda la vida, que no hay más que decir, y unas nueces con una condición para comérselas: after lunch.
Seguro que al doblar la curva dio buena cuenta de ellas.
¡Un muchacho alemán, desde Sevilla, solo, hasta Santiago, en invierno, sin apenas equipaje…!
¿Qué buscará este hombre en el camino? ¿Qué le impulsa a perderse por estos fríos parajes? El camino es lo bueno, no la meta. Cuánto le tiene que dar al coco este muchacho. De aquí nos sale cualquier asentamiento en su cabeza y en su vida.
Me quedé pensativo y guardé su imagen durante todo el camino de vuelta. Por ahí seguirá con su camino. Y llegará a Santiago, y a Roma, a su Roma, que vete a saber cómo la estará construyendo. Lejos sonaban los ecos del carnaval. Otro camino que lleva también a Roma. Sospecho que a otra Roma bien distinta y con otras estaciones diferentes. No preguntéis por cuál me felicito.
Y hoy mi camino a Roma (escribo en mi diario cuando al día le queda casi todo por delante). Mi camino me lleva hasta Ávila. Otra vez hasta Ávila, una Roma distinta y muy gozosa para mí. Quizá en este trayecto me importe más la meta que el camino pues el fin justifica los medios que le pongo. Voy a ello.
lunes, 15 de febrero de 2010
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