Estoy aprendiendo a medir los ruidos, el tono de la voz, los intervalos entre un sonido y otro, lo hermoso del silencio por contraste, la lucidez de la armonía, el ritmo acompasado… Y no estudio música ni por las mañanas ni por las tardes. Tampoco por las noches, aunque a veces pudiera parecerlo. Siempre me han agradado los contrastes, también los que van del sonido al silencio, los que alejan serenamente la preocupación y olvidan a la mente para seguir su curso como si estuvieran solos, sin molestar a nadie, los que ajustan su vida y su presencia a lo normal del mundo, y pasan como pasan las cosas en medio del barullo, sin ser notadas.
Anhelo en estos días el silencio, el silencio de la tranquilidad, el silencio que asegura serenidad y no desasosiego, el silencio que me permite sumergirme en la paz y el abandono, aunque sea por un rato, el silencio que me anima a llevar con paciencia los ratos de excitación y exceso verborreico. Me gustan los contrastes pero pido el silencio en estos días lentos.
Al menos el paisaje me ha traído la lluvia, me ha llenado de verdes que oscurecen y de ocres que dibujan el otoño, de niebla en la ladera y de paraguas que pueblan estas calles. He salido al espacio y he paseado calle Mayor arriba. Los comercios siguen vacíos en estos días de crisis que ya se hacen eternos. Se ha limpiado la atmósfera. He respirado el aire humedecido.
Y sigo junto al ritmo de mi madre, que pregunta en pequeños paréntesis por otros días lejanos y hace vibrar centellas que se alejan velocísimas hacia el infinito. Hoy es siete de octubre y aquí estamos.
martes, 7 de octubre de 2008
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1 comentario:
Hoy es siete de octubre y aquí estamos, y esta prosa tuya de este día que se acaba es bien poética.
Hoy me acordé de vosotros al ver el humo saliendo de los puestos de castañas (cada año los montan antes, y eso que yo había pensado que este año con la crisis no habría castañas), y pensé: lástima que Antonio no pueda ver el cuadro: tres guiris en bikini en la cola para comprar castañas, y el castañero soltando alguna que otra ordinariez. Tú te habrías reído un rato, y más tarde habrías transformado en poesía la escena costumbrista.
Besos y ánimo, (que la cuesta no es ya tan empinada).
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