Cada día voy al Instituo en el que trabajo en el coche de san Fernando. No me lleva el asunto más de diez minutos. Mi mente se despeja, mis músculos se estiran, me da tiempo a ordenar algunas ideas y a planificar dos o tres actividades. Por el camino me topo con los de siempre, con ese grupo de personas que realiza el mismo trayecto en dirección contraria o en la mía: algunos trabajadores de un edificio que ya va viendo su fin, bastantes coches que dejan a los muchachos en el colegio de las Salesianas, escasos muchachos que salen de sus casas como furtivos y que llevan mi misma dirección, los pintores que recogen materia prima en un almacén, cualquier despistado que se acerca a la plaza del mercado (adónde irá a esas horas)y hasta alguna persona que, por su atuendo, lleva la cara de los que tienen ganas de caminar.
Pero también me encuentro cada día con cuatro obras que, a esas horas de la mañana, ya producen un ruido infernal, tanto como para no dejar dormir a los vecinos y como para hacer estallar los nervios al más calmado. De poco sirve que uno trate de echarle paciencia y comprensión. Por si fuera poco, llevan en ese plan toda la eternidad y parece que son el cuento de nunca a cabar. Como esta ciudad es una ciudad estrecha en todas las acepciones, también en lo que se refiere a las calles, la irritación, por la proximidad del ruido, es mucho mayor. Es esta, la del ruido, una variable que casi nadie tiene en cuenta a la hora de conceder permisos de obras o de valorar o repartir beneficios. Hay vecinos que, con su aguante, han pagado el valor de los pisos varias veces. ¿Quién está dispuesto a añadir el valor ecológico del ruido para descontarlo del de la casa y agradecérselo de alguna manera a los vecinos? A mí mismo me parece que suena a chiste esto que señalo aquí. Lo que interesa es la pasta, la pasta y, en último lugar, la pasta. La ganacia, el tanto por ciento, la venta y el banco. Lo demás es de tontos, o de ilusos. Como yo mismo. Algo se tendría que pensar el Ayuntamiento,al menos este Ayuntamiento, que debería responder a unos criterios más sociales y menos pecuniarios.Porque yo, que voy de paso, estoy de ruidos hasta el cogote. Pobres vecinos que lo soportan todo el día. Pobres. ¿Sería mucho exigirles un tiempo y un horario tasados para la producción de ruidos?
Por si fuera poco, cuando llego a la Plaza, me encuentro con que los adoquines del patio de mi Instituto están todos levantados. Apenas han durado uno o dos años desde que, aquella "gloriosa" escuela taller los colocara de aquella manera, yo hiciera un comentario público sobre la tardanza de dichas obras y estuvieran a punto de colgarme en picota, con manipulación de alumnos incluida. No siento ningún gusto por tener que darme la razón al cabo del tiempo, pero hay muchas cosas que son de sentido común, casi todas.
El capitulillo que entonces le dedicamos a aquellas obras se lo podíamos fotocopiar a las que se realizan en la plaza de los Soportales de Pizarro (o algo así). Y es que,a veces, la defensa que uno quiere hacer de lo público le sale por la culata y los hechos terminan por evidenciar lo contrario. Pero algo hay que hacer. O al menos que decir. En esta ciudad y en las demás, porque es este un mal universal y epidemia que puebla todos los urbanismos.
Y todo esto en el aniversario del Che, ese icono para tanta gente, también para mí, que llenó tantas paredes y tantas ilusiones. Hoy no creo que llene tantas paredes pero sí muchas ilusiones, con sus pros y con sus contras, como todo mito, como todo humano en el fondo. Ay, soldadito de Bolivia, solddito boliviano...
martes, 9 de octubre de 2007
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1 comentario:
Es cierto que poca gente recuerda cuando murio "Ernesto"...hoy es un dia de luto para algunos..para otros un dia de fiesta(no lo olvides)....Para mi, personalmente,un dia de luto...
Personaje de la historia que admiro...es de los pocos que han ido contra "la mayor democracia mundial"...(jeje...me hace gracia esa frase cada vez que la oigo...)y asi le fue...
Un minuto de silencio.
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