jueves, 15 de enero de 2009

Y NO SUPE QUÉ HACER

Las gentes dialogaban en voz baja delante de la puerta del tanatorio. Eran bastantes las personas que se hallaban en aquella especie de acera. Dentro imaginé más gente, gente de la más allegada, de la más próxima al fallecido. Porque se aproximaba la hora del entierro, marcado para las cinco en punto de la tarde. Y, aunque el día pintaba gris y oscuro, había mucha gente dialogando en la puerta del tanatorio. Solo se distinguían por el tono débil y apocado de su voz; por lo demás, podrían haber sido paseantes del Parque a media mañana.

Y hablaban de sus cosas, de las cosas que no tienen mucho sentido, de las minucias de cada día, de lo que sube la cesta de la compra y de la crisis, del perro y de los niños, de la nieve, del frío.

Y dentro estaba el muerto, con sus deudos. También estos eran deudos, pero los otros, los de dentro, eran los que tienen que estar a pie de obra, acompañando al que dice adiós, al que ya no responde ni se entera, y, sin embargo, se siente honrado con tener a la gente pendiente de su cuerpo. Todavía alguno de los más serenos se afanaba en confirmar algunos actos del entierro: las coronas, los coches, algunos familiares que llegaban tarde…

Muy cerca del féretro, la viuda mostraba silenciosa su cara indefensa y desconcertada, hundida en sus recuerdos y asustada ante el futuro que se le echaba encima. Todo el pasado era ahora para ella hermoso. Había borrado del horizonte cualquier momento negativo y apenas conservaba los días azules junto a su marido. Pero no decía nada. Tampoco oía a los otros.

Los miré un breve tiempo mientras me aproximaba hasta la peluquería, muy cercana al tanatorio. Tampoco yo supe qué hacer salvo pasar sin hacer ruido y procurando no llamar la atención.

Cuando salí de la peluquería, el cortejo fúnebre se estaba poniendo en marcha. Los coches enfilaban la calle camino de la iglesia. Yo me paré un momento hasta que la calle quedó despejada. Tampoco ahora supe qué hacer ni qué pensar. En lo alto del nido se posaba una cigüeña. Era la primera vez que la veía en el presente año. El cielo seguía gris y la tarde se estaba oscureciendo.

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