martes, 10 de junio de 2008

PARÉNTESIS

Escaso tiempo, pocas ganas y un encontronazo casual con un texto manuscrito de no sé cuánto tiempo atrás me hacen recuperar estas palabras que me vienen muy al caso de mis ocupaciones de estos días en Selectividad.

PARÉNTESIS

La mañana se dora en los cristales,
en un guiño de luz y de verano.
El sol baña los bancos de los parques
donde se aman los jóvenes. Me siento
a esperar a que lleguen los muchachos,
cargados con rumores de la vida
que se cifran en días de Selectividad.

En desiguales surcos que siembran en la hojas
dan plante a Cicerón y a sus discursos,
escudriñan la mente de Aristóteles,
intentan resolver las ecuaciones
o adivinar los nombres de viejas catedrales.

Se encierran en un mundo enajenado
como prueba eficiente de la supervivencia:
("Tienes que hacerte un hombre, el mercado
te expulsa si no eres competitivo;
aprovecha, hijo mío, y hazte un hueco,
depués ya tendrás tiempo de degustar la vida:
ya sabes, amplio piso con vistas exteriores,
vacaciones pagadas al contado
y dos coches al uso de marcas conocidas")

Y sobreviven todos -pongamos casi todos-
a esta prueba que ensalza la no-vida,
incluso a los cuidados excesivos
de todos sus guardianes profesores,
a los que amablemente les propongo
que jueguen a jugar, tan solo a eso,
y olviden su trabajo de vampiros.

Porque la vida sigue plantada en los jardines,
en los bancos ardientes que sostienen
los besos y las ansias de estos graves muchachos.
Laura no está en las aulas con Petrarca,
toma copas y fuma por los bares,
se retuerce de gusto cuando la miran ojos
que la invitan con guiños
a violar los secretos de la noche.

Por eso, al terminar este paréntesis
de ensayos y de cifras, de sintagmas,
de contextos, teoremas y de incógnitas,
quiero ver a los jóvenes volver hasta los parques,
violar la noche entera
como vestal que añora
la apertura solemne de los templos.

La vida se desploma en línea recta:
"en polvo, en humo, en viento, en sombra, en nada".

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