Parece mentira que hallazgos tan diminutos y tan mostrencos como el de hoy no se produzcan en mi vida con mucha más frecuencia.
He acabado de comer y con alguna prisa me he repantigado en el sillón de mi salón de estar. Me acoge cada día durante unos ratos en los que mi mente se distrae con imágenes de la caja tonta o almacena imágenes extraídas de cualquier libro, aunque para este menester utilizo con más frecuencia el sillón de mi terraza.
De pronto observo que es el sillón mi mejor amigo, el cuenco en el que deposito todo mi cuerpo, en el que me sumerjo dejando solo a flote la última parte de mi calva y la extensión de mis piernas enfundadas en el casco de las zapatillas, ya de invierno en estos días de prematuro otoño. Y, aun así, el suelo sigue estando sólido; hay una cota que no traspaso por más que mi cuerpo pese a estas horas un poco más por su gravidez, por el cansancio, por el sueño y por las ganas de desplomarme en el olvido.
¿Qué está pasando? Me muevo y articulo mi cuerpo en otra posición quebrada y lacia en la que mis brazos y mis piernas se han desplazado y han buscado otro ángulo, mis espaldas acaso ya no dibujen una línea demasiado recta y mi cabeza se incline hacia el abismo izquierdo.
Mas algo permanece inmóvil, en su sitio, plantado y bien enraizado, caliente y suspendido en gravedad total. ¡!Es el culo!!, señor y conde-duque del lugar, dueño de la situación, experto en solideces, nivelador perfecto de todos los mullidos.
Al sillón lo acoge un suelo sólido, de parquet bien picado, y una alfombra dorada con cuadros y arabescos que lo saluda y acompaña en sus trabajos diarios. Y lo ampara un tresillo, testigo aventajado de su poder persistente.
El culo lo domina y lo moldea según sus cualidades. Un movimiento enérgico de este lo conmueve y lo llena de tristeza; y una sentada dócil lo anega de ternura. Sus apoyabrazos son los palcos desde donde mejor se presencia el teatro de operaciones.
A veces me levanto y observo la estructura de este amable hospedaje, pienso en los culos que acoge mi sillón, culos prietos o ajados, fofos o recargados, resúmenes de risas o mares de lloros y de llantos. Entonces él (¿quién?) me mira; porque decir que ve es cosa excusada y no hay más que decir, y me declara su poder de pensamiento tan alto como el de la mente, desde su estar sereno y reposado. Yo dudo de si la mente pensará como él y como el sillón, de si serán todos uno y uno todos. Él me asegura que sueña y que en sus sueños aparecen imágenes de todos los colores y de toda estirpe para el resto de los sentidos. Y me confía que el sillón no permite compartir con otros semejantes los espacios, que no hace distinción entre seres humanos y que a todos los acoge dispuesto a hacer amigos.
Mi mente pierde pie en estos devaneos y se va de viaje con los sueños, pensando que ese culo, después de un corto tiempo, necesita salir a ver el aire, a descubrir paisajes y a escuchar otros sones de la calle. Entonces me dirijo a mi terraza, donde me aguarda otro de mis sillones favoritos, o me acerco a esta máquina, para dejar constancia del valor importante de este culo en la estructura interna que me habita. Nice to meet you.
miércoles, 7 de octubre de 2009
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2 comentarios:
Es una parte del cuerpo tan importante y necesaria como las demás,pero aunque quisieras...tu sillón no entiende de culos,ni de ternuras, ni es tan analítico como tu, curiosa entrada,jeje.
Por tanto culo es que vamos volviendo sedentarios nuestro cuerpo morfo y aburrido. Mejor despegar el culo del sillón y desandar el camino que frente a nuestros ojos se ve extenso, desolador, extraño, siniestro y delirante.
Lo que no te voy a negar de ninguna manera, que es un delirium adictivo el reposar nuestro culo en un mullido sillón frente a la TV, minutos antes de ser testigo de nuestro programa preferido, con un cerveza en una mano y unos manises en la otra.
Un saludo.
HologramaBlanco
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