lunes, 20 de abril de 2009

ESTA MALDITA CRISIS

Esta maldita crisis que tanto golpea a los que golpea siempre me pone de nuevo en el asiento para pensar un poco en su presencia. ¿Será verdad la crisis? Parecerá tontuna o incluso provocación que me pregunte por su existencia real. Advierto que no soy el único. Me inhibo y me retiro de presentir el origen. Pero tengo sospechas de que tiene que ver con intereses muy oscuros. El caso es que ahí está con todas sus garras. Y afecta a mucha gente, a gente que es muy próxima, aunque parezca a primera vista que yo me salvo de la quema. No es verdad. Sería una visión estrecha y, desde luego, muy egoísta. En la inercia del tiempo, todos estamos inmersos y todos soportamos o gozamos de las cosas según vayan los ritmos y procesos.

Veo a gente que se queda a la intemperie, con la desilusión de quien no puede hacer cálculos porque su futuro es el presente y nada más, con la incertidumbre de los suyos y con la zozobra de la hora siguiente. Miro y me miro. Y me siento un privilegiado porque mis necesidades las tengo cubiertas, porque alzo la vista y no encuentro nubarrones oscuros, porque me puedo permitir el lujo de ir a ver a mis amigos sin grandes estrecheces, porque tengo el tiempo libre para mí mismo y no para la desesperación, por casi todas las cosas… Soy un privilegiado y reconozco cierto sentido de culpa indefinido.

Pero sufro por no encontrar el sitio donde dejar palabras de protesta por este sistema que tan mal nos acoge, por no ver movimientos de protesta contra las bases que lo han generado, por no sentir el fuego de los intelectuales que siempre, pero mucho más en estas horas amargas, se tenían que atrever a gritar y a hacer fuego con la teoría, con los cómodos que ven venir el toro y se esconden en la talanquera, con los egoístas que esperan hasta el momento en que les toque a ellos, con los que aprovechan para personalizar las culpas tratando de sacar provecho político para cebarse con la carroña, con los que se regodean con la desgracia por el mismo motivo…

Y me enfado sobre todo conmigo mismo, que no sé dar salida a mis impulsos, que me achico en mis cosas, que me palpo y me arrugo con el tiempo, que no levanto el grito, que no concreto mis actuaciones, que en los últimos tiempos apenas articulo palabra sobre la cosa pública, que, con la coartada de no molestar a nadie, me sumerjo en el silencio demasiadas veces, que me he vuelto acaso un bueno de lata o de opereta, que no rompo mis versos y me echo a la calle a buscar la justicia.

¿Qué hacen ahora gritando por las calles los que han votado por el libre mercado? ¿Qué esperaban? ¿No querían té caliente? ¿Por qué no se solazan con la medicina que predican? ¿Y aquellos años azules y luminosos en los que todo parecía futuro y esperanza? ¿Dónde ha quedado aquello? Tal vez en los despachos y en los cargos, en las simples pensiones, en el paseo y la partida, en el partido y en el sillón. Es tal el despilfarro del sistema que no hay capacidad para embridarlo. Y es tanta su potencia que nadie osa mirarlo cara a cara.

En perspectiva histórica, la crisis es siempre crisis de crecimiento. ¿Y qué? ¿Para qué quieren todos los que se quedan en el camino la superación de la crisis si a ellos ya no les afectará? En algún sitio esbozaba este concepto hace muy pocos días. El tiempo y las prisas no dieron para más pero no me importaría desarrollarlo en escenario público. Si hemos de dejar paso a la simple selección de las especies, el mundo crecerá en lo positivo y seguirán los mejores haciendo de la especie un producto más fuerte. Pero será un proceso indefinido e infinito que no dará lugar a otra cosa que a monstruos cada vez más absurdos. Por ahí la división es periódica pura y no tiene final. No me interesa. Hay que aplicar la inteligencia humana como elemento corrector y de supervivencia de todos los que componemos la tribu. Ese es el comienzo de la socialización.

Lo malo de todo esto es que la única base que sustenta todo es el esfuerzo titánico de la inteligencia humana. Y tiene muchas fallas y rendijas. Eso sí, siempre menos que las explicaciones dogmáticas y esotéricas que se olvidan del hombre y lo animalizan sumergiéndolo en la pocilga de la resignación y del tendrá que ser así.

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