sábado, 17 de octubre de 2009

LA RAZÓN DE LA SINRAZÓN

La razón de mi sinrazón está este fin de semana de fiesta y de exhibición. Ha venido a verme Sara y ella me rompe todos los esquemas y me hace pensar que acaso no hay pensamiento.

Aquel tajo profundo que produjo en mi vida el último trayecto de mi madre impidió que ninguna otra cosa ocupara en mi mente demasiado espacio: todo era con ella y para ella. Hasta que pudo ser. Aún sigue siéndolo pero desde el recuerdo emocionado.
Pero amaneció junio y con él llegó Sara a aquel hospital alto de las tierras de Ávila. Y todo transmutó sus mecanismos. Es evidente que el ser humano tiene sobre los animales la capacidad de ordenar en su mente y de merodear y darle vueltas a todo lo que hace, eso de nacer, alimentarse y jugar, o sea, de razonar un poquito, de encontrar causas para las cosas y consecuencias de las mismas. Así ha de seguir siendo y yo me siento orgulloso de que así sea.

Yo sé, sin embargo, que Sara me rompe los esquemas, que la ley de la gravedad no rige en ella porque solo apunta hacia mí, que si ella quiere algo no hay razón para la negativa, y que si quiere comer come y, si no, pues no come y ya está.

Yo, que he aspirado siempre a ser un poco razonador, a ordenar un poquitín mis cosas, a reírme de muchas de las actividades que veo por ahí, a exigir un poco de control y de ideas, a hurgar en las razones, me veo ahora desarbolado y tonto, babosillo y forofo, ultra y atrincherado, feliz en todo caso.

Y sé también que, en el fondo, me estoy engañando, pero no con mi Sara sino con todas las demás razones que imploro cada día. Repaso y me salen tantas defecciones de la razón…, vuelvo la vista atrás y me encuentro tantas veces con la emoción anegándome todo. Esta mañana mismo ha llegado Juan Pablo de Salamanca para pasar el fin de semana. Un abrazo muy fuerte nos ha unido, y un beso igual de fuerte. En cuanto ha dejado su bolsa, se me ha echado al cuello en otro abrazo. Y ya no tuvo sitio la razón porque también allí estaba otra vez la razón de mi sinrazón, esa sinrazón que, en realidad me puede tantas veces y a la que yo no estoy con ánimo de cerrarle la puerta.

Mi Sara se sorprende con todo lo que ve porque todo es descubrimiento para ella, sonríe sin malicia y se deja besar sin oponer resistencia. Y yo me aprovecho de toda su inocencia y de todo el candor que atesoran sus escasos meses. Le tengo ya guardado sitio en mi terraza para contemplarla, para mirarla, para besarla, para enseñarle el don de las palabras, para contarle historias, para dejarme acariciar por ella, para que me cuide un poquito cuando la necesite, que será muchas veces.

Esta razón de la sinrazón me quita la razón, pero me da certeza de que estoy razonando ahora sobre la propia sinrazón.

En fin, tengo que pedir disculpas porque sé que sucede algo parecido a muchas personas. Ellos entenderán que hay una diferencia para mí: esta es Sara, mi Sara.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

Cada día con un niño, es nuevo y maravilloso.
A diario, escribo cosas de mi nieta. También lo hacía con mi hijo, pero entonces no había ordenador, y logicamente tenía menos tiempo. Con ella es...

En fin, que Sarita estará preciosa, y le felicito como abuelo.

Saludos. Gelu