miércoles, 24 de febrero de 2010

LUDÓPATAS

Pararse a reflexionar acerca del hecho religioso me sigue pareciendo interesante; concretar el fenómeno religioso en religiones concretas me produce bastante desazón. Me sucede lo mismo que cuando pienso en las posibles vidas inteligentes por ahí por el universo y en el misterio que siempre acompaña a sus posibles vestigios cerca de nosotros. ¿No sería mejor que, en el caso improbable de la existencia de marcianos, por ejemplo, se dejaran ver, nos diéramos la mano, tomáramos unos vinos juntos y nos contáramos nuestras penas mutuamente? Pues no hay forma: que si hay vestigios, que si tal objeto extraño, que si solo en formas raras, que si… ¡Que si cuentos!

Pues, cuando uno le quiere poner cara y pies y cabeza a las religiones, sucede algo similar. Por ejemplo, esta religión llamada cristiana se basa en un camino de ida y vuelta en el que el Dios primero tienta a los seres y luego tiene que redimirlos. ¿No nos podíamos haber ahorrado todo el camino y haber optado simplemente por el gozo continuo y eterno desde el principio? ¿Pero esto qué es, el juego del perro y el gato? ¿Tan escasa categoría tiene el Dios y tanta afición tiene al asunto lúdico? Le vamos a tener que juzgar -y condenar- por ludópata. ¿Qué hacía el pobre antes de la creación del hombre, se aburría? Porque el ser humano no es eterno, pues entonces sería también Dios al poseer una de sus cualidades esenciales. ¿Y por qué se le ocurrió este juego tan cruel de la tentación en el paraíso? ¿A quién tenía que demostrar su capacidad para perdonar? ¿Ante quién tenía que sacar pecho? Qué chuleta el gachó. Luego -para más INRI- tiene que mandar nada menos que a su hijo para arreglar el desaguisado. Un Dios mandando a su hijo para redimir a unos seres a los que había puesto antes en el disparadero del pecado, del dolor y de la muerte. Y en lugar de juntarlos un buen día y explicarles la trama del argumento con absoluta sencillez, se dedica a dejar unos textos extraños, indirectos y sospechosos de invenciones múltiples, que tienen que interpretar unas personas extrañas y siempre en niveles reconocibles solo por los iniciados. Y sin renunciar a todos los infumables textos anteriores. Qué galimatías.

Porque los principios más claros para la práctica (esos del amor, de la solidaridad…) se deducen del sentido común y para eso no necesitamos tanto misterio.

¿Qué ocurriría si a cualquier religión le quitamos todo ese envoltorio de bruma y de oscuridad? Pues eso, claro, pues eso. Como a tantas cosas en la vida, por cierto.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Tienes un humor sarcástico e irónico, genial....como me he reido contigo (no de tí)...jejejejejeje.