domingo, 5 de octubre de 2008

PARA ADORNAR EL CUENTO

Apuro un breve rato para echar una mirada a los periódicos desde la ventana de mi ordenador. Tan flojeras me encuentro que poco más me queda en la chistera. Por medio de ellos me entero de lo que pasa por ahí fuera y me mantengo al filo de los días, viendo pasar el tiempo. En uno de ellos leo un artículo que habla de la publicación de un libro en castellano. No recuerdo el título ahora mismo. Lo que me importa es el asunto que trata. Tiene que ver con algo repetitivo en el mundo de las letras: la erudición y la cita falsa. Me apasiona.

Conozco a gente que no para de dar nombres de autores y de obras y, cuando echo cuentas, me doy cuenta de que sencillamente es imposible que esas lecturas se hayan producido, por tiempo y por ganas. Porque muchos de esos exhibicionistas confiesan en privado -a veces lo hacen incluso en público- que les cuesta llegar al fin de las páginas. Para adornar más el cuento, conviene que las citas sean de autores y obras escritas en otros idiomas, inglés y francés sobre todo, que es lo que mejor luce. Así, si uno se deja seducir, termina por quedarse turulato ante tanto conocimiento y ante tanto almacén de lecturas.

Leer parece algo estupendo, pero ni siquiera eso hay que santificarlo. Hay gente que no lee y tiene pensamiento, y criterio, y personalidad, y buen coco, y bondad, y sabe buscarle vueltas a la vida. Aquel que no lee sencillamente eso que se pierde. Hasta se pueden citar autores fantásticos de escasas lecturas. ¿Alguno puede pensar que San Juan de la Cruz se pasaba el día leyendo poesía? ¿Cuánto leería Cervantes? Yo le echaría una apuesta y creo que le ganaría ampliamente.

¿Por qué es tan frecuente esa presunción de lecturas y de influencias entre los creadores literarios? Sería bueno desmitificar un poco todo para situarse en un terreno cómodo y comprensible. Pero es que, si le quitamos la mitificación a ese mundo, tal vez se nos caigan los palos del sombrajo, se nos arruinen muchas subvenciones públicas y hasta termine por peligrar el trabajo de algunos que nos dedicamos a este mundillo desde el campo de la enseñanza. Que me lo dijo un día un amigo: no empujes a la expulsión de los curas de los centros de enseñanza por tratar temas irracionales, que tal vez los próximos seáis vosotros, los que dedicáis tiempo a los asuntos literarios, casi tan esotéricos como los otros. Un poco exagerado tal vez, pero no lo echo en saco roto. Cuánto castillo en el aire, cuánta retroalimentación, cuánto apoyo entre unos y otros, cuánta tormenta en vasos de agua.
Mientras tanto, las páginas siguen esperando. Muchas de la parte de acá de la orilla; quiero decir escritas por personas muy próximas a nosotros. Aunque no sean figurones ni formen parte del aparato de las subvenciones. Que pagamos entre todos, por cierto.

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