Estoy deseando que el buen tiempo me saque a tomar el aire y a pasear por estos pagos y por estos montes que me rodean. Ahora la luz es ya más generosa y se queda más tiempo con nosotros. Empiezo a echar en falta costumbres que durante otros años me acompañaban y noticias que se me hacían casi cotidianas.
Porque las noticias tienen también su época y sus límites, parecen más de casa en un tiempo y más de fuera en otro diferente.
Vete a saber por qué, noto falta de imágenes de ciclistas que ya competían en carreras por el sur de España. Acaso ya lo hagan, pero yo no tengo constancia de ello. No sigo el ciclismo demasiado; hablo solo de la costumbre repetida, de ese eco que se te queda ahí pegado sin que te des cuenta y que te acompaña sin llamarlo. Es como si pasara un mes de febrero sin colorido carnavalesco y sin chirigotas para que yo me ría y me quede pensativo rumiando sobre las necesidades de los disfraces entre los seres humanos.
Me gusta el ciclismo en verano. Entonces sí, cuando las imágenes me insultan con un verde intenso en los campos franceses, mientras que yo me acobardo y me hago esclavo del calor y de la sequía. Después llega la Vuelta a España, y es otra cosa, es distinta la épica y es distinto el recipiente y el decorado por el que transcurre.
Cuando miro las imágenes, casi siempre hay unos personajes que me sirven de eco mientras me quedo en duermevela en mi sillón. Se repiten y se repiten, hablan y hablan para decir siempre lo mismo, son un ejemplo notable de lo que es una digresión continua, o, dicho en román paladino, de irse por las ramas y de entretener el tiempo con cualquier cosa.
Uno de esos personajes es Pedro Delgado, un antiguo ciclista que se ha convertido en comentarista por arte de birlibirloque y que viene a representar un buen resumen de ese mundillo de las dos ruedas y de los pedales. Bonachón él pero escasamente dotado para la exposición oral, ha terminado por convertirse, a base de horas y horas de perorar, en modelo lingüístico. A él le debe la lengua española expresiones que han fijado un nuevo significado en su boca y, a partir de ahí, en la de los demás. Un buen lexicólogo y semántico le tendría que atribuir la generalización de la locución “en ese sentido” con el significado causal y no consecutivo, por ejemplo.
Espero algún oído fino para que el verano próximo me lo confirme. Quién lo diría.
Es verdad que el idioma lo construimos entre todos, pero no estaría de más que les diéramos un poquito más de espacio a los que reflexionan acerca del mismo que a los que lo utilizan como mejor les indica el azar.
No sé si esta campaña también será este antiguo ciclista el encargado de poner voz a las carreras ciclistas. Por si acaso, me iré haciendo a la forma de mi sillón e invocaré al silencio para que me lleve, desde los ecos debilísimos, hasta el reino feliz de los sueños y del olvido.
N.B. ¿Por qué me habrá dado hoy por acordarme de este buen hombre? Hay días pa to.
viernes, 26 de febrero de 2010
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