jueves, 19 de junio de 2008

DANDO LA NOTA



Dos son los momentos casi insalvables para mí en este mundo apasionante de la educación. El primero tiene que ver con la corrección de exámenes. Siempre con la certeza de que unos folios escritos apenas dibujan difusamente las capacidades de una persona a la que, sin embargo, hay que notificarle que ese escrito es correcto o que es manifiestamente mejorable. El otro se produce precisamente por estas fechas. Es el momento de las notas finales. Entonces, la certeza de que la nota solo es aproximación a las cualidades que atesora el alumno y de que, en otras ocasiones, se hace la vista demasiado el sueco y se deja pasar todo, es muy visible. Confieso que lo paso mal, que nunca lo he superado y que ya no lo voy a superar jamás. Cada año descreo más de las notas, de la relación entre estas y las capacidades y esfuerzos de los alumnos, y de la utilidad que puedan tener las mismas. ¿Para qué sirven en realidad? Si al menos fueran las de estímulo, es decir, las positivas, lo entendería, pero las negativas no concibo que lleven a otro sitio que a la frustración. Lo malo es que hemos acostumbrado a los alumnos a ese juego, y entran en él como un mal jugador cualquiera, y apartarse de lo que dicten los exámenes sería para ellos algo aún peor y menos entendible. Cada alumno es lo que es, tiene las potencialidades que tiene y esas son las que hay que potenciar y desarrollar; y, si un año no lo hacen, peor para ellos, se han quedado estancados por un tiempo. Otro tiempo vendrá en el que lo hagan mejor. ¿Quién soy yo para ordenar su vida y para frustrar sus ilusiones? Resultado: cada vez me cuesta más suspender a nadie. No creo que por ello disminuya el esfuerzo de cada día. Ya compensan otros con suspensos a todo trapo. Siento la complicidad de los alumnos, que lo sufren y parece que lo hacen como si fueran esclavos agradecidos. Esto me apena. Cómo me gustaría partir un año del aprobado general. A ver qué pasaba. Creo que el aprendizaje no se iba a resentir. Y cuánta mala baba se iba a eliminar. Tal vez sean solo ilusiones mías.
Menos mal que el trago de este año está casi pasado. El próximo ya veremos.

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