Hay días en los que te agota algún trabajo, otros en los que te agota algún pelma y otros en los que te agota un horario. Por fin hay algunos más en los que lo que te agota es la suma de todo lo anterior.
Hoy seguramente ha sido uno de ellos. La convivencia resulta realmente difícil y hay reuniones de trabajo en las que las opiniones son tan diversas y tan diferentes que a uno únicamente le queda el resguardo del silencio. Así que me quedaré en él.
Pero hay otras noticias que alcanzan la diana en su lugar más céntrico. Se ha resuelto judicialmente el asunto de la objeción de conciencia en la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y se ha hecho en contra de los que querían objetar. No es una sentencia más y a mí me resulta más cercana porque afecta a algo que tengo muy cerca en mi profesión.
El asunto general de la objeción de conciencia no se debería despachar con dos palabras, pero, en este caso, tal vez habría que hacerlo con una sola. No quiero seleccionar pues tendría que ser cualquier taco o expresión malsonante dedicados a estos objetores. Existe una figura jurídica que se llama acusación temeraria. Me parece que es el caso. Tendrían que haber condenado a los acusadores porque lo que buscaban no tiene ni pies ni cabeza. Tras todo este ruido no hay otra cosa que una sarta de mentiras, de integrismo y de lucha escandalosa por parcelas de poder. Me parece que la derecha se ha visto pillada por el tipo de oposición salvaje y sin sentido de la anterior legislatura y la inercia les ha llevado a este espectáculo bochornoso. En el fondo se contraponen elementos de oposición entre razón y religión, entre sabiduría y superstición, entre conciencia crítica y modorra mental. Y religión, superstición y modorra mental favorecen a los de siempre, a los inmovilistas y a los del “orden” para que todo siga como está. Me gustaría que, ya con la sentencia en la mano, se siguiera discutiendo sobre los contenidos y sobre los propósitos de esta asignatura naturalmente después de haber leído el texto jurídico y al menos alguno de los textos que se critican. Y, ya de paso, sobre los de todas las demás, tal vez para ver si sirven por sí mismas o si sirven en función de algo. Volveríamos de nuevo a repensar para qué enseñamos matemáticas o lengua, si para transmitir conceptos o para formar ciudadanos. Y volvería a aparecer la derecha y la izquierda. Y se volverían a poner de manifiesto los intereses de una ideología y de otra (si es que la otra es alguna ideología: yo lo dudo, por utilizar un eufemismo). Y tal vez hasta se pondrían de manifiesto otras situaciones sociales. Y acaso hasta alguno se rebelara y propusiera algún cambio de estructuras económicas y de poder. Y lo mismo hasta se caía alguna superstición. Y…
Estoy contento con esta noticia. Creo que tiene un largo alcance. Me preocupan dos variables. La primera es que el tribunal se embarque en dar consejos en algo que no le compete en absoluto: solo tiene que juzgar la legalidad o ilegalidad de lo que se le consulta, lo demás corresponde al legislativo. La segunda será la de seguir comprobando hasta qué punto este Gobierno se sigue “acongojando” en asuntos que tocan, aunque sea de refilón, a la religión y a sus representantes jerárquicos.
El Consejero de Educación de la Junta de Castilla y León decía hace un rato: “comprendo el desazón de los objetores”. Lo decía así, en masculino, seguramente desconociendo el significado -del uso ya se ve que no tiene ni idea- de esta palabra. Yo no siento la desazón; siento alegría por lo que se ha producido hoy. Y no llego a comprender cómo se puede haber llegado hasta aquí si no es desde la mala intención o desde la ignorancia más supina.
jueves, 29 de enero de 2009
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