jueves, 18 de octubre de 2007

MEMORIA DEL 36

Ando un poco soltero y solitario pues no reconozco voces de por ahí fuera desde hace días. También de soledad se llena el tiempo, y de pequeñas cosas, de pasatiempos rápidos, de ocurrencias livianas, de actividades que entran en el saco de "diversas" y de "otras".
Después de una semana (tal vez algo más), he vuelto a releer páginas de la larga Antología del 36, editada por Cátedra. Hay expresiones y gustos para todos. Creo que en este caso se ha elegido la línea menos dolorosa. Todos esperamos que los autores se sitúen en las cunetas del enraizamiento o del desarraigo. La realidad mostrada por esta antología es muy edistinta y muy diversa. Es verdad que a estos autores les cuesta (mucho más a los que viven aquí, claro, o sea, a los vencedores y asimilados)bajar a los asuntos del día, a las situaciones sociales y particulares, a los casos que se pueden pesar y medir; a cambio, se quedan con más facilidad en los conceptos y en los generales del asunto: así la vida, la muerte, el amor, la decadencia, la religión, el futuro... Pero se echa en falta la concreción de esta vida, la que tiene un protagonista con nombre propio, esta muerte, la del amigo o la del enemigo, este amor, este futuro, esta injusticia. El grupo del 36 siempre se nos ha quedado ahí, a medio camino entre el Grupo del 27, tan antologado y tan festejado, y las generaciones del 50 y las posteriores. Tampoco ha tenido demasiado éxito en lo que a mantenerse en la memoria se refiere. Incluso entre los "allegados" a la poesía y entre los profesionales de la crítica y de la enseñanza literaria. No creo que la vayan a tener ya nunca. Como les ocurrirá y les ha ocurrido a tantos. !Cuidado, también a muchos actuales que llenan las nóminas de amigos, antólogos de toda estirpe y jurados de toda especie! El tiempo es un cedazo ineludible e implacable. Qué le vamos a hacer. ¿Quién trata hoy con estos nombres?: Juan Gil-Albert, Arturo Serrano Plaja, Ramón Gaya, Rafael Dieste, Germán Bleiberg, Ildefonso Manuel Gil, Enrique Azcoaga, José Antonio Muñoz Rojas, Agustín de Foxá, Guillermo Díaz Plaja, José Ramón Arana, José Herrera Petere, Lorenzo Varela, Vicente Carrasco... Todos dejaron versos aprovechables, poemas positivos, bolsitas de emoción y de encuentro con las palabras, otras formas personales de enfrentarse con la realidad, emociones y sensibilidades... Ahí están, camino del olvido y de la nada. O de la casi nada. En nada quita valor a sus esfuerzos este paso del tiempo; solo nos muestra lo que resulta inevitable: el paso de los años, la endeblez de la línea del recuerdo, el escuálido número de las personas que de verdad se sienten a gusto en el mundo de las palabras, la inmensidad de los que tienen su atención puesta en otros mundos, la inanidad de todo. O de casi todo. Tal vez los que quieren borrar todo de la memoria -todo lo que les molesta y les alude- también quieran eliminar a esta pléyade de poetas y de creadores. Tal vez. Y, sin embargo, nos queda la palabra.

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