domingo, 27 de septiembre de 2009

C´EST LA VIE

Otra vez Juan de Mairena: “Claro es que en el campo de la acción política, el más superficial y aparente, solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela.”

Hoy tocará ponerle alguna pega al maestro. Veamos. Si el campo de la acción política es el más superficial y aparente, ¿qué de especial tiene que el actuante ponga la vela donde sopla el aire? Al fin, le espera el triunfo. Y, si por analogía extiendo la imagen, en cualquier ámbito de la vida, estaría justificado este uso tan sospechoso de poner la vela donde sopla, o se prevea, que va a soplar el aire.

¿Es en verdad “el campo de la acción política” el más superficial y aparente? No entiendo las razones para esta consideración. Más bien me inclino a pensar que se trata de una de las actividades más nobles y hondas pues, no en vano, se trata de organizar razonable y justamente la vida de la polis y de los ciudadanos que la componen. Y bastante más superficial me parece la actividad individual que, por impulso y egoísmo, trata de las ventajas que cada ser particular puede adquirir al obrar de una forma o de otra.

Quiero pensar que Juan de Mairena, hombre sabio y prudente en todo momento, piensa en las servidumbres que la acción política de cada día parece exigir a los políticos: siempre hay que oponerse al Gobierno si se está en la oposición y hay que alabar al Gobierno si se está en el poder. Da la impresión de que todo lo que se separe de estas dos actitudes no encaja en ningún esquema. En ese sentido sí se le exige al político una vida de apariencia, de representación y de careta. ¡!Pero es esta la política que también hemos creado nosotros, los no representantes políticos!! ¿Por qué no silbamos hasta hacer desaparecer de la escena a todo el que se viste de lagarterana cuando con esa vestimenta no es otra cosa que un adefesio? ¿Por qué no le sacamos los colores a todo el que no es siempre como es en su pensamiento y le obligamos a hacer el ridículo poniéndole en situaciones absurdas? Somos nosotros mismos los que, como imbéciles de tres al cuarto, nos complacemos con este carnaval continuo.

¿Cuándo vamos a empezar a premiar a quien razona y, si es necesario, nos saca los colores, o sea, “a quien pretende que sople el aire donde pone la vela”? Y añado: y, si no tiene éxito, no ceja en el empeño de seguir pensando y exponiendo lo que cree que se acerca a la verdad, aunque sea reconociendo y aceptando su minoría. La mayoría no asegura nunca la verdad.

Hay mucho Groucho Marx por el mundo, dispuesto a cambiar de principios cuando observa que los que tiene no gustan a sus oyentes. Y hay mucho personal incitando a que siga este carnaval.

El sistema democrático, este que formalmente nos hemos dado por aquí, exige como paso inicial ganar las elecciones; solo después se puede empezar a actuar. Tengo la impresión -ya lo he escrito más veces- de que se nos va prácticamente toda la fuerza en esta primera parte, tan necesaria como inútil por sí sola, tan formal pero tan agotadora y tan imbécil, tan “aparente y tan superficial” vista solo desde esta perspectiva.

Pero quisiera ser un poco menos pesimista que Mairena y confiar en que quede algún rescoldo de dignidad y de honradez en el interior de las cenizas. Es verdad que a sus portadores no les auguro demasiados éxitos personales. C ´est la vie.

N.B. Mañana tengo invitación para hablar en público y en espacio público (fiesta de los Mártires de la Libertad en Béjar). Quizás tendría que decir algo de esto.

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