domingo, 7 de febrero de 2010

ESE MADRID TAN GRANDE

Paseo bajo la columnata que da acceso, el principal, al cementerio de la Almudena. La mañana es templada y la primavera aún no apunta en la capital. Tampoco por estas sierras, que siempre son más tardías y excesivas. Siguen los castaños desnudos. Algunos pinos dan contraste con su verdor. A mis espaldas se extiende un cementerio enorme. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”. Se oyen rumores de fondo. Son los ecos de un mercadillo no lejano que rebosa de gente entre los puestos. “Todo a precio de crisis, señora. Lléveselo hoy y no se arrepentirá mañana. Bragas de señora para todo tipo de culos. A tres euros todo, oiga, a tres euritos…” "Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. Pasan coches aislados hacia el interior del cementerio. Prohibido circular por el interior a más de veinte kilómetros por hora. Un anciano diminuto sale tembloroso y saltarín del recinto; apenas puede tenerse en pie. ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va? ¿Quién cuida de él? ¿A quién ha cuidado él antes? Se pierde dando saltitos por entre los coches. En la calle que converge con la que llega al cementerio se halla el cementerio civil. Una tienda de flores aguarda que alguien se acuerde de sus deudos y deje allí un dinero. Los coches aparcan como pueden. La grúa hace de las suyas…

Sigo paseando bajo la columnata. Siguen los ecos comerciales, esa forma directa e inmediata de enfrentarse con la supervivencia. De pronto aparece un coche fúnebre seguido de un grupo de coches modernos y de buen porte. Otro entierro. Uno más. Aquí tiene que haber muchos cada día. “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”. El tráfago de coches en la calle lo llena casi todo. Apenas deja sitio para que el canto de algún pájaro descienda hasta el suelo y me acompañe durante unos pasos. Al fondo bulle la gran ciudad y en su interior expone impúdica todas las posibilidades de la vida. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”.

Tras un rato de espera, yo también me marcho hacia otro sitio. Y los coches, y el ruido, y el sonsonete de los vendedores, y los pájaros, y las floristas, y los rumores continuos de la ciudad… “Dios mío, qué solos se quedan los muertos”.

He pasado el fin de semana en Madrid, con mi gente más próxima, con la que yo más quiero. Y han sido unos días completitos, con comidas, con teatro, con compras, con saludos a amigos, con museos, con Madrid nocturno, con Madrid atascado y con Madrid matutino casi vacío. Y siempre con la sensación del bullicio, de las voces y los ecos, del ritmo desbordado de la vida. “Dios mío, que solos se quedan los muertos”. Dejé colgadas en Bejar algunas actividades. Qué le vamos a hacer: para otra vez será. Madrid seguía en el tajo, abierta de par en par, acogedora siempre, sin tiempo para mirarse a sí misma, “rompeolas de todas las Españas”.

Ah, y estuve en Rivas. Y tuve poco tiempo para estar con José Luis Morante, a quien le debo la amistad y la sabiduría. Y fui otra vez testigo de lo absurdo del tráfago comercial en el que todos andamos embarcados. Y admiré la fuerza y la maestría del mejor juglar de España, “El Brujo”, en su “El testigo”. Y me volví hacia Ávila para ver otra vez a mi Sara y sentirme el hombre más feliz del mundo. Y estoy de nuevo aquí, viendo pasar el tiempo, entre voces y ecos.

2 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

La lectura de su texto, me ha hecho pensar lo mucho que puede dar de sí un día, y las imágenes tan diferentes que lo completan.
Y su frase repetida, me ha recordado el poema de Bécquer, y la novela de Giardinelli y sus cuentos, y los cuentos de "Vidas ejemplares", ...y los que a mi nieta le he contado hoy.
Y no quiero terminar pensando lo tristes y solos que quedan los muertos.
Hoy ha hecho un día precioso de sol, para estar a gusto en la calle a mediodía. ¡Qué maravilla el sol!. ¡Qué bonito el cuento de "Juan y el sol" de Giardinelli!.

Saludos. Gelu

antonio merino dijo...

Coño, Antonio -lástima de incomunicación-, que también nosotros hemos estado en Madrid este fin de semana. Que fuimos a ver a Gerard y a la puesta en escena de "Abuela Olvido", el nuevo trabajo de Alicia que ha estrenado en el teatro Alcázar. La obra pretende descubrir, a través de la música y del diálogo casi constante de los pequeños con la escena, cómo reaccionan los niños ante la falta de memoria de los abuelos. Te hubiera gustado, abuelazo ya como eres. Otra vez será.