viernes, 30 de enero de 2009

Y YO AQUÍ, MASCULLANDO

Suenan conciertos para oboe de Bach. Mis oídos me enseñan que tengo que cuidarlos para que los sonidos me lleguen y yo pueda gozar de su presencia. El fondo de mi pantalla grande, que hoy es el horizonte, se me muestra con un gris oscuro amenazante, camino inevitable hacia la lluvia. La veré entre cristales mientras alguien se peine y la deje colgar y deslizarse para desprenderse en gotas hasta el suelo.
Yo seguiré caliente, o mejor calentito, al amparo amistoso de esta calefacción que me aleja del frío del invierno. Hoy es casi febrero y en mi pueblo, aquel pueblo entre sierras del Quilama, no han podido celebrar la fiesta de sus toros. Sigue al aire la música con su suave cadencia. Me alimento de almendras, estos frutos secos que tanto me gustan: son como un tentempié de media tarde. Leo desde hace dos días un libro deslumbrante. Se publicó hace dos años pero yo no había tenido noticias de su existencia. Gracias, Ana Rodríguez, por la sugerencia. De boca a boca funcionan bien las cosas si esa boca responde a la llamada del sentido común. “El espejismo de Dios” Richard Dawkins. Aquí queda recomendado para cualquiera que lea estas líneas ahora o en otros días futuros. No se pierde el tiempo entre sus páginas. Y se abren muchas puertas, se caen muchas sombras y se ilumina el día.

Pero escucho en la radio algunas historias de ricos y de pobres, de gentes que se sumen en el paro después de pingües nóminas en las multinacionales. La crisis llega a todo hijo de vecino. Y afloran realidades escondidas en otras coordenadas. Ahora las cuentan ellos, sin saber que hay personas que las padecen siempre, también cuando ellos mismos y el mercado funcionaban de lujo. Afirmaba un directivo de multinacional -ahora desempleado- que en su época de curro tenía prima especial por cada empleado que lograra despedir. Parece que en algún momento sus tripas no dieron más de sí y dejó el empleo. Hoy se lo hubiera pensado según como anda el patio. Otra mujer se lamentaba porque ella y su marido también mordían el polvo del desempleo. Y andaban de cabeza. Ella era mileurista y su marido cobraba varias veces lo que ella llevaba hasta su casa. ¿Habrá aprendido ahora que hay mileuristas por todas las esquinas, y gentes que, después de llenarse de horas de trabajo, se marchan a su casa con bastantes menos euros que esos?

Los dramas humanos se suceden y se multiplican por todas partes. Pero lo que se multiplica es que tenía factores, o sea, que ya existía, aunque no se manifestara con la misma fuerza y el sistema pudiera soportarlo acudiendo al remedo de la caridad. ¿Dónde la cara humana del sistema? ¿Dónde el valor del ser humano como tal? ¿Por qué el sometimiento a tantas injusticias, incluso por aquellos que más las sufrían y las sufren? ¿Por qué tanto esclavo y encima agradecido?
Hoy volveré al maestro para robarle una cita, aunque lo hago de memoria. De don Antonio Machado es la siguiente idea: “Nunca el ser humano puede alcanzar ninguna cualidad tan importante como la de ser precisamente un ser humano”. Sé que no es del todo literal pero la idea es clavada.

Pues eso, que el sistema es una mierda. Y yo aquí mascullando, sin bajar a la calle a tumba abierta.

Sigue sonando Bach en los oboes. La tarde ya declina y el cielo se ha vestido con un color negruzco. ¿Será por fin la lluvia? ¿Quién será la mujer que ofrecerá su pelo para lavarse y que parezca lluvia? Me mojaría a su lado como una esponja en ascuas.

1 comentario:

antonio dijo...

Ciertas ocupaciones puntuales me han tenido alejado de tu blog en los últimos días. Aprovechando el fin de semana, he querido recuperar la lectura de tus entradas anteriores y, aunque este comentario no tenga nada que ver con la de hoy, aprovecho el espacio por si no revisas las antiguas.
Quiero volver ahora a tu entrada “¿OBJECIÓN? DE CONCIENCIA”.
Mira que admiro tu capacidad de análisis, la profundidad de tus reflexiones y tu deseo constante de conocer el porqué de las cosas. Mira que intento imitar la serenidad de tu pensamiento y desentrañar sus postulados. Mira que te sé ecuánime en tus juicios. Será por eso que, cuando veo aflorar en ti la visceralidad, me descolocas.
Confieso que no he tenido acceso, ni conozco texto alguno sobre Educación para la Ciudadanía, lo que me impide entrar a discutir sobre el fondo del asunto, y doy por bueno su contenido, más cuando ya se ha pronunciado en ese sentido el Tribunal Supremo. Lo que me lleva a darte un tirón de orejas, amparándome en nuestra vieja amistad, es, primero, que califiques como “acusación temeraria” el hecho de que se acuda a los tribunales cuando alguien crea vulnerados sus derechos, y en el caso que nos ocupa, a pesar de que sean casi insignificantes los votos en contra, algunos hay; por lo tanto, en puridad, no puede hablarse de temeridad.
Y, en segundo lugar, yo no quiero tampoco que los Tribunales utilicen sus resoluciones para dar consejos (ahora mismo no recuerdo ninguna sentencia en ese sentido), pero sí exijo que, además del fallo, que es solo una consecuencia del razonamiento jurídico, fundamenten sus resoluciones. Aún así, los jueces están obligados también a ejercer la tutela judicial.
Que nada más. Creo que pronto nos veremos y podremos discutirlo ante un plato de lentejas, aunque sea. La crisis es la crisis. Salud, hermano.