Definitivamente, los espacios y los tiempos son reducidos y sus límites los ponen los propios usuarios. O sea, que partimos de nosotros mismos y a nosotros mismos volvemos. Nuestras vidas se resumen en unas cuantas experiencias y en el limbo quedan todas las demás infinitas posibilidades, todo aquello que pudo ser y que nunca fue ni será.
Articular las consecuencias de este hecho no sé si merece la pena siquiera. Es verdad que, con frecuencia, alzo la vista y la imaginación, mi mundo se expande y alcanza otros límites más extensos. Pero también es verdad que, cuanto más se aleja, menor parece que es su intensidad. Es cuando vuelvo a lo próximo cuando me encuentro más implicado, cuando entiendo que todo depende un poco más de mí mismo y cuando, al fin y al cabo, vivo la vida con un poco más de tensión. Por eso entiendo tan bien la importancia que tiene convivir razonablemente con los allegados, no dar aquiescencia gratuita a cualquier cosa que llegue de fuera y pensar que lo que pueden hacer los que andan a mi lado, si le ponen ganas y un poco de razón, no desentona en nada de los santones de cualquier asunto y de cualquier especialidad. Ya sé que no se lleva todo esto, y menos en el mundo publicitario y publicitado que me ha tocado vivir, pero cada día lo siento como algo más real. Y, si yo lo siento, al menos para mí es más real.
No quisiera caer en el provincianismo ni en el aldeanismo, peo no me aparto del provincialismo y de las variables locales, por ejemplo. Cerca de mí sé que hay gente que piensa y que no lo hace mal, que hay gente que escribe y que no desentona en absoluto, que hay gente que hace música y yo la puedo escuchar, que hay gente que trabaja tan bien y tan mal como los de otros lugares, que hay gente que educa y tiene mirada alta, que hay gente que ama y ama sin egoísmo, que hay gente solidaria y lo es desde unos principios, que hay gente que sufre y se pregunta las razones de esos sufrimientos, que hay gente que pasa por el mundo con cierto honor y con cierta coherencia… Y que hay gente que no tiene ni un pase y pasa sin pena ni gloria rozándome casi. Y quizás no sea poca en número.
Sé que puedo crear desde mi habitación y desde mi terraza, que puedo viajar desde mi biblioteca, que puedo conversar sin ir muy lejos, que puedo proyectar para todo aquello que me rodea, que puedo alzar mi voz para gritar o para aplaudir lo que se halla a mi lado, que tengo un campo inmenso en el que arar sin pausa aquí mismo. Y, por si fuera poco, tengo una ventana electrónica que me trae hasta mí mismo todo el mundo, la voz de todas las personas y las pulsiones de todos los lugares.
Proclamo la verdad del microcosmos, la intensidad del aquí y del ahora, la certeza del yo como argumento. Será sencillamente que soy un egoísta, acaso será eso.
Y no excluyo por ello a todas las demás voces, no sé ser yo sin ser nosotros ni entiendo al ser humano sin ser un poco todos. Desde todos los sitios, desde todos los ángulos.
domingo, 25 de enero de 2009
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1 comentario:
Una mirada global para apreciar lo concreto y cotidiano....me gusta muchisimo la entrada de hoy.
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