viernes, 5 de octubre de 2007

AQUÍ SEGUIMOS

No sé cuánto hace que no doy cuenta de mis lecturas. Siguen siendo abundantes. Y sigo concentrando mis esfuerzos en dos campos concretos. La elección obedece a una cierta convicción y a una necesidad. Tal vez todos deberíamos preguntarnos en qué campos concentrar nuestras inquietudes y nuestras búsquedas. Con el fin siempre de no alejarnos demasiado de eso que genéricamente llamamos felicidad. Es esta la única obligación del ser humano y tendría que buscarla con ahínco y con pasión. Lo cierto es que la vida te empuja por esos caminos sin que podamos poner mucho control en determinar las sendas ni las posadas. Ya lo dijo el poeta: "Ni siquiera el amor nos pertenece, / es del azar, del tiempo, del olvido". Y de Delibes son estas palabras que también repito mucho: "No es el tiempo el que pone a cada uno en su sitio, es el azar". Pero, por si en algo dependiera de nosostros, confirmo que hay un par de asuntos que centran sus deseos en conseguir aquello que me agrada. Son la filosofía y la poesía. La filosofía transita el camino que tiene como meta la verdad. Y digo bien, el camino, no la meta, la meta es asunto de gurús, de peligrosos dogmáticos; el camino, la aventura, el descubrimiento, el hallazgo, la vivencia en canal. La poesía aspira a la belleza, en su búsqueda y en su contemplación, aspira a sacar los jugos escondidos en los rincones de la vida, a hacer más denso el paso, a vivir otras vidas en la vida.
De modo que junto aspiración a la verdad y aspiración a la belleza y me sale un binomio muy atractivo que me enreda y me engolfa, que me abstrae y me ocupa. Ah, y me ayuda a dar de lado, o al menos a soportar con más paciencia, esos ángulos oscuros que nos escupen a diario los medios, como si la vida no fuera muchos más variada y milagrosa. Así que un poco filósofo y un poco poeta son las aspiraciones que anhelo colgadas en el horizonte de mis horas y de mis días.
Ahora mismo recorro una amplia antología de poetas de la Generación del 36. Copio un poema de Ildefonso Manuel Gil (!Y pensar que estuve a punto de redactar una tesis doctoral hace años sobre su obra!): ELEGÍA (A mi madre)"Nunca envejecerás en mi recuerdo... / Te veré siempre sonriente / como la tarde aquella en que morías. / Tan dulce como un sueño fue tu muerte / y al cerrarse tus párpados huyeron / la últimas palomas de mi vida. // El silencio se llena de tu nombre, / del ruido de tus pasos en la sala contigua, / de tu risa que hacía la costumbre más dulce. // Persigo en el espejo las huellas de tu rostro / cual un barco escondido bajo las aguas quietas, / o me asomo a la tarde para verte venir, / sonriente y callada, a mi infancia dormida. // Te busco y solo te hallo, inalcanzable y vaga, / en la hora más pura: el recuerdo y el sueño. / Pero es plena y segura tu presencia en mi sangre; / eres realidad sin materia ni forma, / solo existe en mí, pero creciendo siempre, / árbol puro que tiene su raíz en mi entraña". Seguiremos en ello.

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