jueves, 9 de octubre de 2008

LA VIDA ES UN SEMÁFORO EN ROJO

A las ocho deprisa y a las nueve corriendo. Por el medio un recital poético en el Cervantes de tres poetas hispanoamericanos. Qué osadía desde la concejalía de cultura la de programar esta actividad en lugar tan lujoso, en tarde tan desapacible y en época otoñal. Pues hay que aplaudir por la osadía, por lanzarse a los ruedos a ver qué pasa en ellos, por proclamar que hay cosas que existen por ahí fuera, a pesar de todos los pesares.
Miguel Aguilar Carrillo (Méjico), Juan Cameron (Chile) y Sonia Luz Carrillo (Perú) se subieron arriba y recitaron sus poemas. Nos trajeron a las treinta personas que nos sentábamos en las butacas aires frescos de otras tierras en forma de sonidos, de entonaciones y de temas. Cada uno a su aire, cada cual a su forma, todos desde el poder de la poesía como arma para descargar una visión del mundo siempre original y única. De Miguel Aguilar Carrillo había leído ayer mismo su “Muchacha en la playa”, muy sugerente en imágenes, muy visual y sensitiva. Con San Juan al fondo, con el intento del nivel de la contemplación como objetivo último: “No te dijeron las casi transparentes / e inmaculadas que es pecado / pervertir la luz entera y el aire / con tu aroma a cada paso / a cada vuelo de tu muslo / y ondulante cadera y cintura y pechos y clavículas / profundas?”. Bastante menos me interesa su libro “Laberinto del cuerpo” pero eso poco importa. Y me acercó a otros temas inmediatos Juan Cameron, con su actitud rebelde y su entrega sin pausa, con la presencia de temas más sociales.

Lo he dicho en otras ocasiones, el acceso a la poesía se hace por registros infinitos, aunque no todo vale ni se encuentra a la altura del nivel de la poesía. Hoy estos poetas me trajeron aromas de otros sitios que yo recojo al vuelo de estas líneas.

Y decía en un verso Miguel Aguilar Carrillo algo así: “La vida es un semáforo en rojo”. Acaso está en lo cierto. La vida es un pecado de lesa religión. Siempre prohibiendo cosas, alentando el miedo y el espanto, gritando al respetable sin descanso para que no se mueva ni se altere, para que acepte siempre las verdades impuestas por los sátrapas, para que no investigue, para que no se harte del árbol de la ciencia ni coma la manzana de la sabiduría, para que los pudientes sigan siempre pudiendo, para que no nos lastren con verdades amargas, para que no miremos la piel de nuestro cuerpo y aprendamos con ella lo hermoso y lo inmediato de la vida, para que no elevemos al cielo la protesta, para que no, para que no, para que no.

Menos mal que hay semáforos en verde, aunque sea poco rato, hasta que llega el ámbar y vuelve a acojonarnos porque se anuncia el rojo nuevamente. No se puede robar ni al poderoso, no se puede pensar: es peligroso, no se puede gozar: hay que dejarlo para mejores mundos, cuidado con salirte de la ruta, peligro si se rompen los horarios, imaginarte tuyo por un tiempo y convertirte en un dios menor es un pecado que se castiga con el dolor eterno: quisiste ser como Dios y te aguarda la lucha del día de Armagedón.

Me quedo con los versos de Gabriel Zaid que encabezan el libro de Carrillo: “Así surges del agua, / clarísima, / y tus largos cabellos son del mar todavía”. Pues eso.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Jo, Antonio todo lo que me he perdido,me da rabia, un encuentro así en el Cervantes y entre poetas, hubiera sido capaz de subir y volver a bajar(tengo cosillas que hacer), ya me contaras.