Por fin llegó la lluvia. Algo de lluvia al menos. Un primer aguacero que me llevó a clavarme en la ventana para ver cómo el suelo se mojaba por primera vez después de mucho tiempo, para ver cómo mi plaza se lavaba, para sentir cómo, por primera vez, me he sentido a gusto por notar calor en el interior de mi casa, donde la temperatura alta ha buscado y encontrado refugio, para desear que siga lloviendo y que este primer amago sirva de heraldo y de adelantado en la conquista del otoño, para mirar al campo y creer que lo veo con otros ojos, para esperar que en pocos días los suelos me muestren otro color y otro sabor, para empezar a pensar en sentir cómo mis ropas se me empiezan a pegar al cuerpo y yo siento el gustillo del contacto, para mirar las hojas y verlas enseguida como redivivas y saciadas en su sed, para mirar al cielo y creerlo mi aliado y no mi enemigo en las horas centrales del día, para tener aún más certeza del cambio en nuestro clima, para apuntar que cada año el verano se alarga más y más, para ungirme de agua, para…
Hoy ha llovido y el cielo se ha quedado como en suspenso, como mirando al suelo y comprobando de qué manera sus gotas han tomado contacto con la tierra, de qué forma las nubes se han apoderado del cielo y hasta qué punto todo la estaba aguardando.
A mí me ha librado de llenarme de lluvia esta mañana, cuando hollaba los caminos que me han llevado de Béjar a Cantagallo (he escrito los caminos: ruta de las fábricas, el Rosal, vía del tren y cruce de carretera) y que me han devuelto por las laderas de la Francesa, el cedro centenario, la Centena, la Fuente del Lobo y el Regajo de los Moros hasta Béjar. No me habría importado llenarme de agua, anegarme de lluvia, llegar con mi cuerpo bien lavado de sudor, hacer cuenco en mis manos para beber del cielo, dar gracias a las fuerzas de la naturaleza en pleno campo.
Si necesita ánimos la lluvia, aquí los tiene. Que venga y que se quede con nosotros, que llene los regatos y las fuentes, que vuelva a hacer crecer la hierba de los prados, que desborden los ríos y regatos, que se llenen los charcos y pantanos, que vuelva todo al reino de las aguas.
Hoy ha llovido en Béjar. Ya era hora.
sábado, 12 de septiembre de 2009
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