"No hay mano de obra barata, sino productos baratos con alto coste de mano de obra. Cuesta salud, vidas..." Son palabras que leo de un opositor chino cuyo nombre poco importa. Es esta una de esas frases transversales cuyo contenido, si bien se mira, resulta de sentido común y afecta a toda la actividad vital y a un programa social y político completo. También en nuestros días y en nuestras ciudades se extiende como la pólvora el afán de privatizar todo con el señuelo de que resulta más barato. La misma razón es la que se esgrime para justificar la llamada deslocalización de las empresas y su traslado al tercer mundo. De allí, aparentemente, nos llegan los productos elaborados y más baratos, nosotros nos frotamos las manos, cerramos los ojos y a consumir, que son tres días. Cuando por aquí se defiende la privatización, el mecanismo para la argumentación es el mismo y los datos que se aportan son los que parecen mostrar costes más baratos y menor precio para el consumidor.
Y es que, cuando los esquemas se quieren cerrar y los ojos entornar o difuminar, nos sale lo que nos sale. Cualquier ejemplo nos puede servir para entender que no todo el monte es orégano ni oro todo lo que reluce. Sea el del abastecimiento del agua en Béjar. ¿Dónde está la rebaja de precios para el consumidor? Yo no la noto. ¿En qué ha mejorado el servicio? Que yo sepa, en nada. En cuanto se ofrece la más mínima duda, los arreglos se adjudican a los vecinos y, si quieres agua, arregla, y si no ya veremos. ¿Se han pagado ya las deudas contraídas con el Ayuntamiento, o sea, con todos nosotros? ¿Cuáles son los salarios que perciben los trabajadores de la empresa que se ha quedado con el servicio? ¿Cómo quedan esas familias? Sus posibles deficiencias económicas y sociales ¿quién las va a cubrir, la empresa o la comunidad? Porque, si es por dinero, los podíamos esclavizar y algo nos ahorraríamos, salvo en látigos. ¿Y la conciencia de pertenecer a una colectividad y la escala de valores que implica trabajar para el bienestar de tus propios convecinos? ¿Acaso se da con la privatización? ¿No será más bien que se favorece el individualismo, el egoísmo y el sálvese quien pueda? Si todo lo privatizamos, ¿dónde queda la comunidad, donde los deseos de mejora colectiva, dónde los elementos comunes, incluso los símbolos (lo digo por los patrioteros, que dicen amar a su país fomentando el egoísmo en vez de socializándolo)?
Hay miles de precios que nos se ajustan a los precios finales únicamente, pero que tienen que ser sumandos para que la suma no resulte trufada.
Y, a pesar de todo, tampoco hay que perder de vista esa jodida manía del ser humano que parece trabajar más cuando ve el beneficio para él antes que para los demás y cuando lo tiene delante de sus narices.
Qué verdad: "No hay mano de obra barata, sino productos baratos con alto coste de mano de obra. Cuesta salud, vida, valores, moralidad, proyectos, símbolos..." Mucho, mucho.
lunes, 22 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario