viernes, 26 de octubre de 2007

¿PRINCIPIO O FINAL?

En la comida de despedida por jubilación que hemos celebrado esta mañana, en honor de Aniceto, proponía a los que comían conmigo y le sacaban fruto a los muchos euros del coste del festejo si, a su juicio, la ciencia tiene ya conquistados todos los principios básicos o, por el contrario, andamos empezando en esto de la investigación. Si fuera verdad la primera propuesta, habría que entender que lo que falta son detalles y aplicaciones concretas de los principios básicos, por muchas que estas sean. Si venciera la segunda tesis, habría que pensar en un futuro desconocido que podría cambiar radicalmente nuestra visión de la vida y nuestra forma de pensar.
Aparentemente -ya he realizado la prueba otras veces- todos tendemos a pensar que andamos en mantillas y que a la ciencia le queda todo o casi todo por descubrir. Es algo así como si pensáramos en perspectiva y comprobáramos todo lo que se ha ido adelantando a lo largo de la Historia, y mucho más en los últimos años.
Pero no es tan sencilla la solución como a primera vista pudiera parecer. Para empezar, no parece descabellado defender que la ciencia y la mente humanas tienen que tener algún límite y que algún día se tendrá que llegar a él, aunque no se tenga claro cuándo puede ser. Por otra parte, los principios básicos -no las aplicaciones- ni son tantos ni mucho menos se descubren con facilidad, porque cada descubrimiento básico pone patas arriba casi todo el modelo de explicación del mundo. ¿Cuántos son los principios básicos, después de la teoría de la relatividad, que se han descubierto? Tal vez algo de física cuántica y nada más. No es sencillo. Es verdad que sabemos poco de la mente humana, pero cada día vamos poniendo al descubierto un poco más de esa masa encefálica que regula y da sentido a nuestra vida; y, aunque de momento todo nos produce estupor y anonadamiento al intuir lo maravillosa que es esa máquina y la red de conexiones que en ella se establece, no es menos cierto que esa máquina es finita, que dura lo que dura y que pierde funciones día a día y hora a hora. También podríamos pensar que esa mente puede ir evolucionando y mejorando. Cuán largo me lo fiáis. ¿La mente de Platón era inferior a la de los filósofos actuales? ¿En estos dos mil años ha crecido el número de células cerebrales y la densidad de las conexiones entre ellas? Esto, de producirse, se hace a una velocidad de tortuga enferma y sin patas, y, de hecho, uno tiene la sensación de que, aunque en aplicaciones técnicas avanzamos a marchas forzadas, en sentimientos y en mundo emocional andamos a la par de hace milenios.
De modo que uno no lo tiene nada claro, aunque, repito, alucino en cuanto leo algo que tiene que ver con la definición del cerebro y con su presunto funcionamiento. Acojonante, deslumbrante, qué maravilla, lo mejor de lo mejor, el one, el best.
Y nosotros tan burros y tan imbéciles.
En cualquier caso, en el comienzo o en el final, viva la ciencia. Pero sobre todo que viva Aniceto, que hoy se jubilaba, pasaba a la vida sin horarios. Nosotros -qué ocurrencias- le hemos regalado un reloj. Como si necesitara medir las horas. Qué mala leche. Enhorabuena.

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