lunes, 6 de abril de 2009

PARA SACARLE PUNTA... Y OTRAS COSAS

Dejaba ayer apuntado que el sábado por la mañana hacíamos conjeturas acerca de si las ideas eran responsables de la Historia o era esta, la Historia, la que determinaba el fundamento de las ideas. Así de concentrados nos sentíamos. Tal vez porque estábamos altos, al pie del Pinajarro, cerca del cielo, en la contemplación de la primavera del valle y de la llanura inmensos.

Como me ocurre siempre, no tengo nada claro del todo. Creo que hay verdades que deben ser tales con independencia de los momentos de la Historia en los que se interpreten. No me imagino por dónde se puede resquebrajar algún concepto básico como los de compasión o la ley de gravedad, por ejemplo. Se me escapan las formas de que su definición esté al pairo de lo que vayan marcando los cambios en el discurrir del tiempo.

Pero no sabría decir cuántas son esas verdades ni hasta qué punto, incluso las que parecen más sólidas e inmutables, no son moldeadas a cada hora precisamente por los cambios que van dando forma a ese paso del tiempo. ¿La esencia del concepto de compasión es el mismo ahora que en la época tribal? Y, sobre todo, ¿la interpretación es la misma?

Qué débil y desnudo me siento persiguiendo estas verdades.

Me apabullan, sin embargo, las evidencias que me muestran a cada hora cómo se van adaptando las verdades a cada nuevo tiempo. El cielo era hermosísimo allá en lo alto, el valle se alejaba allá en el horizonte, desde lo alto se despeñaban los regatos en esta primavera de arco iris, una cascada ponía fondo sonoro al momento en el que dábamos cuenta de unos ricos manjares… Aquello olía a belleza.

Qué cosa tan extraña: la belleza. ¿Quién marca sus perfiles? ¿A quién le corresponde la labor de censor y de juez para crear el canon de belleza? ¿Existe por sí misma la belleza? Si otro buen caminante pasara por allí en otro momento, ¿sentiría de modo semejante? Los que allí estábamos sentíamos que aquello podía ser representado por la palabra belleza. Pero es, seguramente, porque hemos sido educados en una escala de valores semejante en la que eso que coincidíamos en llamar belleza se somete a unas variables determinadas por esa educación. De tal manera, que, si nuestras variables hubieran sido otras, aquello habría tenido otro olor y hubiera desprendido otro sabor. Por cierto, belleza o no belleza, allí estaba ya todo cuando nosotros llegamos y allí continuó todo cuando decidimos volvernos y allí seguirá todo el próximo día que nuestros pies cojan de nuevo esa senda.

Siempre termino poniendo rumbo a la pintura o a la creación literaria cuando mi mente se detiene en estos asuntos. Es en estas variables en las que mejor se me muestra la variabilidad de los conceptos, siempre sujetos a las modas y a un canon cambiante.

Si quisiera organizar esta simple idea con un poco más de carga, me sentiría enseguida en manos del materialismo histórico. Pero eso es ya tarea de otro momento.

Así que vengo a reconocer que, aun con mis dudas, es la Historia la que crea y moldea los conceptos. Se enfadarán Platón y su doctrina. Qué le vamos a hacer. Más se enfadaría la ideología reinante y su aplicación diaria si tuviéramos la paciencia de desarrollar esta simple idea. También en estos días de primavera, para volver a escribir sin escribir.

No hay comentarios: