lunes, 31 de mayo de 2010

UN POQUITO DE POR FAVOR

Cómo está el patio. Y más que se va a poner. Salgo al ruedo de la res publica con cuentagotas, pero no porque no me arañe lo público sino por cansancio y por evidencia de lo poquito que uno puede hacer salvo en los lugares más próximos. Y otras veces -aviso a navegantes- para no entrar al trapo de sandeces y para no crear el enredo de alguna madeja que acaso después tuviera o tuviese un desenredo complicado. Mis huidas a otros parajes no significan el olvido sino acaso el refugio, y a buen entendedor…

El caso es que todos tenemos la tentación de echar nuestro cuarto a espadas y de plantear posibles soluciones a cualquier situación dificultosa en la que nos encontremos. Me parece que no solo tenemos la tentación de hacerlo sino que también deberíamos tener la obligación, de modo que no seré yo quien critique, sino quien aplauda, los esfuerzos que cualquiera, desde la buena voluntad y buscando el bien común, quiera presentar. He dicho, claro, desde la buena voluntad y buscando el bien común.

Pero creo que existen algunas condiciones para que las aportaciones tengan consistencia. Una esencial es la de separar las informaciones de las opiniones: cuando se trabaja con datos falsos, toda argumentación se viene abajo, todo se subvierte. Por ejemplo, conviene trabajar con los datos exactos en lo que a los sueldos de los representantes públicos se refiere. La variedad es tan grande y la dedicación tan desigual, que se corre el peligro de generalizar y de ser absolutamente injustos. Un caso: En esta ciudad de Béjar no existe ningún edil con dedicación exclusiva. Pienso, por extraño que esto pueda parecer ahora y en esta situación, que eso no tiene sentido y que, por un prurito de sensibilidad social mal entendida, el funcionamiento se resiente y resulta peor el remedio que la enfermedad. ¿Alguien conoce alguna fábrica de doscientos empleados sin ningún encargado con dedicación exclusiva? Pues eso.

Un elemento más. Hasta los peores representantes públicos miran un poquito por el interés general. No conozco, en cambio, ningún empleado particular que no tenga como prioridad principal su propio beneficio; yo mismo procuro mis beneficios personales (horarios, salarios, pequeñas prebendas…) en mi trabajo antes que los colectivos y generales. O al menos tengo esa tentación cada día.

Son solo dos ejemplos de los miles que se podían aportar. Pero con estos tópicos nos suelen callar la boca y hasta el pensamiento. Con estos y con otros similares. A ver si sirve el siguiente ejemplo. El reciente decreto de bajada de sueldos ha dado pie a la oposición para entrar a destajo en si es buena o mala la decisión y en si esto arreglará o no la siniestra crisis. Como si esto fuera todo. Si levantáramos un poco la vista, seguramente observaríamos que el déficit se ha generado desde muy diversos capítulos. ¿Nadie ha echado cuentas de los miles de millones que se nos han ido en construcciones públicas? Sin duda, muchos más que en sueldos a funcionarios.
¿A que nadie ha dicho nada de eso? ¿Y qué han hecho todos los partidos sin excepción? Unos programar y programar, prometer y prometer; otros exigir y exigir, reclamar y reclamar más, muchas más inversiones que las prometidas. Si el partido gobernante prometía alegremente cien kilómetros de autovía, el partido de la oposición reclamaba doscientos. ¿Quién considera ahora ese asunto y a quién tenemos que cargar los desajustes? ¿Y quién exigía no cien ni doscientos sino trescientos? Todos nosotros, todos.

¿Por qué hemos de seguir viendo tormentas en vasos de agua y perdiendo el tiempo en la concreción de galgos o podencos? ¿Qué parte de culpa o de acierto tienen en ello los medios de comunicación y sus negocios? ¿Informan, forman o sencillamente hacen negocio a costa de calentar la opinión pública a su favor?

Seguiremos pidiendo representantes públicos con mirada alta, con sentido común, con narices para cantar las cuarenta dentro de sus propias formaciones, con agallas para articular una ideología desde la que actuar y concretar medidas y actuaciones, con serenidad para expulsar de las formaciones a los arribistas, “hombres de partido” y camuflados al amparo de un puestito y de unos euros y unas vanidades personales, con cojones para cuestionarse el propio sistema y no para perder el culo para ver la forma de apuntalarlo, con amplitud para dar aire fresco y democracia interna y no para dejar que ruede todo solo con el poder de la inercia y con las formalidades de siempre, con ansias de ayuda pero no de salvadores de nada, con la humildad del que sabe que su situación pública es temporal y con el convencimiento de que muchos otros podrían ejercer esa representación con la misma o mayor dignidad…, incluso con un poquito de educación y de serenidad a la hora del debate y de la confrontación de ideas, si es que las hay.

Quizás sea mucho pedir. Tal vez nuestros representantes públicos no cumplan demasiado bien su cometido. Seguramente falte talla moral y de pensamiento. Es posible que casi todo el mundo ande al día a día y se olvide del mañana. Todo es posible, incluso que todo sea peor que lo que aquí se esquematiza.

Pero, por favor, vamos a darle consistencia al asunto, pensando en el bosque y no en el arbolito, que nos ciega por estar ahí al lado o porque nos lo ponen como reclamo para que el bosque siga como siempre.

Sigo pensando, para mi desgracia, que lo que hay que repensar es el sistema, no los parches que aspiran solo a cimentar mejor el modelo en el que estamos enfangados. Es un paquidermo colosal eso del sistema, pero, sin mirarlo de frente, me parece que tenemos la guerra perdida, aunque ganemos alguna batalla. Y si de esa revisión no sale alguna forma más social y menos particular y egoísta, conmigo que no cuenten.

domingo, 30 de mayo de 2010

LA NOVELA HISTÓRICA EN EL CASINO OBRERO

Asistí el viernes por la tarde-noche a una conferencia de Luis García Jambrina en el Casino Obrero. Los presidentes del Casino Obrero dedican sus esfuerzos a promover acciones en la institución y aprovechan todos los resquicios que sus fuerzas y sus amigos les permiten. En este caso, Luis Rodríguez, el presidente, aprovechó su afición a las letras y sus amistades con JASP para tirar de la cantera de la USAL. Gracias a los dos y a todo el que hace algo por sacar a un número exiguo de la modorra a la que invita esta ciudad estrecha y este ambiente social envilecido en el que nos movemos.

Vino Jambrina a “charlar” sobre su novela “El manuscrito de piedra”. En realidad “charló” él, seguramente porque a todos nos cuesta distender y dar entrada a la participación de los asistentes, o porque los asistentes no quieren interrumpir el desarrollo del acto ni cortar el hilo del que está en la mesa, o acaso porque habrá que reconocer que ese formato de intervenciones corre dos peligros, a saber: que la “charla” se marche por derroteros inesperados, y que quien viene a “charlar” se entiende que tiene algo más que decir y sabe algo más sobre el asunto que los que no se sientan en la mesa.

Sea como fuere, el caso es que disertó Jambrina acerca de su novela. Y recorrió de manera general algunos aspectos de la construcción de la novela, de su novela y, en realidad, de cualquier construcción narrativa larga.

Afirmó algo para mí muy interesante, aunque he de confesar que se lo creo solo a medias. Aseguró que su novela nació de un impulso más que de un plan estructurado. De hecho decía que iba a ser un cuento y que terminó convirtiéndose en una novela.

¿Qué dirán al respecto esos novelistas que se pasan no sé cuánto tiempo documentando sus obras hasta ponerse a escribir? ¿A quién hemos de hacer caso? Como me sucede en tantas ocasiones, yo se la doy a los dos y a ninguno. ¿Cómo se come eso? Pues de esta manera. No creo que sea posible enfrentar una obra sin un esquema previo bien fijado. Tampoco creo que sea ni posible ni lo mejor ajustarse en el desarrollo a lo que inicialmente se había previsto: las palabras y los personajes cobran vida y terminan dirigiendo al autor por donde no pensaba. Hay, por otra parte, una documentación que está oculta pero que siempre anda a disposición y aguardando a que el autor la llame. ¿De qué sirven, si no, las lecturas, los estudios y los pensamientos que cada cual atesora? Así que menos lobos: ni estudios imbéciles que después se va a tragar un desarrollo literario mínimamente libre, ni milagros absurdos que no se basan en esquemas lógicos.

La novela de Luis es de tipo histórico fundamentalmente (y de muchos más tipos seguramente: lo de la taxonomía es un camuflaje tonto y socorrido para asuntos académicos) y sobre ello también “charló” el autor. Están muy de moda las novelas históricas y les exigimos seguramente algo que no deberíamos pedirles en ningún caso: la prioridad de la historicidad sobre el de las exigencias de la novela. Una novela histórica es, antes que histórica, novela. Y una novela es un ente de ficción que levanta de la nada unos personajes y unas acciones en un tiempo y en un espacio, controlados y medidos según la imaginación del autor. La novela es autónoma, no es un libro de historia sino otra historia diferente. ¿Entonces por qué se llama histórica? ¿Qué hay que exigirle a una novela para que no le pese el calificativo de histórica? Esto: la verosimilitud, ese sentimiento de que lo que se cuenta no es lo sucedido en la realidad histórica con pelos y señales pero sí en sus elementos esenciales, sin anacronismos flagrantes y con la licencia de que interesa más la trama que el detalle, la realidad del panorama que la falsedad de la fotografía concreta.

La verdad es que casi siempre, tanto los creadores de novela histórica más rigoristas como los menos rigoristas pierden el trasero en tratar de asegurar todos los detalles. Coño, no hay necesidad de tal, si una comitiva cruza el río por algún sitio (es caso de la novela de Jambrina), es porque el autor lo quiere, aunque no hubiera tal puente real en aquel tiempo). Repito: la novela histórica no tiene por qué se real sino verosímil.

Hay peligros notables en este tipo de creaciones y mucho más para los lectores próximos a los lugares que sustentan la novela, en este caso la Salamanca de finales del S XV. El peligro mayor es uno y triple (como lo de la Santísima Trinidad: Uno y Trino). Se trata del peligro de leer la novela no como algo autónomo y literario sino como suma de detalles y como superposición de elementos históricos. El autor tiene que tener cuidado en no dejarse dominar por la exactitud de los lugares y de los personajes históricos; la gente del lugar (Salamanca y similares) no debe poner la lupa en hallar escondidos detalles que corresponden o no con la realidad que ellos pueden aportar de esos mismos sitios; algunos de los lectores corren el peligro de husmear entre los hechos de la novela con la insana intención de trasladarlos a la realidad social actual, e incluso con la comezón de darse por aludidos directa o indirectamente. Tres patas del mismo tajo.

De todo eso y de mucho más se habló en la “charla” del viernes en el Obrero. Apenas tuve tiempo para saludar a Jambrina. La noche se adueñó de mis asuntos. Me hubiera gustado departir con más calma con el autor acerca de su obra y de otras obras: él es creador pero es también crítico y profesor: hubiera dado para mucho. Otra vez será.

sábado, 29 de mayo de 2010

SI VAS DESPACIO...

Me eché a la calle pronto. Es un sábado lento y fugitivo, el último de mayo. Hoy voy solo, sin nadie, al encuentro del agua. De vez en cuando paseo por la orilla de nuestro río, de ese río con nombre estrafalario tan hermoso: Cuerpo de Hombre. “Qué buen nombre para un río que se agota en cien oficios.”

La calle está vacía, esa es la impresión que me da no ver a tanta gente poblando las aceras. La mañana está entera y el cielo se me ofrece todo azul.

Busco la lejanía y atravieso hasta situarme en la Calleja de Gibraherrero o Cañada de Merinas. Me doy cuenta enseguida de que el agua me ha salido al encuentro. Menuda ´palaera´ se descuelga por la regadera que enfila la calleja. Nuestra sierra rezuma toda ella agua y humedad. Estamos en mayo, aunque ya se despida, y esta primavera también ha sido generosa y fecunda en agua. Así que me acostumbro a su rumor y me dejo llevar calleja abajo. El Valle de las Huertas está todo de fiesta. Y yo con él.

Cruzo por el paseo de la Fabril y me detengo un momento. Ahora está todo arreglado con aceras nuevas y con bancos. Es este el paseo en el que cada año veo los primeros brotes de la vida en los castaños y en su sauce llorón. Pero este es, sobre todo, el paseo en el que tantas veces me sentaba con mis padres a conversar un rato y a ver pasar la vida. Me quedo con ganas de sentarme unos minutos en homenaje a ellos pero prefiero enseguida que se venga su recuerdo conmigo calleja abajo (Bajada del Túnel), recordando también aquel camino que nos llevaba hasta el Rosal en busca de las huertas.

Poco a poco, la ciudad se va quedando atrás. Hay muchas sensaciones encogidas en este valle hondo que lleva justamente a Fuentehonda y hasta el puente del río. Pero yo busco el agua y voy a ella.

Cuando aparece el puente sobre el río, casi de golpe, detrás de un recoveco, el agua y sus sonidos se me echan encima sin remedio. He venido a buscarla y ya estoy a su lado. Me paro sobre el puente y me aclimato. Desaparecen todos los sonidos ante el ruido ronco del agua que allí está encajonada y riñe consigo misma en un afán eterno por proseguir camino. Poco a poco me voy acostumbrando. He concentrado la vista en el curso del río pero ahora voy ampliando la imagen y doy cabida a todo lo que rodea al agua: las fábricas, los tubos que la encarcelan y la doman, las laderas del monte, la ciudad allí arriba encaramada, la ladera verdísima que enfrenta la montaña y se eleva hasta la Peña de la Cruz y Peña Negra y, aún más arriba, la nieve en el lomo de la loba y el cielo. Ya mi oído se ha acostumbrado al ruido sonoro del agua, que canta su canción entre las piedras.

Quiero seguir el curso, río arriba, para verla de frente, cara a cara, contemplando cómo encara su descender sin pausa. Alguien ha pretendido poner puertas al campo y ha vallado la entrada hasta el paseo que acerca hasta el río, No importa. Enseguida encuentro un atajo que salva la prohibición y me sitúo en la senda, ya al lado del agua.

Las perspectivas cambian continuamente y ahora veo el esquinazo del lienzo de la muralla, que se asoma también en todo lo alto para escuchar el son del agua. La veo lejos y supongo que suspira por la canción de espuma cuyos ecos le tienen que llegar muy tenues en estos días de eterna primavera. Por delante de la muralla, algunas grandes piedras solitarias también andan en avanzadilla asomándose al río y a sus aguas. Les gustaría bajar pero no pueden. Cualquier siglo de estos, el tiempo y su constancia les brindarán la ocasión de dejarse caer ladera abajo hasta fundir sus ansias con el agua.

La Ruta de las Fábricas ofrece muy diversos sonidos según el agua amaine en su camino o apresure su paso. Aquí abajo ha encontrado unos momentos para templar el paso y andar lenta, para ofrecer su vista cristalina, para mirar al cielo y verse guapa. Yo la sigo mirando y la oigo menos brava que cien metros abajo. Como para pararse a hablar con ella. Pero es conversación para el secreto y además esa agua es pregonera de toda la que viene río arriba. Y yo quiero sentirla en otros tonos. Voy a ella.

Río arriba, al agua está muy bien acompañada. Hay fresnos, chopos, álamos, acacias, alguna encina que en estos días va mostrando sus flores; hay cardos, amapolas, espárragos trigueros, todo tipo de arbustos y de plantas que acogen el sonido de las aguas. Y restos, muchos restos, de afanes y de esfuerzos, de sudores que quedaron sin fuerza en las laderas en otros tiempos viejos y fabriles. Por allí suena el eco de unos besos furtivos que nacieron al amparo del tronco de algún árbol, cuando la sirena de la fábrica indicaba el final del trabajo; hay sirenas que tejen entre las humedades y hay ideas y esfuerzos que siguen gritando entre las peñas que sujetan al río.

El río con sus aguas sigue sonando limpio en las pesqueras. A veces salta loco en pequeños precipicios que le han preparado las pesqueras artificiales. A veces lamen con fuerza en la caída, que se inclina suave. Otras veces se empeñan en horadar las moles formidables de las piedras y se estrellan sin tino contra las rocas del medio de la corriente. Cuando menos lo esperas, un golpe de agua se precipita desde una pared que supone el principio de una regadera o el final de una pequeña central eléctrica. A cada situación responde con un sonido limpio el agua de este río: si hace falta enfadarse, se enfada y ruge fuerte; si se la deja en calma, su sonido se torna sosegado y tranquilo.

No tengo prisa alguna y me detengo a escuchar las estrofas de esta agua, estrofas que forman un hermoso poema, no siempre muy gozoso, pero eternamente sonoro. El sol ya se desploma desde el cielo también sobre las aguas. El sol, el agua y yo mismo nos quedamos en calma por un rato. Y el agua se hace eco, se hace fragor, estrépito, silencio; y canta su salmodia lentamente o corre y se despide sin descanso.

Después vienen las fábricas, los puentes, las centrales, la ciudad colgada allí arriba, como en balcón gigante desde el que contemplar el agua y los sones del agua, que sigue sin descanso río abajo.

¿Por qué ese empeño inútil en buscar otras metas que son nada? “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar/ que es el morir.”

Hay un lugar concreto en el que la canción del agua se ha hecho dúo. Es el momento en el que se abrazan el río Ríofrío y el Cuerpo de Hombre. También allí me detengo a escuchar sus sones. Al lado hay una fábrica que ruge en sus telares. ¡Qué contraste!

Desde ese puentecillo me quedo mirando río abajo, ahora a favor de corriente. Y veo al agua que sigue en su canción eterna. Con su canción que hoy quiere ser también mi canción.

Por ese caminar prefiero imaginarte. Aún mejor que las aguas. Con las aguas cantando tu belleza, enamoradas de tu paso lento y de tus prisas. Las aguas, sus sonidos, tú con tu paso lento y yo mirando desde el puente cómo te corteja.

Me invadieron de forma inevitable las palabras del añorado Ángel González:

“Por aquí pasa un río.

Por aquí tus pisadas

fueron embelleciendo las arenas,

aclarando las aguas,

puliendo los guijarros, perdonando

a las embelesadas

azucenas…


No vas tú por el río:

es el río el que anda

detrás de ti, buscando en ti

el reflejo, mirándose en tu espalda.


Si vas de prisa, el río se apresura.

Si vas despacio, el agua se remansa.”

BEHIND DE MUSGO

He leído en varios sitios que la fiesta del Corpus, con sus hombres de musgo de acompañantes, ha sido declarada fiesta de interés turístico nacional. Espero ver la noticia con letras más grandes en las publicaciones locales y estoy seguro de que andará de boca en boca y se llenarán varios sacos con las alabanzas que reciba. Tal vez se atenúen por el hecho de que al mando de la alcaldía anda un representante socialista y cualquier consecución en estas condiciones hay que airearla con sordina. Pero la susodicha fiesta está a la vuelta de la esquina. Seguramente para ese día todo el mundo sacará pecho y empujará en la procesión con un poco más de fuerza.

Yo no. ¿Y eso? Veamos.

Me pregunto cuáles pueden ser las razones en que se apoyen las opiniones favorables a este reconocimiento. No las encuentro. Quiero decir que tengan algo de consistencia y que no representen un grado de fariseísmo que raye en el insulto.

Quiero recordar algo obvio: se trata de una fiesta religiosa: Corpus Christi. ¿Cómo puede ser declarada una fiesta religiosa de carácter nacional? ¿Pero no es la religión una práctica de obligación privada aunque se manifieste públicamente? ¿Qué es lo que se le ha añadido para que, esta sí y las demás no, haya conseguido este honor? Todo el mundo lo sabe: el asunto este del musgo, o sea, un motivo folclórico que alguien debería explicar qué posee de religioso. Yo no le encuentro ningún parecido.

Pero es que, además, ese elemento musgoso que se le añade -elemento decorativo de tipo natural de primavera, como puede suponer cualquier persona con sentido común- no tiene ninguna base de tipo histórico ni, lo que es más importante, de tipo lógico. O sea, que está basado sencillamente en mentiras. No poseemos ningún documento que acredite lo que se quiere que representen esos pobrecitos seres medio asfixiados por el musgo y sí en cambio los poseemos del autor que se inventó la leyenda, no hace más de un siglo.

Si, a pesar de ser todo mentira, se sigue apostando por ello, existirá alguna otra razón. ¿Cuál puede ser esta? La ignorancia, sin duda. Pero tiene que haber alguna más. ¿Qué tal si anotamos el intento, por cualquier método, incluido el de vestir a unos seres con el musgo, de que venga gente de fuera, llene nuestras calles y deje sus euros en los negocios de la ciudad? Me gustaría equivocarme pero me parece evidente. Si estuviera en lo cierto, ¿qué contubernio es el que conforman la iglesia y la sociedad civil para montar este espectáculo? Si estuviera o estuviese en lo cierto, ¿estaría en condiciones de pensar razonablemente que son unos fariseos y que hay que expulsarlos del templo a patadas y a latigazo limpio, empezando por los más místicos?

Y para rematar, ¿qué hace un alcalde socialista afirmando tradiciones que se basan en lo inexistente y que dan más fuerza, incluso con estos métodos tan mercantiles, elementos irracionales y de muy escaso valor educativo para la población, salvo el asunto ese de los euros dejados en los bares? ¿De verdad que esto es darle lustre a la ciudad?, ¿esto es educar a la población en el pensamiento y en la participación?

Sospecho que este no es un paso adelante sino varios hacia atrás. Y para eso no hace falta meter demasiada prisa a las obras de la Plaza Mayor precisamente cuando llevan semiparadas casi todo el año. ¿O es que acaso estamos de acuerdo con las sumisiones que se producen en esa procesión y con todo lo que eso significa? Hay que hacérselo mirar. Aunque parezca que con ello ganamos algunos euros. Supongo que esos serán euros que dejarán de gastarse en algún otro sitio. Y esos sitios también serán hijos de Dios. Digo yo.

Espero que no me cuelguen por ser tan políticamente incorrecto.

En fin, otra vez que nos situamos behind de musgo.

jueves, 27 de mayo de 2010

AHORA TODO ES MURMULLO

Me ha aparecido en nota manuscrita en un cuaderno. Se ve que esto de la despedida ya me preocupaba hace meses. La dejo aquí porque está en fecha y no me disgustan ni su simplicidad ni su alcance connotativo.

AHORA TODO ES MURMULLO

Hoy todo me susurra como el agua
que se aleja en el río detrás de la montaña.

Aquella agua que vino
sencilla, pura, limpia, despistada,
una mañana tibia de septiembre,
deambuló por los claustros torpemente,
tembló con los aromas desprendidos de algún cuerpo febril
y vio pasar el tiempo sin remedio.

Ahora todo es murmullo, todo eco,
sueño que se despide aguas abajo,
camino de la mar y del olvido.

miércoles, 26 de mayo de 2010

UN YOUTUBE NO CUALQUIERA

Manolo Casadiego es un tipo que merece muy mucho la pena. Siempre anda al quite y me llena de música y de libros de la red. Sabe de sobra que no puedo con tanto, que mi curiosidad es mucha pero mi tiempo es poco y que ya ando metido en demasiados fregados. Pero él no ceja. Y yo se lo agradezco porque, en el fondo, soy un poco insaciable. Luego departimos en los caminos sobre lo humano y sobre lo divino. A veces tengo la impresión de que quiere que lea yo todo lo que él no puede leer. En fin, repito, es un tipo que merece la pena.

Hoy me ha enviado el enlace a un programa en el que Matthieu Ricard, biólogo y monje budista, hijo del filósofo francés Jean François Revel, dialoga con Eduard Punset acerca de la mente, de la compasión y del altruismo. Creo que ya le viene rebotado de su amigo Juanfran. Es muy larga la signatura pero la copio:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20100516/redes

A él que me he ido enseguida y en él que me he regodeado un buen rato. Anoto algunas de las ideas que en ese diálogo se enumeran:

a) La meditación es una necesidad para seleccionar la realidad. Son tantos los elementos que nos envía la realidad exterior, que tenemos la necesidad de seleccionar para que nuestra mente no esté llena de correos basura. Hoy lo esencial no es la información sino la selección que de ella hagamos.

b) La felicidad no es una sucesión interminable de placeres que terminan con el agotamiento sino una forma de ser. Así que acaso sea una adaptación serena y racional que nos cause satisfacción continua y no solo momentánea.

c) La meditación tiene como fines fundamentales la consecución y la práctica del amor, del altruismo y de la compasión. Y esto sin enfocarlo a nadie en particular pues tiene que alcanzar valor universal.

d) A mayor concentración le corresponde menos ansiedad más equilibrio y mayor grado de felicidad.

e) El culto al egoísmo actual no se corresponde con los resultados de los estudios neurológicos más actuales; estos estudios aseguran la existencia del lado positivo de la naturaleza y no solo la verdad del homo homini lupus. De modo que se puede asegurar que existe el altruismo sin egoísmo. Quién lo diría a la vista de lo que sucede en estos tiempos y en casi todos los lugares (véanse los mercados financieros y las crisis de todos los colores).

f) La potencialidad de la conciencia no está condicionada de antemano sino que se va formando con la actividad humana, sobre todo con la labor de la meditación.

g) La meditación nos va descubriendo el lado luminoso de la mente y en él aparece la capacidad real de conocer; de ese modo estaremos en condiciones de cambiar el mundo interior, siempre más fácil que cambiar toda la realidad exterior que nos invade.

h) El objetivo, entonces, es lograr la libertad interior y, desde ella, la conciencia de una mente y de una sociedad compasiva.

i) El altruismo y la compasión son las únicas formas productivas de la transformación individual y social.

Como para contarles esto a los mercados y al liberalismo, añado yo.

j) Existe una necesidad perentoria de aplicar este esquema al mundo de la educación.

k) No solo necesitamos tener herramientas. Hace falta saber utilizarlas y entender que existen para algo, que no valen nada por sí mismas.
Cómo me suena esto, añado yo.

l) La compasión es lo que nos hace más humanos, más sociales y nos permite una mejor convivencia.

m) La naturaleza del ser humano es compasiva y el hombre altruista tiene cabida y acogida en la naturaleza y en sus leyes.

n) La compasión es, en el fondo, la conciencia de la ciencia y de sus aplicaciones.

o) Por todo lo esquematizado, se asegura la necesidad de la atención y de la concentración para mejorar la mente.

p) Una práctica muy positiva es la de aplicarla en la respiración. Así la mente se calma, se vuelve más clara y permite practicar un mejor altruismo y compasión entre los seres humanos.

Miro a los mercados y me dan ganas de pedir auxilio a Matthieu Ricard, me asomo a la enseñanza y directamente le suplico un poco de ayuda y de por favor.
Se decía en la introducción del diálogo que hace algunos años había sido declarado Matthieu el hombre más feliz del mundo. Qué gozada.

lunes, 24 de mayo de 2010

"NO SE MUERA VUESA MERCED"

Hoy he comunicado a mis alumnos de las clases de la mañana que este será mi último año en activo. No había dicho ni una palabra hasta ahora porque me parecía -y me parece- que el desarrollo del curso no tenía que ser interrumpido por nada. Me guardaré para mí las imágenes que he visto de frente. Y me quedo, sin duda, con las caras de los alumnos más jóvenes, con las de aquellos que sé muy bien que son más esponja y mejor musgo en el que dejar caer la fina lluvia que empapa y crea humedad, a veces hasta física.

Lo cierto es que para mí mismo tampoco he querido forzar los pensamientos ni las imágenes y he procurado hurtarme todo aquello que me recordara que el tiempo se acaba. Pero ya no hay más tiempos ni más veces: todo se va despidiendo.

Y vuelven a mi mente -y casi a mis ojos- las palabras de Sancho para con su señor, don Quijote en el lecho de muerte: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben sino las de la melancolía.”

No quiero hacer hipérbole, porque no hay aquí muerte física, pero sí de la otra, del desprenderse un poco de ese quehacer diario de tantos años, de esa escala de valores en la que yo me encontraba, y me encuentro, tan bien y que considera la profesión educadora como una de las más nobles a las que puede dedicarse el ser humano. Y, entonces, reconozco dentro de mí una cierta caída en la melancolía, un afloramiento de algo que me acerca en alguna manera al fin de una vida dentro de la otra vida, un acabamiento dentro de otro acabamiento.

Tal vez porque, en el fondo, cualquier actividad humana no sea otra cosa que una lucha perdida de antemano contra la muerte, contra esa meta cada día aplazada que nos aguarda en cualquier recodo del camino.

Tendré que abrirme paso en otras formas de lucha por la vida. Porque he de jubilarme de las clases, de los horarios fijos, de los papeles tontos, de las notas idiotas, de la administración omnipotente, de algunas caras oscas, de palabras más tontas, de reacciones raras, de… Pero no de la vida, no del deseo de plantar cara a la sorpresa, a encontrarme con fuerzas cada día para meterle mano a las cosas. No querría caer en el desánimo del no hay más remedio ni del qué le vamos a hacer. Me gustaría formar escuadra con gente como Unamuno para proponer torneo y batalla contra la muerte: “!Oh, heroico Sancho, y cuán pocos advierten que ganaste la cumbre de la locura cuando tu amo se despeñaba en el abismo de la sensatez, y que sobre su lecho de muerte irradiaba tu fe; tu fe, Sancho; la fe de ti, que ni has muerto ni morirás! Don Quijote perdió su fe y muriose; tú la cobraste y vives; era preciso que él muriera en desengaño para que en engaño vivificante vivas tú.”

Seguramente fracasaré en todos mis empeños; eso no será lo más importante: lo esencial será tener empeños y derretirse en ellos. Ya veremos a ver cuáles pueden ser. Porque habrá que bajar a la prosa diaria, al menudeo de lo insignificante, a la intrahistoria. Veremos en qué para la cosa.

domingo, 23 de mayo de 2010

POR SI LAS RELIGIONES QUIEREN RESPETARSE

Pero ¿cómo lograremos hacer entender que todo ese mundo religioso al menos tiene que dejar sobrevivir a los demás mundos y especialmente al mundo de la razón? ¿Cuál es el método para que a todos nos entre en la cabecita que lo que compartimos es la razón y de que la mejor forma de que puedan seguir existiendo todas las prácticas religiosas es la de establecer un sistema civil de convivencia al que se someten todas ellas y del que reciban el auxilio frente a las demás?

Mejor es no repasar la Historia para que no nos entre dolor de estómago. Miremos al futuro y procuremos todos un esfuerzo de respeto y tolerancia. Hasta donde podamos, claro. Y veremos cómo, en la práctica religiosa casi general entre nosotros, los que más ceden cada día son los del ámbito de la razón y no los que se dicen perseguidos (me gustaría saber en qué y por qué).

Acabo de ver en televisión que han vuelto a enterrar a Copérnico en Polonia. Veía presidir la ceremonia a algún obispo de esa católica nación y pensaba en los más de quinientos cincuenta años en los que no han dejado de negar sus estudios y sus esfuerzos en pro de la razón y de todos nosotros. Y encima se erigen en portaestandartes. Los perseguidos. Venga ya. ¿Se imagina alguien una manifestación el día del Corpus, en calles paralelas a las de la procesión, de un grupo de no creyentes dispuesto a explicar desde su razón el sentido de la fiesta que se esté realizando cerca de ellos? A gorrazos los corrían. Los perseguidos.

Habrá, por tanto, que caminar como se pueda (lentamente, desde luego, con mano izquierda, procurando no herir a los más estrechos), hacia una comunidad y un esquema de vida en el que quepamos todos, con las variables religiosas en el ámbito que les pertenece, es decir, en el privado, y con la garantía de un estado laico general.

¿Sobre qué premisas tendríamos que asentar ese estado? Tal vez sobre las siguientes:
Las diversas iglesias tienen que asumir que su labor secular de gestar y de interpretar una única moral ya no tiene ningún sentido. La única moral general es la moral cívica, fruto de las aportaciones y de los acuerdos de todos los conciudadanos. Esa es la mejor forma de garantizar a cada creencia su existencia y su respeto. Pero será a todas las creencias, no solo a una, sea esta mayoritaria o no.

En una sociedad abierta y racional tienen cabida todas las creencias pero con el límite de que no generen ni desigualdades ni intolerancia. No cabe la imposición sino la aceptación; en consecuencia, no caben los integrismos ni los fanatismos, pues todos ellos aspiran a imponer en los demás sus esquemas intolerantes. A una comunidad de creyentes se pertenece por deseo personal pero no cabe concebir esa participación como un deber. No se puede ser ni cristiano ni musulmán a gorrazo limpio sino por serena aceptación y por convencimiento.

Todas las religiones tienen que aprender a diferenciar entre pecado y delito. Su campo tiene que limitarse al ámbito del pecado y a los premios o condenas por esos pecados que quieran establecer. Con sus cielos y con sus infiernos se lo coman. Y que les aproveche. Un acto de pederastia, por ejemplo, puede ser tratado como pecado y seguramente reclame un perdón en el ámbito religioso; pero es para la comunidad un delito y como tal tiene que ser tratado, sin atender a la bondad o maldad que la comunidad religiosa le atribuya. Por eso yo entendería que la iglesia tendiera al perdón de los curas pederastas, pero no comprendería que el juicio no perteneciera a la comunidad civil y no fuera tratado como un delito, con castigo o con absolución según el código correspondiente aprobado en parlamento.

Es absolutamente necesario hacer entender que el dogma que acarrea toda religión tiene que ser tratado también en el ámbito solo de los fieles de esa creencia. El Estado tiene que defender y apoyar solo la enseñanza de lo verificable, de aquello que básicamente se apoya en la razón. Por ejemplo, llevar a las aulas la enseñanza de la religión como dogma y no como historia es contribuir a eliminar los fundamentos de toda sociedad racional y laica. En práctica analógica, pronto se nos llenarán las aulas de profetas de cientos de religiones, incluido el ateísmo, por supuesto, que querrán predicar sus creencias y sus dogmas. Y además los pagaremos todos, mientras los obispos, o los imanes o rabinos los nombran a su antojo y conveniencia. La fórmula más lógica parece la de retirar de las aulas la enseñanza de dogmas que afectan solo a los creyentes de una religión específica pero no a la sociedad.

Tal vez con estos cuatro preceptos de sentido común podríamos encarar la presencia de religiones y de grupos de creyentes con algo más de serenidad y de entendimiento. Y el respeto hacia las diversas religiones crecería entre todos, los creyentes y los creyentes en otras cosas.

sábado, 22 de mayo de 2010

EL CREYENTE, EL DUDOSO Y EL NO CREYENTE

Hoy quiero darle una vuelta de tuerca más a eso de la fe, aunque sea solo en unas líneas y de manera muy esquemática.

No parece posible imaginar otra cosa con respecto a este asunto que tres posturas posibles: el convencimiento positivo (la creencia), la duda y el convencimiento negativo (la falta de fe). No generan ni las mismas perspectivas ni las mismas predisposiciones.

La falta de fe cabe suponer que genera entusiasmo por hallar otras posibilidades a través de las cuales encauzar la curiosidad y la insatisfacción propias del ser humano. Lo lógico es pensar en la razón y en su desarrollo en naturaleza, ciencia y técnica.

La duda deja a medio camino pero no anula la posibilidad de indagar y de seguir buscando todo aquello que no se ofrece ni claro ni diáfano a la luz ni de la razón ni de la fe. Parece pues una postura tolerante y abierta a cualquier solución que cotente tanto a la fe como a la razón.

La fe plantea dificultades y taras, al menos desde un punto teórico, muy notables. Hay que recordar que creer a la postre consiste en afirmar como real en una persona algo que solo puede concebir fuera de ella como posible, y siempre desde parámetros que no ajustan precisamente con la razón, o sea, dar por seguro lo que solo podemos defender desde la razón como posible, y esto con evidentes dificultades. No hay pues ni búsqueda ni curiosidad, solo aceptación y, como mucho, reforzamiento de lo que se da por bueno desde el principio.

El no creyente asegura saber sin creer, el que duda renuncia aparentemente al empeño de saber pero no está dispuesto a creer a cambio de nada, mientras que el creyente lo que hace es creer sin empeñarse en saber por sí mismo.

Desde esta perspectiva, la fe lo que consigue es anular cualquier iniciativa personal, cualquier desarrollo de la personalidad y, sin ánimo de ahondar más, conculca el derecho de la razón y termina llevando al suicidio intelectual, a la falta de desarrollo y al atraso general.

Cualquier fe religiosa se sustenta en una doctrina. Esa doctrina contiene un ramillete de dogmas. Los fieles acatan esos dogmas sin plantearse si su razón los da por buenos o los pone en cuarentena. A partir de ellos, ordena su vida y conduce sus acciones. Y si a diario no lo hace, ya tiene cada religión sus intérpretes que le recuerdan sus obligaciones continuamente.

Todos reconocemos muy diversas formas de vivir la fe, pero, con demasiada frecuencia, y mucho más en tiempos en los que nos fallan otros asideros, se vuelve a esas verdades que se dan por buenas y, en su nombre, se cometen barbaridades espantosas. Y también se realizan actos extraordinariamente positivos.

¿Podría significar esto que, si fuera verdad el esquema anterior, hay que anular las religiones? No soy quién para extraer conclusiones para nadie. Cada cual sabrá si comparte el esquema y decidirá qué tiene que hacer. Porque acaso las religiones tengan valores y muy importantes a pesar de todo. ¿Cuáles? Hoy no…

viernes, 21 de mayo de 2010

RAZONES OCULTAS, O MENOS

Pues como, a pesar de todo, la fe de los creyentes “de toda la vida” sigue estando ahí, sería bueno pensar un poco para tratar de entender por qué existe, aunque sea en algo tan brumoso y tan fuera del control de la razón humana.

Me parece que influyen tanto los elementos que proceden del propio ser humano como los que tienen su origen en causas acumuladas por la educación y las costumbres. El ser humano es curioso y debe seguir siéndolo, no debe conformarse con lo que tiene y con lo que controla sino que debe aspirar a conquistar para su razón aquello que le ofrece indicios aunque no lo domine del todo. De ese modo, se podría decir que la razón psicológica última por la que el ser humano tiende a la fe es todo un conjunto de deseos que resultan insatisfechos para su curiosidad. El más importante creo que es el de la inmortalidad, esa aspiración a no agotarse con el hecho físico de la muerte. Creo que ni siquiera los estoicos clásicos superaron este sentimiento y que su postura vital no es en el fondo otra cosa que un intento de intensificar la vida por el fracaso de la muerte, pero guardando ahí una especie de por si acaso. Por supuesto, gentes como Unamuno se morían por esta angustia vital y por este deseo incontenible de la inmortalidad. Por si acaso, sería bueno cumplir pronto aquello de tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Esta religión que se practica entre nosotros tuvo la extraordinaria astucia de asociar a sus practicantes a la esperanza de la vida eterna y enseguida conectó con esa base oculta del ser humano que, por razones ocultas, culturales e incluso biológicas, guarda en sí misma tal aspiración.

Tal vez, y aunque parezca casi contradictorio, otra buena razón es la de superar con la sublimación los elementos de dolor que perturban el discurrir sereno de la vida.

La ciencia lucha contra esta lacra pero no consigue su desaparición; el refugio en excusas inasibles termina por anestesiar y sirve acaso como placebo para buena parte de los seres humanos. Y no sirve pensar en la contradicción de un Dios que permite esos males: la sublimación consiste precisamente en la aceptación e incluso en la alabanza del dolor como manifestación de esa voluntad, inalcanzable e ilógica para los humanos, del Dios. Para tapar las grietas, ya se encargan las religiones de nombrar a los intérpretes de esos caminos insondables con jueces únicos cuyas sentencias no se pueden recurrir sino solo alabar.

Lo malo de todo esto es que creyentes tradicionales y creyentes racionales han de pasar por el aro inexcusable de la muerte. Y aun por algo mucho más importante, por la degradación de la vejez, por el pálpito de que todo se va alejando y se arrincona hasta terminar en la soledad más absoluta.

Que el ser humano se acobarde ante lo irremediable me parece algo totalmente disculpable. Que se apabulle a quien quiere enfrentar esa realidad con serenidad y con las bases de la razón merece mi total rechazo. Que el creyente se invente su Dios para colchón de sus imperfecciones, de su degradación y de su acabamiento resulta también comprensible. Que no se sospeche de que esto es tal vez una creación humana que amolda figuras y símbolos según su conveniencia y en busca de su beneficio creo que degrada bastante a quien se niega a curiosearlo.

Creo que seguimos en este toma y daca desde siempre, por más que cada día la postura racional gane más posiciones decisivas. Cada día la ciencia le arranca una hoja al Libro.

Aunque no sé si no se han vuelto a abrir las puertas de las creencias tradicionales de par en par en los tiempos que corremos.

jueves, 20 de mayo de 2010

NON OMNIS MORIAR

En esta ciudad estrecha en la que vivo, existe la costumbre de mirar las esquelas mortuorias que se pegan en los paneles públicos. Las dimensiones de la ciudad, donde se conoce de vista a mucha gente pero a poca de manera concreta, y en la que, con dos o tres personas que se junten para mirar la necrológica, es suficiente para dar con la identidad del fallecido, invitan a que la costumbre se mantenga y se cultive.

Ayer me pasaron la noticia de la muerte de Pepe Martín Montero, una persona con la que coincidía en muy poco en cuanto a la concepción social y política de la vida pero que me parecía un ser de muy buena voluntad. Aún lo recuerdo con su cara triste cuando la suerte no le acompañaba en el juego de cartas, o en sus devaneos en el Ayuntamiento, dándole vueltas a las cuentas. Lo siento de veras. Descanse en paz.

Pepe era un creyente decidido y un practicante religioso de los de cada día. Su muerte me ha pillado leyendo un ensayo acerca del valor de la religión y de la fe.

Los creyentes, con mucha frecuencia, se plantean la curiosidad por conocer si los no creyentes realmente creen en algo, y, en caso de que algo quede por ahí escondido en su magín, en qué consistirá eso en lo que tal vez crean aunque digan públicamente que no creen. No parece que suceda lo mismo en dirección contraria. Todo el mundo no creyente tiene seguro que los creyentes apoyan sus creencias en algún ser superior al que le conceden incluso formas y figuras precisas, para el ámbito en el que nos movemos, la figura de un ser masculino de edad indefinida, con poderes especiales quizás concretable en lo que pueda ser la idea y la extensión del mismo. Dicho de otro modo, todos nos hacemos una idea de ese Dios en el que los creyentes creen.

Tal vez por ello, la pregunta frecuente que se realiza a los no creyentes, o a los que no muestran su convencimiento en la fe, no nos resulte ni sospechosa ni atosigante; es más, la atendemos como algo natural.

Una vez más, me encuentro en la mayor de las indefensiones y me parece que actuamos guiados por otro tópico que no se sostiene. Veamos.

Uno de esos llamados no creyentes, mira tú por dónde, puede dar muestras de numerosos elementos en los que realmente cree. Y además esos elementos los manifiesta y los señala para que puedan ser medidos y pesados por la razón. En términos generales, se puede decir que cree en todos los elementos de la naturaleza, en la interactuación de esos elementos y en las leyes que la rigen. Y ahí se pierde en el infinito nombrando cosas en las que cree: la ley de la gravedad, la ley de la ebullición, la bondad de la solidaridad, la maldad de la injusticia social, los ciclos naturales… Hasta la náusea.

No hay no creyentes. Estos son los que más creen de todos. La diferencia es que lo hacen en elementos que pueden ser controlados, pesados y medidos de acuerdo con unas leyes que también pueden ser controladas.

¿No estaría mejor formulada la pregunta en la dirección opuesta? ¿En qué creen realmente los creyentes, o sea, esos que dicen que creen? Naturalmente, la conclusión inmediata no los deja en el mejor de los lugares pues se refugian en elementos cuya demostración no está al alcance de la mente humana ni en su extensión ni en su propia idea.

Así que hoy quiero reivindicar el calificativo de creyentes realmente para aquellos que creen de verdad y tienen fundamentos para esa creencia y además verifican esas creencias. En esas verificaciones está precisamente la fuerza de su fe y el ánimo para seguir fundamentando y desarrollando su fe y su entusiasmo.

No obstante, la otra fe sigue ahí, non omnis moriar. Alguna razón habrá que explique su permanencia. ¿Cuáles son, pues las razones que aclaran su existencia? Ya haremos un esquema en otras cuantas líneas. Pero hoy no, …

miércoles, 19 de mayo de 2010

COMO UN PARIPÉ CUALQUIERA

¿Para qué sirven la estadísticas si no es para orientarnos y solo para eso? ¿Quién maneja las estadísticas? Solo el que las hace y el que las encarga, naturalmente. ¿Quién se deja manipular por ellas? Allá cada cual, pero no se deben olvidar dos cosas: a) El papel lo aguanta todo; b) El poder anda muy repartido según instituciones.

La Junta de Castilla y León anda copiando de otras comunidades un modelo de evaluación para alumnos de ESO que trata de medir la aptitud y la solvencia de sus adolescentes.

Casi sin avisar, se ha presentado en los centros educativos y ha impuesto a los profesores que allí trabajan la obligación de corregir unas pruebas en cuya elaboración no ha participado y cuya existencia desconocía hasta el momento del examen.

Se le ha olvidado que esa evaluación, si quiere ser creíble, tiene que ser EXTERNA, es decir, controlada por personas que no pertenecen al sistema, o que al menos no tienen intereses directos en los resultados (los resultados se enviarán personalizados a los domicilios de cada alumno).

Hoy mismo he participado en este paripé como obligación y con la certeza de que después se van a utilizar los resultados al antojo de los organismos oficiales.

Seguramente se puede pensar que encargar el proceso a una empresa externa resultaría caro y no están los tiempos para dispendios. Sea. Ofrezco entonces una fórmula intermedia y muy barata: a mí me mandan a controlar la prueba a un centro de Salamanca y a un profesor de Salamanca lo mandan a mi centro. Como mucho nos gastaríamos una dieta y nada más. Yo lo habría hecho sin rechistar.

¿Qué habrán “cocinado” en un centro concertado o privado, que dependen de los resultados para seguir recibiendo clientes en los próximos cursos? ¿No se levanta inmediatamente la sospecha de que acaso el ejercicio no haya sido del todo limpio? La tentación es inmediata.

¿Y después me van a mí a tapar la boca con los resultados? No, por favor, que uno es tonto pero no tanto.

Y, aunque no existiera o existiese, o no hubiera o hubiese existido esta irregularidad, ¿cuáles han sido los criterios para elaborar la prueba?, ¿realmente esa prueba mide lo mismo que mide un profesor con sus alumnos durante todo el curso? Ni por asomo.

Entonces… ¿para qué me sirven estos resultados? Pues para poco, para orientarme algo y nada más. ¿Cómo se van a utilizar después? Pues de aquella manera tan torticera.

No me afecta demasiado el hecho concreto del que aquí dejo constancia (uno anda ya mayor para estas minucias, con perdón); solo lo tomo por haber sido testigo directo, y como ejemplo de lo que puede suceder -y seguramente está sucediendo- en otras muchas manifestaciones.

Pienso en la formación de opinión a partir de otras encuestas y de otras series de datos y me acobardo ante el poder de la información, o de la deformación, o sencillamente de la mala uva, me pongo en guardia y me digo: cómo está el mundo, cómo está el mundo… Como para no echarle, también a esto, sentido común y buena voluntad... Y como para no mandar inmediatamente a la basura a todos los legalistas que en el mundo han sido, son y serán.

martes, 18 de mayo de 2010

VOY AGOTANDO PLAZOS

Empiezan a cerrarse puertas y a concluir cursos. Ayer mismo terminé las clases de la UNED. Me han ocupado las tardes de los lunes y me han puesto en contacto con alumnos absolutamente heterogéneos. Acaso era uno de los pocos grupos con los que no había tratado. Echo la vista atrás y me veo -cuántos años ya- impartiendo clase en todos los niveles y compartiendo con personas de todo tipo: universitarios, extranjeros de casi todo el mundo, niños, jóvenes, gentes de la tercera edad…

La UNED es una universidad muy especial: la relación profesor alumno es indirecta y eso convierte todo en algo espumoso y virtual. En mi caso, como se trataba de una tutoría, he procurado que el contacto fuera directo y presencial, casi como si se tratara de una clase “normal”. Lo he conseguido con un grupo pequeñito y espero que en el resultado final se noten los beneficios. Por lo demás, son alumnos con muy buena disposición pero que llevan mucho tiempo sin contacto con el estudio regular y diario. Ponerlos de nuevo en forma y sistematizar su trabajo es tal vez el esfuerzo mayor.

Tengo que ir descargando horario con el grupo de alumnos a los que ayudo en sus recuperaciones (me queda una sesión de dos horas) y con mis clases de inglés, que ya van también llegando a su fin (con cierto aprovechamiento, of course). Si a esto le sumo que varios de mis alumnos regulares terminan en una semana sus clases, empiezo a ver el horizonte despejado y casi libre de carga lectiva. Es verdad que hasta finales de junio hay tarea, pero el ritmo va a calmarse poco a poco. Y me va a venir bien porque llevo un año casi apoteósico.

¿Y después? Ay, después. Después esas vacaciones que no tienen fin y que me dejan el tiempo libre para mí solo. Con mis ideas, con mis lecturas, con mi escritura, con mi ritmo personal, con otras sensaciones diferentes…

Pero siempre viendo pasar la vida presurosa y despistada, sin que yo tenga ninguna seguridad de que me tiene en cuenta para ninguna cosa. Qué le vamos a hacer.

lunes, 17 de mayo de 2010

COMO SÍNTOMA

Como la situación sigue igual o acaso con síntomas de mayor gravedad, vuelvo a manifestarme, aunque creo que ya lo he hecho en alguna otra ocasión.

La baja primavera coincide con el final de casi todos los campeonatos deportivos que se organizan a lo largo del año. Tal vez por eso la gente anda algo más alterada de lo normal y vienen a manifestarse expresiones y sentimientos que retratan, según mi opinión, bastante bien el estado en el que se halla una comunidad. Tal es, y por excelencia, el caso del fútbol.

Que gane la liga el equipo A o B no me preocupa demasiado si todo se mueve en unos parámetros razonables.

Que el campeonato lo haya ganado el equipo que mejor fútbol ha realizado me parece de justicia y ayuda a compadecerse algo con el deporte.

Que desde los distintos equipos se pueden extraer consecuencias de tipo económico y social parece también algo que se debería producir. Esos esfuerzos millonarios no parece que sean lo definitivo, por suerte, en esto del deporte.

Que esto sirva para enfrentar a media comunidad contra la otra media me parece propio de imbéciles y de gente que no alcanza la normalidad racional, o sea, propio de subnormales (no entro en el grado para no dibujar un panorama más negro).

Que la alegría de uno solo sea tal cuando se humilla al contrario no obedece a criterios mejores que los enunciados en el apartado anterior.

Que esto suceda en todo el universo mundo no atenúa en lo más mínimo el juicio anterior (mal de muchos ha sido siempre en mi pueblo consuelo de tontos).

Que el deporte (el fútbol aún más) sirva para dividir comunidades también en niveles sociales, territoriales y políticos resulta de traca, intensifica la imagen en negro anterior y dibuja una sociedad con muy difícil remedio.

Que haya gente que se ilusione por unos colores desde los que a cada paso se la excluye y se la trata como invasora y como dominadora imperialista es algo que no logro entender por más que lo intente.

Que miles y miles de personas se gasten lo que no tienen, ni en tiempo ni en dinero, en seguir y perseguir a un equipo de privilegiados no sé cómo encajarlo en ningún esquema racional.

Que algunos equipos se tilden de representantes de pobres cuando sus jugadores ganan lo que no está en los escritos me parece sencillamente una burla o un argumento propio de analfabetos, o sea, ningún argumento.

Que desde los circos clásicos de hace dos mil años a los modernos estadios no hemos adelantado mucho me parece diáfano.

Que el ser humano necesita encauzar una tensión y un desahogo social también me resulta evidente.

Que la sociedad premia de manera escandalosa esta vía de escape en forma de reconocimientos, subvenciones, representaciones, influencias y todo tipo de dádivas no hace falta que lo recuerde.

Que una sociedad que bebe los vientos ante tales injusticias está enferma no necesita ni diagnóstico ni pronóstico.

Que necesitamos otras formas y otras escalas de valores se me aparece como algo tan verdadero como que en verano suele hacer calor y en invierno frío.

Que se podían ir todos a tomar el fresco y dejarme en paz es algo que me pide el cuerpo y que me exige la razón.

Que, si estos tienen que ser los que me representen, lo voy a llevar claro de toda claridad.

Que este es un campo en el que los representantes públicos más se prestan a hacer el ridículo, y lo hacen con la risa puesta de oreja a oreja.

Que ya le haya dedicado demasiado tiempo a esta consideración me resulta molesto pero diáfano. Menos mal que me interesa como síntoma, no como hecho concreto.

domingo, 16 de mayo de 2010

O ACASO TAL VEZ NO

De nuevo solo en mi estudio y con el fin de semana casi vencido, me vuelvo a dar un paréntesis para observar al filósofo que había dejado al cuidado de una cadena de montaje, o en la Moncloa, o simplemente en un asiento de cualquier corporación o parlamento. ¿Me dejarán Sara y su recuerdo, sus manitas de terciopelo y su cara de pilluela?

Los peligros acechan al filósofo pensando y pensando, sin fuerzas para la decisión, viendo pegas y aristas en cualquier piedra, con la bondad y la sabiduría a cuestas y recibiendo zarpazos por todas partes de los lobos que se ocupan solo de la derrota ajena y casi nada en el bien común.

Pero es que acaso el principal peligro lo tenga en sí mismo, en sus propias teorías. ¿Qué haría un filósofo postmodernista dirigiendo y articulando leyes si su fundamento anda precisamente anclado en la relatividad de las verdades?

Voy a imaginarme a un filósofo que ve que los mercados se le vienen abajo, que lo llaman por teléfono desde los centros de poder más selectivos para que actúe en algún sentido y para que tome medidas inmediatas, que se asoma al poder del dinero y se da cuenta de que es ingente y casi cósmico, que se achica y que comprende que tiene que actuar de alguna manera de hoy para mañana, y de que, además lo tiene que hacer según el aire que ventea porque, si no, resulta peor el remedio que la enfermedad. ¿Cómo puede plantearse en su cabecita alguno de los asuntos del ser humano aunque sea en comunidad y en el transcurso de un tiempo específico? Sospecho que, a la primera puerta que encuentre abierta, sale por piernas y no lo vuelven a ver en mil leguas a la redonda.

Pues, a pesar de ello, sigo necesitando en los centros de poder gente que mire a todas partes, que articule principios, que proponga análisis racionales y no solo de provechos particulares, que maneje los datos con cabeza y sin egoísmo, que se cuestione también el sistema en el que actúa por si tiene que propiciar su cambio, que compare posibilidades, que sopese beneficios, que mire por el hombre y no por un hombre, que trabaje por dignificar a sus conciudadanos y no por sumirlos en el sueño de los números y del estrés.

Y, si no me ponen a una persona que dedique todos sus esfuerzos en el pensamiento, que al menos me los llamen de vez en cuando para que manifiesten su opinión, que me los saquen del fondo del armario y me los pongan de vez en cuando en lo alto de la pared para que se dejen oír, que les den valoración social y que no los desprecien, que no los consideren simplemente bichos raros y peligrosos, que al menos puedan confrontar opinión con Belén Esteban y similares.

Mientras tanto, nos tenemos que conformar con advenedizos y con egoístas, con gente de medio pelo, si no es con arribistas o simplemente con imbéciles mentales que encima –y esto es lo peor- sacan pecho y parecen estar salvando al mundo y perdonándole la vida cada día.

Pues eso, que invoco a la razón para que despliegue sus fuerzas entre nosotros: acaso es la única esperanza de unión entre los hombres y la salvaguardia para nuestra subsistencia.

Así lo ve Freud: “La prohibición de pensar que la religión decreta en servicio de su propia conservación entraña también graves peligros, tanto para el individuo como para la comunidad humana. La experiencia analítica nos ha enseñado que tal prohibición, aunque limitada originalmente a un determinado sector, integra una tendencia a extenderse, haciéndose entonces causa de graves inhibiciones en la vida individual. (…) Representémonos cuán imposible se haría la sociedad humana si cada individuo tuviera también su tabla de multiplicar y un sistema especial de pesas y medidas. Nuestra mejor esperanza es que el intelecto -el espíritu científico, la razón- logre algún día la dictadura sobre la vida psíquica del hombre. La esencia misma de la razón garantiza que nunca dejará de otorgar su debido respeto a los impulsos efectivos del hombre y a lo que por ellos es determinado. Pero la coerción común de tal reinado de la razón resultará el más fuerte lazo de unión entre los hombres y procurará otras armonías. Aquello que, como la prohibición religiosa de pensar, se opone a una tal evolución es un peligro para el porvenir de la humanidad.” Nuevas lecciones de psicoanálisis.

Y, a pesar de todo…

sábado, 15 de mayo de 2010

PARA CUMPLIR LO MÍNIMO

Se me acumulan las actividades porque hay algunas que me llenan todas las horas. Ha venido Sara a estar con nosotros el fin de semana. ¿Qué más quiero y en qué puedo emplear mejor las horas? Sigue tan preciosa o más que siempre, ríe sin parar, empieza a dejarse oír con balbuceos que señalan claramente sus deseos, quiere correr toda la casa en nuestros brazos y es una pilluela feliz que va abriendo sus fuerzas a la vida. Yo me encuentro feliz y la abrazo y la achucho con fuerzas. Alguna vez se enfada por exceso de cariño pero sé que en mis brazos se lo pasa muy bien porque tiene confianza y sabe que la piel que la roza es toda de cariño. En fin, estoy bobito con esa nietecita que tengo. Ya pronto cumplirá el primer añito y nos lo adelanta levantando un dedito para responder a las preguntas que le hacemos muchas veces. Será otro día de fiesta.

Y he pasado otras horas feliz en Salamanca, al lado de mi familia, en una comunión de mi sobrino más joven. Alegre y feliz también él en este día, rodeado de todos y con el centro de atención copado por él solo. Es un tipo listísimo y sé que le espera un porvenir muy bueno pues sus padres lo van a dejar todo en su educación. Ya hace cosas impropias de su corta edad. Siempre me siento bien con mi familia más próxima, esa amplia familia que se reúne pocas veces pero que conserva el sabor de lo próximo y de esa cosa extraña que ata pero que no tensa.

Mientras transcurría la ceremonia religiosa, pensaba en la diferencia entre la religión y la filosofía, en sus proximidades y en aquello que jamás las unirá. Y es que la religión siempre da vueltas a la misma rueda, no con el fin de continuar sino con la única pretensión de buscarle las vueltas a lo que entiende por ya existente, de intentar encontrar alguna fijeza un poco menos extraña a esa verdad que no puede ser modificada. Jamás cancelan el proceso, porque ya está cancelado de antemano. Las creencias nos liberan siempre de seguir pensando, la filosofía y la ciencia nos invitan siempre a seguir buscando, nos hacen vivir en la duda como método para el progreso.

Hoy, para estos niños, acaso no fuera el mejor día para animarlos a la razón. Vale. Pero mañana mismo sí.

jueves, 13 de mayo de 2010

UN FILÓSOFO EN EL CONGRESO

O sea, que tenemos al filósofo a un paso de la comezón de la Moncloa. O, acaso en forma más modesta, con la tentación de una concejalía (no tiene que ser de cultura precisamente) o de una silla de diputado en la capital o en la región. Tiene toda su lógica si se sigue la línea que se ha dibujado hasta aquí.

¿Cuántas veces hemos echado en falta la mirada alta y panorámica de los líderes políticos? ¿Cuántas veces nos hemos quejado de la escasa estatura intelectual de nuestros dirigentes? Yo también lo he hecho y lo hago. Y, cuando lo hago, estoy pensando en la necesidad de ordenar las ideas y los esfuerzos, no en el sentido de alcanzar las victorias electorales sino en el de organizar el presente y el futuro de la comunidad en busca de mejor calidad de vida y persiguiendo algún grado mayor de felicidad.

He dicho comunidad y he dicho felicidad. O sea, que alcance a todo el mundo por igual y que no se base en una variable solamente, aquella que solo conoce los números del banco y los coches que se facturan por mes. Es decir, aquella que no piensa que todo lo que no son cuentas es cuento.

La teoría biempensante dice que cualquier elemento de la comunidad tiene derecho a ejercer la representación de los demás; pero no me resulta menos claro que no todos están capacitados para esa tarea. Quiero y necesito a esas personas que miren al horizonte, que trasciendan el egoísmo personal y el prurito de derrotar al contrario y expongan con argumentos y con humildad alguna posible solución menos mala para el grueso de los ciudadanos. En ese sentido, quiero un filósofo en las instituciones. O al menos -que uno no quiere pedir peras al olmo- alguien que, de vez en cuando, tenga la tentación de salirse del minuto en el que vive y de sus resultados para pensar en una jornada completa al menos, que comprenda que el ser humano es, sobre todo, y acaso únicamente, historia, consecuencia y causa de la siguiente consecuencia. Esa será, me parece, la mejor forma de liberarse de todo para instalarse en sí mismo y en sus posibilidades, de crear un jardín en el que la cosecha dependa del cultivo más que de la semilla y de si el tiempo está lluvioso o luce el sol.

Así decía Ortega: “El hombre, quiera o no, tiene que hacerse a sí mismo, autofabricarse. Esta última expresión no es del todo inoportuna. Ella subraya que el hombre, en la raíz misma de su esencia, se encuentra, antes que en ninguna otra, en la situación del técnico. Para el hombre vivir es, desde luego y antes que otra cosa, esforzarse en que haya lo que aún no hay, a saber, él, él mismo, aprovechando para ello lo que hay; en suma, su producción.” La vida como fabricación de sí misma.

Y todo ello para poner un poquito de orden en este mundo tan deficiente y tan desigual, en esta historia que acumula grietas y desperfectos en demasiadas paredes. Para ello, tenemos que reafirmar la creencia en el ser humano, por el simple hecho de serlo y por ser portador de la historia que todos acumulamos en nuestras realidades. ¿O acaso somos alguna otra cosa que historia? Tenemos que luchar por convertir la vida en un negocio que no sea del todo ruinoso desde ninguna perspectiva, no nos vaya a suceder lo que anunciaba el pesimista de los pesimistas: “La vida es un negocio que no cubre gastos.” Schopenhauer.

Ahí quedan los retos para los existencialistas, para los postmodernos y para el sursum corda. Pero con altura, con benevolencia y con sentido común.

Mucho se pide. Pues esto de las medidas de cada día tiene su asiento aquí, en estas tres o cuatro verdades, semiverdades o falsedades que se han esbozado en algunas entradas anteriores. Lo demás, perdonad, son minucias y ganas de hacer ruido molesto. “A distinguir me paro las voces de los ecos…” A. Machado

martes, 11 de mayo de 2010

EL FILÓSOFO EN LA FÁBRICA

Si la filosofía asume como misión darle forma a la ciencia, encontrar los valores comunes en los que esta cristaliza, formar, en definitiva, una ética de la misma, corre un serio peligro que ya han advertido algunos filósofos. Tiene la necesidad de mantenerse en su autonomía si no quiere convertirse, en palabras de Ortega, en una “criada para todo”. No puede olvidarse de que ya forma parte del mundo real, como la ciencia y la técnica, pero ha de conservar sus propios parámetros. La filosofía tiene que ponerse en relación con la ciencia pero para hacer de esa ciencia algo civilizado y con práctica social justa.

Palabras de Bertrand Russell hablando como filósofo: “El conocimiento científico es una bebida embriagadora y cabe que la raza humana no pueda soportarla. Cabe que, como los hombres que construyeron la Torre de Babel con la esperanza de alcanzar el cielo, los hombres que buscan los secretos del átomo sean castigados por su impiedad recibiendo por accidente los medios de exterminar la raza humana y tal vez la vida de este planeta. Desde algunos puntos de vista, esta consumación no sería totalmente lamentable, pero difícilmente estos puntos de vista pueden ser los nuestros.” Nuevas esperanzas para un mundo en transformación.

Y otro tanto sucede con el mundo de la técnica, ciencia aplicada, como se sabe. El filósofo necesita asumir un compromiso social, de tal modo que, por encima de los elementos técnicos, prevalezca la necesidad de un orden moral y humanizado. Tal vez porque, como de nuevo vuelve a recordarnos B. Russell “El mundo está lleno de peligros, pero no hay ninguno que sea tan formidable como el hombre.”

¿O qué es lo que salta a nuestra vista en este mundo? Sin duda la certeza de la capacidad científica y técnica, pero un reparto escandaloso de sus frutos, de tal modo que buena parte de la sociedad aparece brutalizada y animalizada, cuando no como parte de una ingente y escandalosa masa de indigentes. En este poderío casi absoluto de la técnica, el pensamiento y la libertad se encogen hasta el punto de que, en casi todos los niveles, espacios y tiempos, no llegamos ni siquiera al nivel de la descripción, cuanto menos al de la comprensión y al de la explicación.

M. Horkheimer: “A la práctica industrial, en constante progreso, se deben, junto con la elevación del nivel de vida, la neutralización, no solo de la filosofía, sino también de toda teoría no enderezada hacia el enseñoreamiento. El pensamiento libre está solo, entre los partidos y los bloques de poderío, y el desvanecimiento de la posibilidad de configurarlo en el mundo real conduce a su atrofia.” La filosofía como crítica de la cultura.

¿Se imagina uno conceptualmente a un filósofo en el organigrama de una fábrica? ¿Y en la organización de toda una rama de la producción? Y aún más, ¿todo esto no se concreta en una participación política de los filósofos? ¿Serían los filósofos los mejores gobernantes? Parecería que volvemos de nuevo a Platón y a Aristóteles.

Estaríamos entonces en el epígrafe de la filosofía y la política. Le dedicaremos otro momento de atención.

lunes, 10 de mayo de 2010

LA FILOSOFÍA SE VISTE DE CIENCIA

Seguramente Kant dejó fijados los límites de la mente y Marx puso en evidencia lo esencial de la evolución histórica en la conformación de esa mente y en el valor de los conceptos.

Pero ya todo se hacía en una máquina imparable de fabricar ideas y de concretar técnicas que hicieran visible la ciencia y el bienestar que esa técnica podía aportar al ser humano.

Por ello la filosofía empieza a moverse en el mundo de la ciencia, en el intento de dar orden y sentido a la suma de los principios y de las aplicaciones. La filosofía se tiene que echar a la calle a tomarse cañas con la realidad y con su orden más humano. Tal vez la filosofía se haya hecho esencialmente ciencia y ética. Ahora ya, tal vez, el fin del conocimiento no es el de conocer por conocer, sino la acción y el bienestar humanos; sus averiguaciones tienen que buscar el mejor orden de lo existente en cada momento.

Así lo reconoce N. Bobbio: “El lector verá en el diario (es un prólogo a un libro) algunos puntos de partida contra la falsa profundidad, la inútil oscuridad, la vacuidad y la hipocresía de la filosofía académica, que no teme las aguas agitadas de nuestro tiempo solo porque flota sobre ellas como un corcho. La tarea de los filósofos, hoy, es la de pensar hasta el fondo las cosas, no la de continuar pensando sus propios pensamientos: es la de salir de sí mismos, según la vieja máxima del espiritualismo. Hace falta un enorme esfuerzo de la imaginación para prever todas las consecuencias de las transformaciones que el mundo ha sufrido en estos últimos años vertiginosos.” El problema de la guerra…

O M. Horkeimer:”Donde la filosofía no ejerce ninguna función práctica pierde su fuerza: las raíces se secan.” Sociología.

Parece razonable indagar si la filosofía encara esta nueva realidad de la misma manera que la ciencia. Si así fuera, sencillamente estaría sobrando. Su misión radica precisamente en la forma especial de indagarla, de hacerle frente. ¿Cómo?

Esto dice B. Russell: “El valor de la filosofía debe ser buscado en una larga medida en su real incertidumbre; la filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.” Los problemas de la filosofía.

No parece que sirva la ciencia por la ciencia ni la técnica por la técnica: hay que poner orden y concierto en ellas. Ahí enraíza la filosofía actual y su valor.

Un autor mucho más reciente, próximo y hasta conocido, opina así: “El desarrollo de la técnica exige la vigencia de determinados valores en la sociedad, como son la coherencia lógica en los sistemas de preferencias, una cierta vigencia de los principios de eficacia y de racionalidad económica y en general alguna forma de moralidad racionalmente aceptable. Por otra parte, el propio proceso de innovación tecnológica, al ampliar el campo de lo posible y de lo realizable, altera los contenidos de los sistemas de preferencias, demanda nuevos valores y los hace cristalizar. En definitiva, los sistemas tecnológicos no solo se nutren de conocimientos científicos y de valores sociales, sino que demandan determinados tipos de conocimientos y de valores, es decir, de sistemas culturales.” M. A. Quintanilla en Problemas conceptuales de las nuevas tecnologías.

Todavía falta un paso grande para situarnos en la superación de los productos reales y para sumergirnos de lleno en los valores solo simbólicos, o sea, en el dinero y en las bolsas como configuradores de las sociedades más actuales. Dejémoslo hoy ahí, que ha subido la bolsa.

domingo, 9 de mayo de 2010

FUE POR CASUALIDAD

En la tarde de ayer, me sumergí en la figura de Edipo. Fue por casualidad, como tantas veces. Conozco y he leído las tragedias de Sófocles pero esta vez se trataba de algo didáctico, reflexivo e indirecto. Algo más de cien páginas recorriendo su actividad, su vida, su destino y sus consecuencias.

Lo primero que me gusta destacar es que nos hallamos en la época del mito, es decir, que tenemos que dar por explicadas muchas cosas realmente inexplicables. Son más de dos mil quinientos años y hay lo que hay. Se venía del caos, se pasó al mito, se llegó a la religión, asomó la cabeza la razón, se alzó a la vida el hombre y comenzó esta andadura moderna en la que estamos. Vale, sea, pero, desde estos comienzos del S XXI, que no me hagan comulgar con ruedas de molino, y menos en un día en el que ya por la mañana había comulgado con especias naturales y sabrosas.

Este tipo, Edipo, me parece un ser en el que se almacenan todos los malos farios que imaginarse uno pueda. El mito se viene abajo desde el momento en el que el buen hombre tiene que pagar por hechos de los que, a todas luces, no es responsable. ¿Quién les echó en las espaldas a sus padres que, si tenían algún hijo, este les iba a privar de la vida? Y aun si estos tuvieran alguna responsabilidad, ¿qué tiene que ver Edipo con ella? Todo lo demás es el cumplimiento de lo preestablecido por esas fuerzas muertas y esotéricas, es la concreción de un plan malvado en el que el protagonista lo único que tiene que hacer es poner el culo a la gotera y fingir en palabras y en obras qué bueno es el dios de turno. Y, por si fuera poco, en forma contradictoria y caprichosa pues sus restos habían de ser bendición para quien los guardara, después de tanto azar y tanta miseria. De modo que el buen hombre dejó el campo arado para todas las desgracias posteriores con sus hijos y con sus hijas, sobre todo con Antígona. Parece un mal sueño si uno no imaginara seres humanos de por medio.

¿No hay forma de rebelarse contra esos dioses caprichosos? Ahí nació la filosofía en Grecia. Acaso este fue el empuje más rotundo. Y Sócrates y Platón y Aristóteles y tantos otros trataron de poner un poco de orden a tanto desatino. Solo por poner orden, no por cambiar los vértices del circo, al menos no deprisa.

Yo creo que el cristianismo aportó algo distinto sobre este esquema trágico. No cambió al hacedor, aunque sí lo unificó, no mudó al arquitecto, todo siguió en sus manos y el hombre siguió estando a su merced, pendiente de sus planes, tratando de indagar sus voluntades; pero al menos mudó el signo del baile al infundir amor, al pensar algo más en positivo, al elevar al ser humano a la posibilidad de la participación del amor del dios y de los hombres. Ya he esbozado en estas páginas (y seguiré con ello) el esfuerzo del hombre por alejarse de esa dependencia hasta formar criterio con sus fuerzas.

Me causa compasión Edipo con todas sus desgracias: asesino de padre, amante de madre, padre de sus hermanos, sujeto de desdichas de todo tipo, muerto sin tumba definida, sujeto también él de la memoria histórica. El repaso de su personaje suscita, además, muchas otras consideraciones: hospitalidad para suplicantes, las estructuras familiares y los abandonos de los hijos, los tipos de viviendas, la estructura genial de la tragedia, la voz de los oráculos (¿Cuáles son los oráculo modernos?), las religiones, el valor de la muerte, el respeto a los muertos, las estructuras sociales…

En fin, que dejé a Edipo tranquilo entre las páginas mientras pensé en su suerte y en la suerte de tantos que viven o vivimos a expensas de las fuerzas que nos mueven a su antojo, sin poder participar en casi nada, viendo pasar la vida sin pillarla por sus partes y poniéndonos de acuerdo con ella y ella con nosotros.

sábado, 8 de mayo de 2010

OTRO CORPUS



Para Manolo Casadiego, que también comulgó, y para Sinda, Jesús, Leticia y Nena, que han hecho esa misma procesión alguna vez.


Este año decidimos trasladar el día de Corpus a sábado. ¿Y por qué no? Había de ser el dosel natural más frondoso y más amplio. Al fin y al cabo, las calles de esta ciudad estrecha andan en obras, son estrechas y el musgo y el tomillo se crían más y mejor en el campo que en el asfalto.

En ese sentido (así diría Perico Delgado, y todo el mundo tragaría), nos echamos a la senda con la mochila a cuestas. Era nuestro tabernáculo, el sagrario de nuestra comunión, la custodia de nuestras provisiones.

Como el campo es muy amplio y ancha es Castilla, miramos al cielo. Estaba gris. No le pedíamos sol, únicamente que no nos ungiera de lluvia demasiado pronto, aunque, si lo hacía, abriríamos los brazos y la enamoraríamos.

Decidimos, casi al azar, echar el paso hacia la finca de La Condesa. Aristocráticos que somos nosotros. Aunque republicanos también. De hecho no hemos suspendido el paseo ni siquiera cuando nos hemos enterado de la operación del rey. Queríamos seguir el rumor del día y del viento, esperábamos anotar los verdes y los terciopelos de la hojas, deseábamos echar, como siempre, nuestro cuarto a espadas a través de la palabra y arreglar el mundo, necesitábamos huir por unas horas de la epidemia de las aceras, queríamos el silencio y el eco del campo, precisábamos entender otra vez que todo cambia en la naturaleza para que todo siga igual.

Con tanta necesidad a cuestas, el camino se hacía ancho. La panificadora, Santana (qué hermoso aquel lugar por la mañana, sin nadie, en el rumor del agua de la fuente y acotada por la humedad y el ruido de las regaderas), el camino hacia La Centena, con Béjar al frente y el espacio norte sin final, la propia Centena…

Pronto nos dimos cuenta de que, en nuestro Corpus particular, el camino se había tornado en florida procesión llena de altares. Y en La Centena había uno bien hermoso. Yo creo que los hombres de musgo lo habían preparado para nosotros. Allí las lilas, los verdes recién nacidos de los robles, las hojas, todavía niñas, de todos los otros árboles, el rumor suave del viento, el canto aún somnoliento de los pájaros, y yo como atontado y dejándome anegar por los sentidos…

“¿Echamos aquí un responso, Manolo?” No abrimos todavía el tabernáculo porque no tocaba a aquella hora tan temprana, pero yo sentí que aquel era mejor altar para el místico alimento que el que preparan con ahínco en cualquier plaza o calle de la ciudad estrecha.

Desde allí hasta la Finca de la Francesa, todo fue ya un dosel. Un dosel de verdes multicolores, casi de arco iris en este mayo tierno. Los pinos, los cerezos, los robles, los alisos, los castaños, toda la naturaleza en fuerza y en vigilia.
Nosotros paseábamos la custodia en forma de mochilas y, en ellas, la más pura ambrosía.

La finca bien lo supo. Debajo de un cerezo, sobre el suelo mullido de verde y con la vista puesta en las laderas, las fuentes (manan tres en un espacio breve) y los aires, la luz y las nubes, el eco de los pájaros y el enfado febril de algunas vacas, separadas a cuajo de sus crías, que pastaban en otro prado aparte. Allí fueran dos tiendas para quedarse en ellas. Allí fue con certeza la ambrosía y el embrujo de ese té tan extraño que prepara Manolo, y el pico de aguardiente que levanta las almas. Todo bajo el dosel del cielo entero.

Y allí se desató la letanía en un rosario entero: la adoración al verbo, la certeza evidente de tantas injusticias, la situación del mundo (¡cómo está el mundo, Señor, cómo está el mundo!), la mirada piadosa hacia la ciudad estrecha pensada de perfil desde la finca, el ruego a la razón para que extendiera su reino por el mundo, nuestras propias miserias y contradicciones, la levedad de todo, la sinrazón total… Nos miraban los dioses mientras comulgábamos con todas las especias .

Y allí no quedó nada, solo la sensación de que aquella procesión iba saliendo bien y de que los altares seguían en su sitio, profusos y solemnes.

La vuelta fue continua exaltación. La comunión acaso me volvió verborreico y recé más de un salmo en ese altar enorme de la naturaleza. Qué ricas las especias, qué buenos los altares, qué hermosos los doseles. Y creo que el sol se cortó un poco y se quedó escondido entre las nubes. Tal vez muy envidioso de nosotros.

La última parada y el último rosario lo hicimos y lo hice bajo palio. Casi generalísimo, como un dios ensalzado, como un corpus de carne. Era otra vez Santana. Y no había nadie.

N.B. Foto Manolo Casadiego.

viernes, 7 de mayo de 2010

PUES VAMOS A LA MATERIA

¿Y qué enseña la historia? Muchas, muchísimas cosas. Si es interpretada y no solo descrita como ratón de biblioteca. Por ejemplo ese desprendimiento de los dogmas, ese camino lento en el que el hombre se reconoce a sí mismo, advierte los errores que ha cometido e intenta su corrección en busca de una vida un poco más justa y adaptada a los parámetros de su inteligencia y de sus limitaciones.

Seguramente, los mejores impulsores del conocimiento y, sobre todo, de la transformación de la historia son los marxistas. Su hora había llegado, su misión era necesaria, su esquema de vida cuajó y estructuró la convivencia del final del S XIX y de todo el S XX. Cómo me gustaría perorar acerca de la actualidad del marxismo en la situación de crisis actual.

Pero que sea el propio Marx el que hable.

K. Marx: “La crítica de la religión ha llegado, en lo esencial, a su fin, y la crítica de la religión es la premisa de toda crítica.

La existencia profana del error ha quedado comprometida, una vez que se ha refutado su “celestial oratio pro aris et focis”. El hombre, que solo ha encontrado en la realidad fantástica del cielo, donde buscaba su superhombre, el reflejo de sí mismo, no se sentirá ya inclinado a encontrar ya solamente la apariencia de sí mismo, el no hombre, donde lo que busca y debe necesariamente buscar es su verdadera realidad.
El fundamento de la crítica religiosa es: el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre. Y la religión es, bien entendido, la autoconciencia y el autosentimiento del hombre que aún no se ha adquirido a sí mismo o ya ha vuelto a perderse. Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo. El hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad. Este Estado, esta sociedad, producen la religión como una conciencia del mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica bajo forma popular, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne complemento, su razón general de consolación y justificación. Es la fantástica realización de la esencia humana, porque la esencia humana carece de verdadera realidad. La lucha contra la religión es, por tanto, indirectamente, la lucha contra aquel mundo que tiene en la religión su aroma espiritual.

La miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu de los estados de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo.

La superación de la religión como la dicha ilusoria del pueblo es la exigencia de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de cosas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones. La crítica de la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad.” Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel.

Y en las Tesis sobre Feuerbach: “La esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales.”

“Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría, al misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.”

“A lo más que puede llegar el materialismo contemplativo es a contemplar a los diversos individuos sueltos y a la sociedad civil.”

“El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.”

“Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo.”

O sea, dosis de materialismo histórico, de sociología, de política, de economía… de transformación. Del ser humano y de la realidad, de esa realidad a la que podemos pedir tantas cosas pero de la que acaso no podamos abusar. La filosofía acaso sea ya un poco más ciencia e investigación.

Pero eso, para otro rato.

jueves, 6 de mayo de 2010

LOS LÍMITES

Un pequeño descanso para el quehacer del hombre y vuelta a la realidad de la esencia primera, mirada atrás y de nuevo arriba. No se les ha olvidado a los pensadores la posibilidad, la probabilidad y acaso la realidad y la certeza de un principio de principios. Lo importante no es el hecho, lo esencial es la nueva forma de encararlo. Y la búsqueda se hace ya desde la razón y no desde el sometimiento, desde los límites del quehacer humano y no desde el susto de ajustar todos los anhelos a la verdad de la que ya se partía. El partido es ahora a tumba abierta, con desarrollo incierto pero con la valentía de aceptar los resultados de laboratorio, lo que van precipitando los ensayos, lo que nos van revelando los análisis de sangre, de palabras y de pensamientos.

Hay una línea que va desde Descartes y que pasa tal vez por Spinoza, Hume, Kant y llega hasta Hegel y Nietzsche. En ella se van exprimiendo las capacidades mentales más teóricas, se van descubriendo los límites y la capacidad de nuestro entendimiento, se van poniendo al descubierto nuestras miserias y nuestras bondades. Pero son las nuestras, las del ser humano. Desde aquel “pienso, luego existo” hasta la “muerte de Dios”, se desencadena toda la tormenta mental y se producen todas las sequedades imaginables.

Estas son algunas gotas de esa lluvia:

Descartes: “Así pues, no queda más que la idea de Dios, en la cual es preciso considerar si hay algo que haya podido proceder de mí mismo. Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, todopoderosa, y por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si es verdad que existen) han sido creadas y producidas. Tales atributos son tan grandes y eminentes que cuanto más atentamente los considero menos me convenzo de que la idea que poseo pueda tener su origen en mí mismo. Y, por consiguiente, es preciso concluir necesariamente de todo lo dicho antes que Dios existe; pues aunque la idea de sustancia esté en mí, porque soy una sustancia, no por eso, sin embargo, poseería la idea de una sustancia infinita, yo que soy un ser finito, si no hubiese sido puesta en mí por alguna sustancia verdaderamente infinita.” Meditaciones metafísicas.

B. Spinoza: “Corolario: Según la guía de la razón, apeteceremos un mal menor presente que sea causa de bien mayor futuro, y renunciaremos a un bien menor presente que sea causa de un mal mayor futuro. …
Escolio: Así, pues, si confrontamos esto con lo que hemos mostrado en esta Parte, acerca de a fuerza de los afectos, veremos fácilmente qué diferencia hay entre el hombre que se guía por el solo afecto, o sea, por la opinión, y el hombre que se guía por la razón. El primero, en efecto, obra -quiéralo o no- sin saber en absoluto lo que se hace, mientras que el segundo no ejecuta la voluntad de nadie, sino solo la suya, y hace solo aquellas cosas que sabe que son primordiales en la vida y que, por esa razón, desea en el más alto grado. Por eso llamo al primero esclavo, y al segundo libre.” Ética.

D. Hume: “En estas cuatro ciencias: lógica, moral, crítica de arte y letras, y política, está comprendido todo lo que de algún modo nos interesa conocer, o que queda tender al progreso o refinamiento de la mente humana.” Tratado de naturaleza humana.

“Antes de lanzarme a las inmensas profundidades de la filosofía que yacen ante mí, me siento inclinado a detenerme por un momento en mi situación y a sopesar el viaje emprendido, que requiere sin duda el máximo de arte y aplicación para ser llevado a feliz término, Me siento como alguien que, habiendo embarrancado en los escollos y escapado con grandes apuros del naufragio gracias a haber logrado atravesar un angosto y difícil paso, tiene sin embargo la temeridad de lanzarse al mar en la misma embarcación agrietada y batida por las olas... (…) Pero por fortuna sucede que, aunque la razón sea incapaz de disipar estas nubes, la naturaleza misma se basta para este propósito, y me cura de la melancolía y de este delirio filosófico, bien relajando mi concentración mental o bien por medio de alguna distracción…” Tratado de la naturaleza humana.

Kant: “No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.”
“Al menos una de las cuestiones que se hallan más necesitadas de un detenido examen y que no pueden despacharse de un plumazo es la de saber si existe semejante conocimiento independiente de la experiencia e, incluso, de las impresiones de los sentidos. Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del empírico, que tiene fuentes a posteriori, es decir, en la experiencia.” Crítica de la razón pura.
“El ámbito de la filosofía se reduce a las cuestiones siguientes: 1) ¿Qué puedo saber?; 2) ¿Qué debo saber?; 3) ¿Qué me está permitido esperar?; 4) ¿Qué es el hombre?
A la primera cuestión responde la metafísica, a la segunda la moral, a la tercera la religión, a la cuarta la antropología. Pero en el fondo, se podría reducir todo a la antropología ya que las tres primeras cuestiones se refieren a la última.” Lógica.

Hegel: “Tras estas consideraciones turbadoras, uno se pregunta cuál es el fin de todas esas realidades individuales. No se agotan en sus fines particulares; todo debe contribuir a una obra. En la base de este inmenso sacrificio del Espíritu debe hallarse un fin último. La cuestión es saber si, bajo el tumulto reinante en la superficie, no se lleva a cabo una obra silenciosa y secreta en la que se conservará toda la fuerza de los fenómenos. Lo que nos preocupa es la gran variedad, el contraste de ese contenido. Vemos cómo cosas opuestas son veneradas como sagradas y pretenden representar el interés de la época y de los pueblos. Nace así la necesidad de hallar en la Idea la justificación de tan decadencia. Esta consideración nos lleva a la tercera categoría, a la búsqueda de un fin en sí y para sí último. Se trata de la categoría misma de la Razón, que existe en la conciencia como fe en la omnipotencia de la Razón sobre el mundo. La prueba nos la proporcionará precisamente el estudio de la historia, porque esta no es sino la imagen y el acto de la razón.”

Pues eso.

miércoles, 5 de mayo de 2010

LA META ES LA MISMA

Y no importa demasiado si la naturaleza del hombre se entiende bondadosa o se comprueba maliciosa. Al final, la necesidad del pacto se hace imprescindible. En el otro extremo se halla Rousseau para quien la bondad natural del ser humano no le desliga de la necesidad de un pacto social como forma de soportar la supervivencia y de mejorarla si es posible. Parece mentira que un tipo tan controvertido en lo personal esbozara una concepción social tan amplia y de tantas consecuencias para todos nosotros. Porque ya en estas ideas se manifiesta un pensador absolutamente contemporáneo. Por cierto, se habla siempre de un contrato social, o sea, mirando siempre a grupos, a pluralidades, a comunidades. Así que selecciono algunas palabras de su Contrato Social:

Libro I

“El hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado.” Cap. 1

“La más antigua de todas las sociedades y la más natural es la de la familia.” Cap. 2 Frase rouqueña donde las haya.

“El más fuerte no es nunca lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber.” Cap. 3

“Puesto que ningún hombre tiene autoridad natural sobre su semejante, y puesto que la fuerza no produce ningún derecho, quedan, pues, las convenciones como base de toda autoridad legítima entre los hombres.” Cap. 4

“Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común a la persona y los bienes de cada asociado, por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes. Tal es el problema fundamental, cuya solución da el contrato social.” Cap. 5

Libro II

“La voluntad es siempre recta y tiende siempre a la utilidad pública; pero no se deduce que las deliberaciones del pueblo tengan siempre la misma rectitud. Se quiere siempre su propio bien, pero no siempre se ve cuál es ese bien. Al pueblo no se le corrompe nunca, pero con frecuencia se le engaña, y es solo entonces cuando parece que quiere lo que está mal.” Cap. 3

“El pueblo, por sí mismo, quiere siempre el bien, pero no siempre lo ve por sí mismo.” Cap. 6

“Para dar leyes a los hombres, harían falta dioses.” Cap. 7

“La libertad puede adquirirse, pero jamás recobrarse.” Cap. 8

Libro III

“No es bueno que el que hace las leyes las ejecute, ni que el cuerpo del pueblo desvíe su atención de las cosas generales para ponerla en las particulares. Nada más peligroso que la influencia de los intereses privados en los asuntos públicos y el abuso de las leyes por el gobierno.” Cap. 4

“Resulta, pues, que cuando se pregunta en términos absolutos, cuál es el mejor gobierno, se plantea una cuestión insoluble por indeterminada; o si se quiere, tiene tantas buenas soluciones como combinaciones posibles hay en las posiciones absolutas y relativas de los pueblos.” Cap. 9

Libro IV

“Al principio los hombres no tuvieron más reyes que los dioses, ni más gobierno que el teocrático. Hicieron el razonamiento de Calígula, y en este caso razonaban bien. Hace falta una larga alteración de sentimientos y de ideas para que los hombres puedan resolverse a tomar a su semejante por dueño y señor y para pensar que les irá bien así.” Cap. 8

Y tantas otras muestras en las que intenta la trabazón social de ese contrato en el que confía y que tan necesario concibe. Es S XVIII pero bien podía ser ya S XXI. Sospecho que muchos de nuestros dirigentes tendrían que leer con calma alguno de estos tratados. Después deberían llegar la aceptación o el rechazo de las ideas que incluyen. Y su aplicación racional. Quién sabe.

HACIA UN CONTRATO SOCIAL

De las variables contrapuestas en las que se tiene que mover el ser humano, de las controversias con las razones (ya en plural, como plurales son los hombres) tiene que surgir alguna posibilidad de encuentro para salvar la supervivencia. Las razones se enfrentan, se confrontan y necesitan el respeto y el acuerdo. La solución parece que solo tiene un camino, el del acuerdo, el del contrato social, el de la ley pública, el del Estado con leyes que lo regulen, el de la cesión de soberanía individual en manos de algún representante social y colectivo.

Se dibujan, como casi siempre, dos líneas que apuntan a caminos distintos pero que aspiran a la misma meta. Por ellos transitan pensadores como Rousseau o como Hobbes.
De nuevo copio palabras de estos autores suficientemente explícitas:

T. Hobbes: El contrato social: “Es, por tanto, un precepto de derecho natural que cada hombre renuncie al derecho que tiene, según la naturaleza, a todas las cosas. Pues cuando varios hombres tienen derecho a todas las cosas y además a las de otras personas, si se sirven de él se produce una invasión por parte de unos y resistencia por la de otros, lo que equivale a la guerra, y esto es contrario a la ley natural, que, resumiendo, consiste en hacer la paz.

Cuando un hombre renuncia y se despoja de su derecho, puede simplemente abandonarlo o puede transferirlo a otra persona. Abandonarlo equivale a declarar mediante signos suficientes que no desea ejercitar por más tiempo una acción que tenía derecho a ejercer anteriormente. Transferir el derecho a otro equivale a declarar a este mediante signos suficientes, que acepta, que su voluntad es no resistir o impedir (su acción) , de acuerdo con el derecho que tenía al respecto antes de transferirlo. Pues i se tiene en cuenta que, según la naturaleza, cada hombre tiene derecho a todas las cosas, resulta imposible que un hombre transmita a otro un derecho que no haya poseído antes. Por tanto, todo lo que hace un hombre al transferir un derecho equivale simplemente a una declaración de la voluntad de soportar que se beneficie de é, sin molestias, aquel a quien ha transferido el derecho. Por ejemplo, cuando un hombre da a otro su tierra o sus bienes entregados, o bien, en todo caso, de impedirle servirse de lo que le da”. Elementos de derecho natural.

Y en otro lugar: “En el gobierno de un Estado bien establecido, cada particular no se reserva más libertad que aquella que precisa para vivir cómodamente y en plena tranquilidad, ya que no quita a los demás más que aquello que les hace temibles. Así pues, fuera de la sociedad, cada uno tiene derecho sobre todas las cosas, aunque no puede gozar de ninguna; pero en la república cada uno goza tranquilamente de su derecho particular. Fuera de la sociedad civil, no hay más que un continuo latrocinio y muerte de uno por el otro. Fuera del Estado, los hombres no tenemos más que nuestras propias fuerzas para protegernos, pero en el Estado tenemos el socorro de nuestros conciudadanos. Fuera del Estado, , el hombre no está seguro del fruto de su trabajo; pero en un estado todos lo protegen. Por último, fuera de la sociedad civil reinan las pasiones, la guerra, la pobreza, el miedo, la soledad, la miseria, la barbarie, la ignorancia y la crueldad. Pero en el orden del Estado la razón, la paz, la seguridad, las riquezas, la decencia, la elegancia, las ciencias y la tranquilidad reinan por doquier”. Textos políticos.

¿Estamos ante un nuevo sometimiento? Tal vez pero ahora es el sometimiento consentido entre iguales y con leyes promulgadas por iguales, de modo que obedecerlas es consecuencia lógica de su concepción y de su aplicación. Y, si no sirven, se cambian. ¿Más individuo? ¿Más Estado? Ya se dibujan las concepciones políticas y sociales de ahora mismo, las derechas y las izquierdas, el individuo antes que el Estado o el individuo en el Estado…

Así hablaba B. Spinoza: Necesidad de la sociedad: “… Por todo esto, entendemos fácilmente que en el estado de naturaleza no hay nada que sea bueno o malo en virtud del común consenso, dado que todo el que se halla en el estado natural mira sólo por su utilidad, y conforme a su índole propia, y decide acerca de lo bueno y lo malo únicamente respecto de su utilidad, y no está obligado por ley alguna a obedecer a nadie más que a sí mismo. Por tanto, en el estado natural no puede concebirse el delito. Pero si, ciertamente, en el estado civil, en el que el bien y el mal son decretados por común consenso, y donde cada cual está obligado a obedecer al Estado. El delito no es, pues, otra cosa que una desobediencia castigada en virtud del solo derecho del Estado y, por el contrario, la obediencia es considerada como un mérito del ciudadano, pues en virtud de ella se le juzga digno de gozar de las ventajas del Estado: Además, en el estado natural nadie es dueño de cosa alguna por consenso común, ni hay en la naturaleza nada de lo que pueda decirse que pertenece a un hombre más bien que a otro, sino que todo es de todos, y, por ende, no puede concebirse, en el estado natural, voluntad alguna de dar a cada uno lo suyo, ni de quitarle a uno lo que es suyo, es decir, que en el estado natural no ocurre nada que pueda llamarse “justo” o “injusto”, y si en el estado civil, donde por común consenso se decreta lo que es de uno y lo que es de otro. Por lo que es evidente que lo justo y lo injusto, el delito y el mérito son nociones extrínsecas, y no atributos que sirvan para explicar la naturaleza del alma”. Ética.

Basta por hoy.