lunes, 26 de octubre de 2009

SOMOS ASÍ DE POCA COSA

Cuando don Quijote salió de su casa “para desfacer tuertos”, se encontró con una serie de obstáculos que le impidieron desarrollar su fe en el cambio y en el arreglo de tanto desaguisado como creía ver por todas partes el buen caballero. En no pocas ocasiones era la impedimenta de sus armas, aquellas abuelas armas, tomadas del orín y pergeñadas en el cartón y el figurín como única solidez, la que le hacía rodar por el suelo, en posición harto ridícula y desamparada. Son demasiado abundantes los casos en los que el caballero queda tumbado en tierra, molido a palos y sin fuerzas para incorporarse hasta que el bueno de Sancho no le echa una mano y lo ayuda a ponerse en pie. Don Quijote iba cargado por armas de dos tipos en sus salidas de caballería. Por una parte, armaba su figura con un aspecto de muñeco de feria subido en rocín antes, entecos ambos y a merced de la burla de todo el que los viera; por otra, con la carga mental de sus lecturas y de sus pensamientos, armados también al amparo de las tardes en su casa, de aquellas noches pasadas “de blanco en blanco” y de aquellos días vividos “de turbio en turbio”. O sea, con unos bagajes mentales y físicos que eran los que le sostenían encima del caballo y en los pasahambres de las llanuras manchegas.

Pienso esta tarde en qué manera cada persona va cargada también con todo lo acumulado en su vida, hasta tal punto quizá de que esta carga le impide cambiar el rumbo de esa vida y hacer probaturas en una nueva vida o indagar al menos otras posibilidades. Las armaduras físicas tienen que ver con todas esas cargas sociales que todos nos echamos encima en forma de familia, hijos, pisos, coches, ataduras laborales, plazos diversos y reglajes de todo tipo. Las armaduras mentales apuntan a todas esas ideas o manifestaciones públicas que obligan después a mantenerlas como si uno tuviera que justificarse a diario de todo lo que anteriormente hubiera defendido en el foro.

Las primeras nos atan hasta el punto de dejarnos llevar por sus compromisos y hasta abandonarnos a la suerte, dejando de lado todo tipo de oportunidades. Algo así como si uno se resignara y se hiciera a lo existente. No me imagino tampoco un mundo rompiendo a cada hora con proposiciones diferentes; sobre todo a partir de cierta edad, pues el mayor hacedor de costumbres y la causa que hace al ser humano un ser previsible es precisamente el tiempo. Ni sé siquiera si una sociedad lo podría resistir. Acaso nos tengamos que conformar con esas pequeñas cosas que se nos aparecen de vez en cuando y que nos deslumbran hasta el punto de pensar que ese día tal vez empieza de nuevo el mundo. Somos así de pequeñas cosas.

Las armaduras mentales nos dejan varados demasiadas veces en la obstinación y en la terquedad. A ver quién es el guapo que un buen día defiende una idea social contraria a la que haya venido defendiendo en los tiempos anteriores. Buena parte de la actuación política se basa, por desgracia, en buscar las debilidades del contrario para, por contraste, dejar nuestra opinión en buen lugar. Y lo que nos va en el envite es sobre todo la debilidad del contrario y la fortaleza social, que no mental, de nuestras ideas. Así somos tal vez de pequeñas cosas, así. Y de presumidos. Y de inconscientes.

Don Quijote soportó un larguísimo viacrucis con caídas físicas continuas, hasta la caída definitiva en la playa de Barcino. Y allí siguió testarudo en sus ataduras mentales y en sus ideales caballerescos. Menos mal que, al menos estos, eran positivos y aspiraban a la mejoría de las mentes y al empujón de los ideales menos egoístas de todos nosotros.

Tal vez por eso le seguimos rezando en busca de “un sitio en tu montura, caballero del honor”.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, D. Antonio Gutiérrez Turrión:

¡Ay,cuántas magulladuras nuestro Caballero del Honor, por defender sus ideales!.
(Lo siento por el pobre Rocinante, pero queremos acompañar a D. Quijote, en su camino, y de vez en cuando,-cuando estemos muy cansados- tendremos que ponernos a la grupa).

Saludos. Gelu