domingo, 20 de septiembre de 2009

UN TORNILLO Y GUIOMAR (¿?)

Despido el verano colgado de un clavo, o más bien atado a un tornillo, dando vueltas y enroscando hacia adentro y hacia afuera. Por desgracia no es ni metáfora de nada ni hipérbole para pasar el rato. Ser un “manitas” conlleva estas cosas. Y comprar en Leroy Merlín lo que después tienes que desempaquetar, mirar, montar, y colgar tiene estas consecuencias. Si yo describiera aquí todo el proceso mañanero para colgar en una pared un armario fabricado con una materia parecida al plástico, estaría de nuevo en aquellos recordados artículos del carpintero que me arregló la terraza y del fontanero que me cambió los radiadores de la calefacción. No tengo ganas de volver a ello.

¡!Toda la mañana pegado a un tornillo!! Y a sus alrededores: enchufe colindante, medidas entre tacos, berbiquí y brocas, rotura de casi todo, hasta de las brocas, mierda al por mayor, enfado general, cuentas del tiempo perdido… Esto sí que no es salvar un momento del día; es perder toda una mañana en casi nada. Como un día se me desclave, tiro por la ventana el mueble con todo lo que tenga dentro.



Después de la lectura de esa especie de biografía espiritual de Antonio Machado, sigo inmerso en él y en todo lo que representa. Y he vuelto a la lectura de su obra. Ahora interesándome más por la prosa que por la poesía, si es que se puede separar, que para mí no está nada claro.

Me resulta un personaje inagotable y de él puedo beber en todo tiempo y ocasión.
Uno de los aspectos que me sugiere es el de la rectitud en la trayectoria vital y los posibles “despistes” que se puedan tener.

En este autor no es fácil buscar una espita por la que se hayan podido colar fallos, aunque conviene no mitificar nunca. Sin embargo, también en Machado algunos han buscado posibles huecos por los que hacer colar agua y no siempre limpia. Tal ha sido el caso de sus relaciones amorosas, fundamentalmente en esa relación de madurez con Pilar Valderrama, mujer de posición política, social y religiosa muy conservadora y totalmente diferente a la del poeta.

Siempre me ha parecido algo extraño lo que concierne a sus relaciones amorosas, incluidas las relativas a su joven esposa Leonor, sobre todo por la diferencia de edad y por los muy pocos años de Leonor para un noviazgo y para una boda. Pero los datos son los datos, la voluntad de cada uno es sagrada y todo apunta en sus poemas a un amor denso y conmovedor entre ambos. ¿Quién soy yo para meterme en su vida y en sus voluntades?

El caso de Pilar Valderrama parece como un retoño de lluvias tardías, en un momento en el que Machado estaba embarcado en una trayectoria vital, poética y social bien marcada. Las mismas consideraciones anteriores me sirven para este caso.

Se le ha achacado alguna cesión en el terreno religioso, social y político, con el fin de conseguir los favores amorosos de Pilar Valderrama. Ni siquiera hay pruebas definitivas de la naturaleza y mantenimiento de este enamoramiento. Desde luego, hay pruebas inequívocas de su posicionamiento radical a favor de los ideales sociales y republicanos y de que su postura religiosa, entre la duda constante y cierto poso cristiano, se mantuvo constante.

¿Pero el bueno de don Antonio no habría podido tener ni un pequeño respiro ante un nuevo brote, ante una rama verdecida, ante una florecilla que se asoma en medio de las eras?

No es el caso y por ello me sirve de ejemplo también para los que hayan querido oler esa flor nueva. ¡Pero es que aunque lo fuera! ¿Cómo se puede analizar toda una trayectoria vital por los resultados de una temporada?

Hay gente que anda con la pistola al cinto, aguardando cualquier descuido para disparar. Tal vez sin darse cuenta de que ellos están expuestos, como todos, a errar en cualquier sitio y de que andan casi siempre a la intemperie.

Se aplica a la poesía y a la vida, a la política y al trabajo, a la palabra y al silencio. Alguien dictó aquello de que “el que esté libre de pecado…”

Yo creo que Machado no anda ni en pecado venial, el buen hombre, el hombre bueno. Pero, coño, es que, aunque anduviera, habría que mirarlo con admiración, alzar la vista al frente y ver el panorama con la profundidad con la que él lo veía.

Entre el tornillo y Guiomar, se me marchó el verano. Otoño es la estación de la luz en estos pagos. Veremos si nos mira.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

La comprensión y la tolerancia, que falta nos hace!!.