domingo, 15 de junio de 2008

UNA PÁGINA MÁS



Ya veo el final del túnel de este trabajo extra de la selectividad. Vaya atracón de exámenes, vaya muestra académica de cómo están nuestros estudiantes. Uno tiene la impresión de que algo se puede concluir después de pasar los ojos por tantas páginas, de que algo se podría opinar con certeza acerca de los valores y de las deficiencias de estas generaciones jóvenes. A mí nadie me pregunta al respecto. Con frecuencia leo informes exhaustivos y me río con desdén. La vida es un conjunto de valores y de intereses personales. Mover a muchos individuos supone tener claros cuáles son sus intereses: por ellos se mueven y con ellos pasan la vida. En general, no creo que la situación sea tan alarmante como algunos nos la quieren presentar, sobre todo si sus críticas siguen dando la matraca con la importancia de la memoria y se olvidan de lo esencial que resulta que una persona sea autosuficiente en el pensamiento y en la opinión, o sea, que sea capaz de tener criterio y que este sea razonado. Tal vez porque a todos esos adalides de la catástrofe realmente no les interese que se cultiven estos últimos apartados. Ya se sabe que una comunidad educada y pensante termina por causar dificultades y protesta.
En fin, que adiós a todos los muchachos que pasaron esos días tan estresados en los exámenes. Yo también los he pasado con la corrección. Pero todo pasa, dentro de tres días nadie se acordará, y la vida seguirá como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Cuando pase el tiempo, a propósito de no se sabe qué, tal vez se recordarán detalles de aquellos días de selectividad. Yo prefiero olvidarme hasta de los detalles.

Pero no me olvido de mis paseos por el campo, de las alergias que se me han desatado como hacía mucho tiempo que no me ocurría, de mis ánimos y de mis desánimos y hasta de la eurocopa, ese fenómeno creado y engordado como siempre para mayor gloria y dinero de los medios de comunicación. No está mal como sedante frente a tanto disgusto y tanta crisis como se cierne sobre nuestras cabezas. Y Ángel que se nos ha acojonado y se nos ha quedado en casa, con un montón de años encima de repente, como viendo venir otra situación a la que no estaba acostumbrado y en la que se siente perplejo y sin saber a qué carta quedarse. La inminencia del tiempo, del tiempo derramado, del tiempo ya vivido, del tiempo del pasado, del escasito tiempo del futuro, del tiempo y realidad en que vivimos. Todos, Ángel. También nosotros. Todos.

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