martes, 22 de septiembre de 2009

COMO UN AFICIONADO

Con alguna frecuencia me cuestiono la bondad o la maldad de aquel lema de “aprendiz de mucho y maestro de nada”. A estas alturas de la vida, para mi caso ya no tiene aplicación real pues ni tendría tiempo ni acaso capacidad, y tengo claro que tal vez sea aprendiz de todo pero seguro que no soy maestro de nada. Alguna ventaja se le puede buscar: si fuera aprendiz de todo, me quedarían todos los caminos abiertos y todo por aprender; y acaso también la seguridad de que no debería tener la tentación de pontificar de nada ni por nada.

Pero las asociaciones a veces no solo se hacen de manera tan general; de vez en cuando es bueno fijar atención en apartados un poco más particulares. Por ejemplo, he dejado por escrito en más de una ocasión mi deseo de ser aprendiz en estos tres campos: algo de filosofía, algo de creación literaria y todo esto adornado en su base con unas gotitas de licor de humanismo razonador y razonable. Por ahí me gustaría moverme.

Yo querría moverme en unos predios de humanismo razonable que basara su salida, su camino y su meta en el ser humano, y que lo hiciera desde sus cualidades y desde sus miserias. Sin estridencias porque tengo más o menos claro que la razón es tan fantástica como poca cosa y que se le escapan demasiadas posibilidades, pero sin dejarme llevar por cualquier alucinación que me degrade y me sitúe en las manos de cualquier bruja o de cualquier ensalmo idiotizador esparcido en el aire por cualquier sátrapa del montón.

Me gustaría moverme como un aficionado más hacia las alturas de la verdad lógica, o acaso mejor hacia los humedales de la verdad ética, donde se pasta a gusto y no hace falta andar con el rabillo del ojo vigilando si los demás te roban la hierba.

Y me sentiría satisfecho si tuviera la posibilidad de acercarme a la recreación de alguna realidad desde los parámetros de la imaginación y desde el poder de ordenar ese mundillo nuevo desde mis apetencias.

Sé que, así enumerados, parecen tres mundos sencillos de ensayar, o al menos de esbozar; pero no se me oculta que cada uno de ellos implica demasiadas variables. Por eso me conformaría con hacerme mi composición de lugar y con salir a dar un paseo a ver qué pasa por ahí por esos mundos, sin grandes pretensiones, solo con la afición a cuestas y a lomos del sentido común y poco más.

La base humanista me llama cada día y me espera en cada esquina; para afirmarla o para negarla, me persigue y no puedo ni quiero darle la espalda. Con los otros dos apartados me las tengo que ver con menos insistencia, aunque me ha dado el arreón de hacerles un guiño cada día: lecturas, estas líneas, pensamientos, algún poema… Será inevitable que se me sirvan muchas veces en la misma copa y que creyendo andar en una me descubra en otra sin notarme extraño.

Acaso en estos pobres tanteos se me mezclen a veces los principios con los asombros y las formas ordenadas con los esbozos de verdad, o se me morirá el mar en brazos de la tarde pensando en las cadencias de las repeticiones, o tal vez se cruzarán la esencia y la existencia en un campo de humildes amapolas que dejan sus simientes en el suelo mientras se marchitan mirando con descaro hacia los cielos.

Y en esa mezcla rara me iré yo diluyendo y marchitando también, buscando algún apoyo en cualquier parte con algo de belleza entre las manos, si es posible.

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