martes, 13 de octubre de 2009

NO ES VERDAD

Claro que no es verdad que no me entere de nada ni que no me interese la res publica. Creo que tengo dadas bastantes muestras de que no es así.

Y, sin embargo, estas páginas de mi quehacer diario están horras y deshabitadas de reflexiones sobre la cosa pública. Solo aparentemente, solo aparentemente. Es verdad que llevo muchos meses en los que no menudeo en estos asuntos. Quiero decir que no lo hago de manera directa y descarnada. Me sucede con otros temas que también me ocupan y me llenan el pensamiento y de los que apenas hablo en estas páginas. Por ejemplo, llevo el recuerdo de mi madre tan por dentro y tan por fuera, que apenas pasa instante en el que su figura no aparezca cerca de mí y yo cerca de ella. Y tampoco aparece demasiado. Acaso esté confundiéndome a mí mismo.

¿Entonces? Entonces es que me puede el desánimo y es también que no encuentro acomodo entre el esfuerzo y la repercusión, y que mis palabras acaso no interesen a nadie, y que, en todo caso, nadie las toma en consideración, tal vez porque acaso no sean más que tópicos y no añadan nada nuevo. Hace unos días, una persona, teóricamente preparada para pensar -teóricamente-, me aconsejaba sobre mis palabras en público del día de los mártires de la libertad que no utilizara tópicos, que hablaba como los políticos, que… Nunca me dijo qué tópicos eran esos, pero supongo que alguno habría encontrado, porque con frecuencia me siento aludido por personajes públicos cuando afirman que hay gente que sigue defendiendo ideas anticuadas y pasadas de moda, tales como aquello de los ricos y los pobres, aquello de la plusvalía, aquello de la igualdad de oportunidades, aquello de la razón, del sentido común y de la buena voluntad, aquello de pedir más al que más tiene y dar más al que más lo necesita, aquello de vigilar a los poderosos, aquello de repartir trabajos y salarios, aquellos de que en la vida no todo son cuentas de resultados, aquello de la dignidad humana por el hecho de ser humanos, aquello de pedir ideología antes que política para que esta se incardine en aquella, aquello de… Y, si algo hay que cambiar, me parece que solo tiene que ser la palabra aquello por la de eso y hasta por la de esto. En fin, asuntos, como decía, pasados de moda y fuera de la escala de valores.

Porque escala de valores hay. Coño, claro que hay, lo que ocurre es que los que se han apuntado arriba no ocupan precisamente los primeros lugares del escalafón y no cortan orejas ni en plazas de tercera. Sustitúyase todo esto por pasarelas, fútbol, cuentas de resultados, golpes de fortuna, ritmos de producción, opas a tiempo oportuno, exploración de mercados, líneas de colocación, ERES, caballos de potencia… Dinero, dinero y más dinero. Y en plena crisis. Y hay que seguir suspirando, más que nunca, a su majestad el dinero. “Madre, yo al oro me humillo, / él es mi amante y mi amado”. También tildarían de anticuado a Quevedo, supongo.

Mi esquema de pocas líneas me dice lo siguiente: Ahora mismo todos los valores los tenemos supeditados al dinero; sin embargo, lo que se propone humildemente es supeditar el dinero a una buena escala de valores.

¿Estarían dispuestos a ello los que se oponen a Educación para la Ciudadanía?
No me importaría abrir el juego de este esbozo. ¿Con quién? ¿Para qué?

El cielo estará limpio / y el suelo acogedor, / los miraré con aire / de eterno perdedor.

2 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, Don Antonio Gutiérrez Turrión:

¡Qué bien marcharían las cosas, si hubiera muchas personas como usted!.

Saludos. Gelu

Antonio Gutiérrez Turrión dijo...

Gracias por tus palabras. Antonio Gutiérrez