Y puesto que pertenezco al mundo, al más próximo y al más lejano y amplio, debía considerar mi aproximación a él o la naturaleza de mi pertenencia.
Lo hago desde unos parámetros que ni puedo ni quiero evitar. Naturalmente, son todos aquellos que identifican a los seres humanos. Ya lo he dicho muchas veces -seguro que me repito demasiado-: es solo la razón lo que me separa y nos separa del resto de los componentes del mundo. Somos seres racionales, que no siempre es lo mismo que seres razonables. En lo demás, somos iguales o inferiores. Pero descubro enseguida otras verdades -o a mí me lo parecen- que tengo que considerar. La primera es la de advertir que es imposible hacerse humano en solitario, sin la presencia y la interdependencia de los demás. Y diré algo más crudo: son los demás los que nos enseñan a ser humanos, los que nos configuran con sus hechos, con sus ejemplos, con su historia y con sus imposiciones y exigencias.
Me resultan sin fuelle -diría cosas más gordas, pero no tengo ganas- las teorías que cifran todo en el individuo, sin observar que no hay tal sin la presencia de los otros, que no hay caso que considerar sin la referencia múltiple de las personas que componen y han compuesto una comunidad. ¿Qué soy yo sino un recuelo cultural de una historia tejida por mis antepasados, de una escala de valores que me han ido presentando los otros a lo largo de los tiempos, el resultado incierto de una educación en la que han intervenido los demás, desde mis familiares hasta mis maestros y mis conciudadanos, el fin de una reflexión desde mis lecturas ideadas por otros seres…? ¿Cómo me comporto yo en la vida si no es desde lo que me requieren, y en alguna medida me imponen, los demás? ¿Actúo yo pará mí solo y para mi egoísmo? Y, aunque así fuera, ¿me voy a conformar sin que nadie me reconociera en mi egoísmo?
Y, sin embargo, aspiro muchas veces a la soledad, o al menos al silencio. Porque la relación no es fácil, porque los otros son impositores en mi vida, porque los otros no me dejan precisamente ser yo mismo en mis dominios, porque invaden ese territorio que yo querría tal vez para mí solo, sin darme cuenta a veces de que es casi imposible, porque (son palabras de Sartre) “el infierno son los otros”, porque casi siempre (me cuesta escribir “siempre”) somos lo que otros quieren que seamos.
Pero sigo el proceso y averiguo que, reconociendo esa necesidad de relación para entender la constitución del ser humano, no me resulta menos cierto que también necesito que los demás me reconozcan en mi individualidad, en mi parcela propia, en mi soledad, en mi singularidad. Si puede ser, que lo sea para el reconocimiento positivo, pero, que lo sea, aunque tenga que ser desde la rivalidad y el desacuerdo. ¿No es esta un aprueba más -en negativo- de que la humanización es cosa de todos?
De modo que veo esto de ser humano como algo en lo que luchan lo individual y lo colectivo, pero sin excluirse, porque se necesitan y no concibo nada sin la referencia de los demás. Son los demás los que me hacen humano, los que me contagian su humanidad, los que hacen conmigo el camino de la vida. Y de la muerte.
Mañana vienen mis amigos desde Málaga y desde Cáceres. Compartiré con ellos un par de días. Y me harán más humano. Espero que yo también a ellos. Compartiremos cosas. Por encima de todas el don de la palabra. Los espero ya mismo.
jueves, 30 de abril de 2009
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2 comentarios:
Que disfrutes de su compañia, y su estar todo lo que puedas, te sienta bien.
Vaya si hemos compartido cosas, también la palabra, pero hay gestos que llegan a lo más hondo del alma. No sé si debemos daros las gracias por las numerosísimas atenciones que habéis tenido con nosotros porque, como decía muchas veces Juan, a los amigos no hay que decirles gracias, sin embargo sí hemos de deciros, como anfitriones, que no nos ha pasado inadvertido cada gesto de amistad, cada detalle de entrega, cada acto de - por qué no decirlo- sí, de amor. Ahora entiendo mucho mejor lo que quieres decir cuando te afanas en recordarnos que no estamos solos, que somos parte de la creación, que nuestra vida no es única, que necesitamos de los demás, y que los demás también nos necesitan. En vosotros hemos tenido la prueba más concluyente. A ver si repetimos la experiencia y hacemos más cercanos en el tiempo los encuentros. Nos encantará teneros pronto en Cáceres a los cuatro y a la "eterna niña". Da un beso a Nena, también de Mercedes, y para ti un abrazo fuerte.
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