miércoles, 25 de junio de 2008
¿QUÉ PASA POR AHÍ FUERA?
¿Qué pasa por ahí fuera? ¿Hay alguien? Por supuesto que hay seres. Hay personas, hay animales, hay objetos, hay árboles que viven, hay elementos que se mantienen. Lo importante no es eso sino cómo mantienen su existencia y en qué medida me siento concernido por la misma. Los medios nos simplifican, nos empequeñecen, nos dirigen y nos aniquilan a su antojo, reducen la realidad, jibarizan la existencia. Según esto, yo -y los demás- tendríamos que estar empapados por todo lo que sucede en el PP, por ejemplo, que ha celebrado este fin de semana su congreso nacional y se ha reorganizado para otros cuantos años. Pues no estoy nada seguro de que a mí me haya quitado demasiado el sueño. A pesar de las páginas, de los artículos, de los editoriales y de las noticias a gogó. Parece como si mi cuerpo me mantuviera en otras ocupaciones, como si mi ánimo tuviera otras direcciones por las que circular y mis días me mandaran aromas de otro tipo. Dentro de nada le ocurrirá lo mismo al PSOE y no sé si no me sucederá algo similar. Y no es que no me interese lo que pase por ahí, es que me interesa de otra manera. Observo y todo me parece que se reduce, por parte de todos, sobre todo de los medios de comunicación (otra vez los medios de comunicación), a luchas personales. Todo se personaliza, todos son héroes por una hora y villanos de por vida, todos son partidarios de uno pero no de una (idea). Y así todo se va en fregados de segundo orden, convertidos en zancadillas y en fotografías. No, no es esta la realidad que me interesa y no creo que entre en ella ya nunca. Mi edad y mi situación no dan para ello.
Porque este enfrentamiento personal es el que está presente en el desarrollo de la sociedad en la que vivimos. Todo es enfrentamiento, éxito o fracaso. Como si no fuéramos capaces de mirar en conjunto para nada, siendo así que cada día somos más en este pequeño planeta y no podemos definirnos sin la presencia de los otros.
Hoy mismo he asistido al momento en el que muchos alumnos recogían sus notas. Éxitos y fracasos, más éxitos y más fracasos. ¿Para qué? ¿De qué sirve todo esto? Lo único visible son las malas caras y los disgustos. Y esas caras que no se olvidarán con frecuencia porque pusieron una gota de lluvia oscura en la trayectoria de toda una vida, siempre más amplia y más compleja.
Si nos juzgáramos a nosotros mismos con la misma crudeza. Pero ese es otro cantar que suena en otra escala muy diferente. O sea, que pasan cosas, claro que pasan cosas, aunque yo no las quiera oír ni ver porque no me proporcionan ni un gramo de bienestar.
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