lunes, 16 de junio de 2008

INTERTEXTUALIDAD


Dicen que nada existe
si no es antes nombrado,
que el dorso refulgente de una mesa
no da luz ni soporta las palmas de mis manos
sin los cuatro sonidos de la palabra mesa.

Una eme que concita en los labios
una balsa de amor, mientras el aire
aspira a ver el mundo por otras oquedades
y se apoya, amistosa,
en una e que destruye
los diques de la presa y se proclama
vibrante con sus tonos y sus trajes
de juventud sonora.
Silva la ese un fresco que se alivia
con la presencia franca de la a,
abierta al mundo, convencida y cierta
de que todo sonríe en su presencia.

Mesa, amor, golondrina, alondra, vida...

Tú superas las leyes y los usos
pues no puedo nombrarte
sin pedirte que vengas con tu cuerpo
a llenar de certeza las palabras.
¿Qué sería de tu nombre sin tu boca,
que repitiera en ecos cada letra,
que diera fe de tantas vibraciones,
de vocales al viento, de nasales
furtivas y sedientas de tus ecos?

No me dejes tan solo con tu nombre;
es tu nombre sin ti un eco sin rumbo,
una huella en la arena de la tarde,
un sueño entre humo y niebla.

Deja que la palabra
navegue libremente por tu cuerpo
y se pierda en las olas de tus mares.

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